Cuando sólo tenía catorce años de edad fue necesario que abandonara la escuela. Solicité empleo en una gran firma que entonces tenía la norma de emplear jóvenes para el personal de planta y para el temporario. A los jóvenes temporarios los empleaban sólo por dos años. Yo era uno de ellos. Sólo aquellos jóvenes que habían sido educados en escuelas privadas eran incorporados al personal de planta. Las vacantes se llenaban una vez al año, y eran muy pocas.
Poco tiempo después de ingresar en esta firma un amigo de mi padre le recomendó que me enviara a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Y fue así que comencé a aprender acerca de Dios y lo que el hombre realmente es como Su reflejo.
También me ocupé de completar mi educación. Cuando cumplí los diecinueve años se debía decidir sobre mi situación. Había estado en la empresa durante cinco años. El ingeniero en jefe me citó y me preguntó qué estudiaba de noche. Me recomendó que agregara otra asignatura a mi carrera, y así lo hice. Al cumplir los veinte años me ascendieron a supervisor. Esto significaba que era un empleado permanente con derecho a la jubilación y que mi salario no estaba determinado por sindicatos industriales. Al cumplir los veintidós años alcancé la posición más alta a la cual podía llegar de acuerdo con mis conocimientos.
Poco después de mi nombramiento, mi jefe inmediato me vio como ujier en una conferencia de la Ciencia Cristiana. Él pertenecía a otra filial de la Iglesia de Cristo, Científico, y se sorprendió al ver que yo era de la misma religión. Tiempo después llegué a ser su secretario privado y trabajé en la compañía durante cuarenta y siete años y medio. Mi jefe a menudo recordaba este incidente y atribuía su interés por mí a la dirección infalible de la Mente.
La Ciencia Cristiana ha sido mi religión por más de cincuenta años, y me ha sostenido a través de situaciones desdichadas simplemente separando el error de la persona. Lo único que siento es no haber tomado antes clase de instrucción Primaria en la Ciencia Cristiana. Me habría ayudado a solucionar mejor los problemas de relaciones humanas. Cuando era Primer Lector en mi iglesia filial, el Espíritu me sostuvo y nunca falté a ningún culto.
He sanado de hemorroides, de un agudo dolor en un costado, de erupciones y de fuertes resfríos.
Me di cuenta de que los síntomas de la molestia en mi costado eran los mismos que tuvo un amigo a quien operaron del apéndice. Un practicista de la Ciencia Cristiana que se encontraba a más de mil kilómetros de donde yo vivía me dio tratamiento por medio de la oración.
Recuerdo que sólo falté al trabajo por enfermedad alrededor de tres semanas en medio siglo.
He progresado culturalmente desde que me subscribí al The Christian Science Monitor hace casi cincuenta años. La página titulada “The Home Forum” ha sido una ayuda maravillosa en este sentido.
He comprobado lo que dice el Himno No. 199 del Himnario de la Ciencia Cristiana:
Sabemos que el Señor
está junto a nosotros,
para brindarnos luz,
valor y alegría.
Él no nos dejará,
eterna es Su atención;
rodea con amor;
nos da Su protección.
Waverley, Nueva Gales del Sur, Australia
