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En la mano de Dios

Del número de octubre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El mundo está buscando la verdad: la verdad en los valores y en las normas, en el gobierno y en la política, en las leyes sobre la salud, en las relaciones sociales, en la religión y en la ética. Pero la secular pregunta, ¿Qué es la verdad?, no se puede responder con un criterio humano, pues lo que la mente humana considera hoy verdadero, a menudo se comprueba que es falso mañana.

Cristo Jesús, el gran Maestro de todas las épocas, sabía qué es la verdad. Mediante sus notables obras de curación demostró un Dios que es Amor y una infalible ley espiritual que sustenta a toda la creación — una ley del bien y no del mal, de armonía, salud e inmortalidad. Y prometió la completa revelación de esta ley cuando el pensamiento humano estuviera preparado para recibirla. La promesa del Maestro se cumplió cuando Mary Baker Eddy descubrió y fundó la Ciencia del Cristo o la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Reconociendo que su descubrimiento era una revelación pura, profetizó así respecto de sus efectos: “Este movimiento de pensamiento tiene que dar impulso a todas las eras: tiene que encauzar correctamente el razonamiento, educar los afectos hacia recursos más elevados, e impedir que el cristianismo sea influido por las supersticiones de una época ya pasada”.Miscellaneous Writings, pág. 235;

La Ciencia Cristiana proclama a Dios como poder infinito, la fuente y la sustancia de todo lo que existe. La Ciencia pura es absoluta y final. No es una incierta búsqueda humana de la verdad, sino la verdad misma: el conocimiento que Dios tiene de Su propia infinitud abarcando el universo, Su idea espiritual, en la omnisciencia, omnipotencia y omnipresencia del Espíritu, aquí y ahora. Bajo la lente de la Ciencia, la materia desaparece, pues ¿dónde y cómo puede existir la materia en donde el Espíritu, Dios y Su idea, es Uno y Único? La misma palabra “universo”, cuyo prefijo se deriva de la raíz latina que significa “uno”, indica que la Mente incluye completamente todos los aspectos de su idea o concepto infinito de sí misma. “¿A dónde me iré de tu Espíritu?”, cantó el Salmista. “Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra”. Salmo 139:7, 9, 10;

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