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“Sed, pues, vosotros perfectos”

Del número de octubre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Es realmente posible ser perfecto?

¿Es deseable?

La Ciencia Cristiana responde a ambas preguntas con una afirmación científica. Revela la base espiritual sobre la cual Cristo Jesús probó que la perfección es la esencia misma de todo ser real. Nos muestra el cimiento sobre el cual podemos hoy en día empezar a disfrutar la vida perfecta que él vivió para ejemplificar, la cual trae consigo perfección en la salud, en la armonía, seguridad, propósito y provisión.

Cada uno de nosotros tiene a su alcance una vida completa y satisfactoria a medida que mediante el Cristo, la Verdad, percibamos y en verdad experimentemos nuestra unidad con Dios como Su hijo amado.

Dios, el Principio perfecto de toda la creación, nunca podría expresarse a Sí mismo en aquello que es menos que perfecto. En consecuencia, la perfección es la ley, la realidad de la creación, no es la excepción.

La perfección es el estado o condición en el cual todo existe eternamente. Penetra la minucia de todo ser real. La Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “La perfección es la base de la realidad. Sin perfección nada es absolutamente real. Todas las cosas continuarán desapareciendo, hasta que la perfección aparezca y se alcance la realidad”.Ciencia y Salud, pág. 353;

Estos hechos científicos no revelan un estado del ser espiritual e ideal que cierto día llegará a ser realidad. Revelan el estado actual de todo lo que ahora existe. Y lo podemos probar sanando.

Los conceptos erróneos acerca de la creación que constituyen el conocimiento humano deben ser destruidos mediante la demostración científica de la unidad del hombre con Dios. Para lograr esto debemos amar a Dios, el Espíritu, supremamente en pensamiento y acción. Nuestros deseos, afectos y propósitos deben espiritualizarse a fin de que la totalidad de Dios pueda expresarse en nuestra vida momento a momento. Esto presenta un gran desafío al concepto material de la existencia. Pero Dios, a través de Su gracia que todo lo supera, nos ha dado todo lo que necesitamos para demostrar Su perfección en nuestra vida individual. El Sermón del Monte, de Cristo Jesús, por ejemplo, especifica que cualidades tales como humildad, pureza de corazón, conciliación, anhelo y sed de justicia, conducen al reino celestial. E incluye en este sermón el mandato “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:48; Ésta es la exigencia que el Principio divino nos hace a todos — la demanda que la idea divina, el hombre real, eternamente cumple.

El pensamiento humano es lento en abandonar su arraigo en la creencia de que existe una naturaleza y existencia separadas de la Mente divina, pero el Amor divino, mediante su ley redentora, actúa en la consciencia humana paciente y persistentemente, efectuando el sometimiento necesario de lo humano a lo divino. Esta ley ha sido revelada en su plenitud y totalidad en la Ciencia Cristiana. Es nuestra para ser comprendida y demostrada. Proporciona la base científica para el reconocimiento actual de la perfección eterna del hombre.

La percepción pura que tenía Cristo Jesús de la naturaleza eternamente espiritual y perfecta de todo ser verdadero lo capacitó para destruir las imperfecciones llamadas pecado, enfermedad y muerte. Cada acto de su vida evidenció la realidad de la perfección. Su dominio sobre las creencias de carencia, inmoralidad, enfermedad y todo mal se basó en su entendimiento de la relación del hombre con el único Padre, o Principio divino, de todo ser real.

La perfección no es algo quimérico del futuro para ser esperado o deseado, es la característica del actual estado del ser del hombre como reflejo de Dios. La perfección está aquí y ahora llenando toda existencia real, presente en todas partes como Dios Mismo está. Participa de la naturaleza de Dios y por lo tanto no es humana sino divina, no es material sino espiritual, no es personal sino impersonal. Al comprender la identidad real del hombre como se la revela en la Ciencia Cristiana, la perfección puede ser expresada y demostrada por todos los hombres y mujeres en todas partes.

La perfección no se vuelve perfección; eternamente es perfección. El Cristo salvador, la Verdad, hace que la demostración de este hecho científico en nuestra vida sea una posibilidad actual, revelándonos nuestra unidad presente y eterna con Dios como Su idea amada.

La tal llamada mente mortal, pretendiendo ser una consciencia aparte del único Principio infinito o Mente inmortal, falsamente concibe dentro de sí misma un concepto material, imperfecto y mítico de la existencia. Su proyección, un hombre mortal y un universo material, es totalmente irreal. Es lo que Jesús expresó que es: “mentiroso y padre de mentira”. Juan 8:44; A pesar de su estratagema, nada de lo que la mente mortal pueda proyectar, jamás puede alcanzar la perfección, porque el efecto nunca puede exceder la causa — lo imperfecto jamás puede volverse perfecto. Ciertamente, lo irreal nunca puede volverse real.

En consecuencia, el método científico para demostrar la perfección se basa no en el intento infructuoso de mejorar la mortalidad, sino en el cambio radical de la base de nuestra manera de pensar y de vivir, rechazando totalmente el concepto mortal de la existencia y afirmando la inseparabilidad del hombre con Dios, el Espíritu infinito. Éste es el medio revolucionario por medio del cual la revelación de la Ciencia Cristiana está transformando vigorosamente el pensamiento y vida humanos.

Como Dios, el Principio único y perfecto, crea todo lo que es verdadero acerca del hombre, toda clase de imperfección debe ser tratada, no como algo que se origina en el hombre, ni como que es parte de él, sino como algo erróneo respecto a él que debe ser desmentido y destruido por la Verdad.

Hace algunos años los efectos molestos y debilitantes de una gripe fueron erradicados totalmente de mi experiencia al percibir la verdad de la siguiente declaración de The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia de Cristo, Científico, y Miscelánea) por la Sra. Eddy: “La Ciencia Cristiana es absoluta; no está ni detrás del punto de la perfección, ni avanzando hacia él; está en este punto mismo y debe practicarse desde este punto. A menos que usted perciba plenamente que es hijo de Dios y, por lo tanto, perfecto, no tiene Principio para demostrar ni regla para la demostración”.Miscellany, pág. 242; Las palabras “por lo tanto” se destacaron. Me revelaron la razón de la perfección actual del hombre: la perfección de Dios, y la relación del hombre con Dios como Su hijo perfecto.

El error subyacente o causa del malestar había sido la aceptación inconsciente de la creencia de que el hombre podía tener una existencia aparte de Dios, y de este modo sufrir por una condición desconocida para el Principio perfecto, único y todo armonioso. La verdad acerca de mi perfección íntegra como reflejo espiritual de la Mente destruyó esta creencia errónea, y el cuerpo prontamente respondió manifestando salud y armonía.

Por muy agresivo que pueda ser el testimonio del sentido material, la imperfección jamás es la realidad de nuestro ser. Es un error de pensamiento evidenciado ya sea en el cuerpo, en los negocios, en el hogar o en algún otro aspecto de la experiencia humana. Y mediante un reconocimiento devoto de la verdad acerca de la relación del hombre con la Mente única y perfecta, la creencia errónea de imperfección puede ser erradicada de nuestro pensamiento y, por lo tanto, de nuestra vida. Ésta es la naturaleza y el método de curación metafísica según se enseña en la Ciencia Cristiana.

La necesidad de una persona no es llegar a ser algo que aún no es, sino comprender y ser lo que ya es, la expresión inmaculada de Dios. La sensación de que se necesita “llegar a ser algo” pertenece sólo a aquello con lo que el hombre no tiene relación alguna — un concepto mortal de la existencia separada del Principio divino. La maldición de las épocas ha sido la creencia de que el hombre se ha alejado de la perfección, su supuesta caída de la gracia. Mas la creación siempre ha de ser lo que el creador dispone que sea. Todo el poder, la inteligencia y la ley pertenecen al Principio único y perfecto, Dios, que es Todo-en-todo. El hombre no es el creador de sí mismo pero es lo que Dios expresa en Sí y de Sí mismo como Su propia idea. La causa y efecto pertenecen a Dios.

Las obras que Cristo Jesús llevó a cabo y esperaba que sus seguidores hicieran, aunque milagrosas para el sentido humano, son divinamente naturales. Son la recompensa de la aceptación estricta e incondicional de que las realidades espirituales del ser son ahora y eternamente las únicas realidades del ser.

La perfección no puede alcanzarse por medio del ejercicio de la voluntad humana ni mediante pensamientos meramente positivos o de castillos en el aire. Requiere la demostración gradual y obediente del Principio de la perfección. Y la demostración del Principio requiere fidelidad inquebrantable a sus preceptos, constante observación de sus reglas.

Para el sentido mortal de las cosas, el hombre está sentenciado a la imperfección y extinción. Para el sentido humano limitado, el hombre podrá llegar a ser perfecto algún día. Mas desde el punto de vista de la realidad divina, el hombre es eternamente perfecto. Por lo tanto, la Sra. Eddy escribe: “El entendimiento a la manera de Cristo de lo que es el ser científico y la curación divina incluye un Principio perfecto y una idea perfecta, — Dios perfecto y hombre perfecto,— como base del pensamiento y de la demostración”.Ciencia y Salud, pág. 259.

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