Son muchas y muy complejas las decisiones que hay que tomar. Todos los días, la mayoría de las personas deben tomar unas cuantas, y la indeterminación de Hamlet de “ser, o no ser” puede parecerles elemental a los jefes de estado, a jueces y miembros de jurados, a los ejecutivos del mundo de los negocios quienes deben seleccionar equipos que cuestan millones, y aun a las amas de casa que deben escoger entre un sinnúmero de opciones que ofrece un supermercado. “Si sólo hubiese una inteligencia infalible a quien pudiera consultar” es un anhelo común.
La Ciencia Cristiana afirma que existe tal inteligencia. Revela que Dios es la Mente divina y omnisapiente, y que el hombre es la manifestación de Dios, eternamente unido a Él. Por lo tanto, cualquiera que sea nuestro problema siempre podemos recurrir a Él para que nos guíe. Cuando tenemos que decidir qué, cuál, quién, cuándo, y dónde — por grande o pequeña que sea la decisión — debiéramos sentirnos confiados en que Dios, la Mente, la inteligencia infinita, nos puede señalar la solución.
¿Pero cómo podemos ser merecedores de esta dirección?
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