Las enseñanzas de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) son esencialmente sencillas — no son ni complejas ni difíciles de comprender. Y no son difíciles de practicar. La verdad espiritual se comprende fácilmente porque Dios, la Verdad misma, es su fuente, y la Verdad es Amor, y el Amor no se oculta de nosotros.
La verdad del ser, tal como es revelada en la Ciencia, es sublimemente sencilla. Mary Baker Eddy escribe: “El infinito es uno, y este uno es el Espíritu; el Espíritu es Dios, y este Dios es el bien infinito.
“Esta sencilla declaración de unicidad es la única descripción correcta posible acerca de la Ciencia Cristiana”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 356;
La Ciencia Cristiana enseña que toda existencia verdadera tiene una sola causa — Dios, el bien incesante e ilimitado. Dios, el bien, crea un hombre y un universo completamente buenos, conforme a Su propia naturaleza. Todo lo que sea desemejante al bien es una ilusión de los sentidos físicos y de la manera de pensar material. La certeza de estas sencillas verdades espirituales se comprueba cuando las aplicamos a las dificultades humanas, tales como la mala salud y la escasez, y vencemos estas dificultades.
En una ocasión se le preguntó a la Descubridora de la Ciencia Cristiana: “Si la Ciencia Cristiana es lo mismo que enseñó Jesús, ¿por qué no es más sencilla, para que todos puedan entenderla fácilmente?” La Sra. Eddy respondió: “Las enseñanzas de Jesús eran sencillas; y, no obstante, le fue difícil hacérselas entender a los principales de la sinagoga debido a la gran falta de espiritualidad de éstos. La Ciencia Cristiana es sencilla, y los niños la entienden fácilmente; sólo el pensamiento educado en dirección opuesta la encuentra abstracta o difícil de percibir”.Miscellaneous Writings, pág. 53;
La mayoría de los seguidores de Cristo Jesús no eran hombres intelectuales, sofisticados o muy instruidos. Aquellos a quienes eligió como sus discípulos tenían ocupaciones sencillas, como la pesca, y vivían sencillamente. Sin embargo — primordialmente después de la resurrección de Jesús — comprendieron las verdades que él enseñó lo suficiente como para demostrarlas de modo convincente.
Cristo Jesús claramente apreció la sencillez, receptividad e inocencia de los niños. Además, dijo: “El que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Lucas 18:17; Para el egotismo mortal, la Ciencia metafísica posiblemente parezca oscura, mas intrínsecamente no es difícil de comprender. En caso de hallar un tanto incomprensibles las enseñanzas esencialmente directas de la Ciencia Cristiana, es posible que necesitemos desarrollar nuestra inocencia para asemejarnos a los niños, acrecentar nuestra sencillez e ingenuidad para aceptar nuevas maneras de pensar.
Al escribir el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, con el propósito de compartir la Ciencia con toda la humanidad, la Sra. Eddy consideraba que trabajaba bajo dirección divina. Ver Miscellany, pág. 115. Dios, en Su inteligencia y amor divinos, no Se revelaría de una manera que no pudiéramos comprenderlo.
Una señora que ha vivido por siete años en el centro de un barrio muy pobre, hace poco me contó acerca de las varias ocasiones en que comprobó que la Ciencia Cristiana es práctica. Ha hallado seguridad y se ha mantenido en calma en ciertas condiciones de vida extremadamente difíciles. Su manera de encarar las cosas es esencialmente simple. Sin embargo, le resulta poderosamente práctica. Por ejemplo, me explicó que escucha la voz de Dios, no la voz del temor. Hubo un momento en que se sintió impulsada a comprarse una pistola, pero afirmó comprensivamente la supremacía de Dios en todo lugar y en todo momento, y depositó su confianza en Él, y no en la materia.
La verdad de que Dios es bueno y expresa amor, no es para ella una enseñanza meramente atractiva y simple, sino que es una verdad concreta — una ley práctica que se puede probar. Su pensamiento no ha sido “educado en dirección opuesta” a la Ciencia por el ambiente en que vive sino que, su pensamiento, a la manera de un niño, armoniza intuitivamente con esta Ciencia.
La mortal sofisticación y el orgullo humano tratan de resistir la verdad del ser. ¡De hecho, es factible que la resistan basándose en que es demasiado sencilla para ser verdad! El pensamiento materializado posiblemente sea engañado por la creencia de que únicamente las teorías más elaboradas y enmarañadas son dignas de ser estudiadas.
A pesar de que la Ciencia Cristiana nos exige que la estudiemos toda la vida, la verdad es que sus enseñanzas primordiales, los puntos principales que sirven de base, son sencillos, y podemos, ahora mismo, comenzar a probarlos.
Si hoy fuese su primer día como estudiante de esta Ciencia — si ésta fuera la primera publicación periódica de la Ciencia Cristiana que usted jamás hubiera leído — aún así podría escoger de los artículos suficientes verdades sencillas que le permitirían sanar y ser sanado sobre una base espiritual y metafísica. Claro que un conocimiento de las sencillas y principales enseñanzas de la Ciencia Cristiana aviva nuestro deseo de estudiar más y más profundamente a medida que pasan los meses y los años. Mas la estructura de la Ciencia divina es siempre sencilla. Nuestra espiritualidad, que se desarrolla constantemente, nos permite ver más inferencias de las realidades sencillas reveladas por la Ciencia. Este reconocimiento de lo que significa la Ciencia nos impulsa a seguir adelante, no hacia mayor complejidad y sofistería mortal, sino hacia una mayor espiritualidad, que nos permite demostrar las verdades claras de la Ciencia de un modo más rápido y efectivo.
