Cuando sólo tenía catorce años de edad fue necesario que abandonara la escuela. Solicité empleo en una gran firma que entonces tenía la norma de emplear jóvenes para el personal de planta y para el temporario. A los jóvenes temporarios los empleaban sólo por dos años. Yo era uno de ellos. Sólo aquellos jóvenes que habían sido educados en escuelas privadas eran incorporados al personal de planta. Las vacantes se llenaban una vez al año, y eran muy pocas.
Poco tiempo después de ingresar en esta firma un amigo de mi padre le recomendó que me enviara a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Y fue así que comencé a aprender acerca de Dios y lo que el hombre realmente es como Su reflejo.
También me ocupé de completar mi educación. Cuando cumplí los diecinueve años se debía decidir sobre mi situación. Había estado en la empresa durante cinco años. El ingeniero en jefe me citó y me preguntó qué estudiaba de noche. Me recomendó que agregara otra asignatura a mi carrera, y así lo hice. Al cumplir los veinte años me ascendieron a supervisor. Esto significaba que era un empleado permanente con derecho a la jubilación y que mi salario no estaba determinado por sindicatos industriales. Al cumplir los veintidós años alcancé la posición más alta a la cual podía llegar de acuerdo con mis conocimientos.
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