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Decisiones

Del número de noviembre de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Son muchas y muy complejas las decisiones que hay que tomar. Todos los días, la mayoría de las personas deben tomar unas cuantas, y la indeterminación de Hamlet de “ser, o no ser” puede parecerles elemental a los jefes de estado, a jueces y miembros de jurados, a los ejecutivos del mundo de los negocios quienes deben seleccionar equipos que cuestan millones, y aun a las amas de casa que deben escoger entre un sinnúmero de opciones que ofrece un supermercado. “Si sólo hubiese una inteligencia infalible a quien pudiera consultar” es un anhelo común.

La Ciencia Cristiana afirma que existe tal inteligencia. Revela que Dios es la Mente divina y omnisapiente, y que el hombre es la manifestación de Dios, eternamente unido a Él. Por lo tanto, cualquiera que sea nuestro problema siempre podemos recurrir a Él para que nos guíe. Cuando tenemos que decidir qué, cuál, quién, cuándo, y dónde — por grande o pequeña que sea la decisión — debiéramos sentirnos confiados en que Dios, la Mente, la inteligencia infinita, nos puede señalar la solución.

¿Pero cómo podemos ser merecedores de esta dirección?

Sería provechoso considerar algunos relatos de la Biblia que ilustran el desarrollo del entendimiento y de la creciente confianza de la humanidad en la dirección de Dios en los asuntos humanos.

Un antiguo relato bíblico hace referencia al método de elegir echando suertes. Se le ordenó a Aarón presentar dos machos cabríos a la puerta del tabernáculo como ofrenda delante de Jehová. Uno debía ser sacrificado, y el otro sería enviado libre al desierto. El destino de los cabríos sería determinado echando suertes. Ver Lev. 16:7–10; Evidentemente era cuestión de suerte cuál debía de sobrevivir. Se diría que es un método primitivo, pero, en la actualidad, se lo emplea muy a menudo.

Más adelante, el concepto de los israelitas acerca de Dios como guía presente, espiritual y consoladora maduró en gran manera. Cuando se le confió a Samuel la tarea de hallar y anunciar al “ungido de Jehová”, recurrió a Dios para que lo guiara e intuitivamente supo que David, el menor de los hijos de Isaí, era el que debía de ser. La Biblia nos relata: “Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es”. 1 Sam. 16:12;

A pesar de que la costumbre de echar suertes estaba fuertemente arraigada en el ritualismo antiguo, el Antiguo Testamento no hace mención de su práctica por parte de los seguidores de Dios posteriormente a la época de David. Probablemente el nuevo despertar del sentido profético de la comunión directa con Dios hizo que el antiguo método de echar suertes sagradas se volviese obsoleto. Después de la crucifixión de Cristo Jesús, no obstante, antes de que el influjo de luz espiritual tocara a los discípulos en Jerusalén en el Día de Pentecostés, combinaron ellos el método antiguo de echar suertes con la oración, cuando Matías fue asignado para reemplazar a Judas. Primero oraron, luego “echaron suertes”. Hechos 1:26;

En la actualidad, siempre podemos esperar la guía divina en nuestras decisiones si recurrimos a Dios en oración para saber cuál es Su voluntad. Podemos estar tan seguros como Samuel de que “éste es”, o que el otro es por quién debemos votar, o que esto es lo que debemos hacer. Aun para los asuntos de elección de menor importancia, no tenemos por qué recurrir a la conjetura o al azar, sino que podemos confiar en la inspiración para decidir acertadamente. En las elecciones — nacionales, locales o de la iglesia — podemos sentirnos seguros por quién debemos votar. En cualquier encrucijada de la vida humana podemos confiar en que se nos señalará claramente el camino a tomar.

La Ciencia Cristiana nos enseña que Dios es la Mente divina, omnipotente, omnisapiente, omnipresente, y que Él conoce todo cuanto verdaderamente existe. Mas también sienta claramente que Él no sabe — no puede saber — de dilemas mortales, ni de seres humanos, factores y objetos materiales que aparentan ser parte de éstos. Éstos son meramente cuadros que se presentan en la consciencia humana debido a una creencia falsa y mortal. Dios es Espíritu, el Principio inmortal, y Su universo es espiritual, perfectamente planeado y gobernado. En Su reino no hay problemas sin solución, no hay dilemas, no hay inseguridades. Él es la fuente de toda inteligencia, y la inteligencia es una característica de todas Sus creaciones.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “La inteligencia es omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. Es la cualidad primaria y eterna de la Mente infinita, del Principio trino y uno, — Vida, Verdad y Amor,— llamado Dios”.Ciencia y Salud, pág. 469; En otra parte explica que el hombre, creado por Dios a Su imagen, refleja inteligencia. Jamás existe, en la realidad, un solo momento en que el hombre de Dios no exprese y no esté consciente de la perfección que en verdad existe. Mediante el poder de Dios, de la Mente, el hombre sabe todo lo que tiene que saber. Atestigua el hecho de que en el reino de la Mente omnisciente no hay preguntas sin respuesta, no hay decisiones que tomar. Todo ya es conocido por Dios y Su idea.

Cuando aceptamos estos hechos de la Verdad inmortal, sentimos el poder sanador de éstos. La vida humana es el estado subjetivo de la mente humana; de modo que cuando reclamamos humildemente el hecho de que reflejamos la inteligencia de la Mente omnisciente, encontramos que mentalmente nos sentimos más activos. La ignorancia, la inseguridad, y la indecisión se desvanecen, y nos volvemos más inteligentes en el manejo de nuestros asuntos diarios, más capaces de tomar decisiones sabias y de dar las respuestas correctas. La Sra. Eddy dice: “Un conocimiento de la Ciencia del ser desarrolla las capacidades y posibilidades latentes del hombre. Extiende la atmósfera del pensamiento, dándoles a los mortales acceso a regiones más amplias y más altas. Eleva al pensador a su ambiente natural de discernimiento y perspicacia”.ibid., pág. 128.

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