La gratitud es de suprema importancia para quien desea encontrar su verdadera identidad, y por medio de este entendimiento llevar una vida fructífera y alegre irradiando amor para Dios y para su prójimo. La gratitud está estrechamente relacionada con la obediencia a los mandamientos de Dios. Es una fuerza para bien que necesitamos mantener activa en nuestra consciencia.
Pero quizás ocasionalmente notemos en nosotros mismos o en otros, una tendencia a criticar e incluso a tratar de restar importancia a la gratitud como una cualidad esencial. Suele decirse, por ejemplo, que los hijos no les deben gratitud a sus padres por nada ya que es el deber de los padres proveer para sus hijos. Asimismo se alega que el empleado y su empleador se deben el uno al otro respectivamente sólo el trabajo convenido y la remuneración convenida; y el ciudadano, se argumenta, no le debe ninguna gratitud especial a la sociedad en la que vive; ni tampoco Dios, si es que Él existe, tiene ningún derecho especial a recibir gratitud de la humanidad ya que, en el mejor de los casos, los hombres reciben sólo lo que el creador le debe a toda Su creación.
La Ciencia Cristiana, sin embargo, revela el poder liberador, dinámico y espiritual que hay en la gratitud. Esta Ciencia se basa en la Biblia, que dice, en el primer capítulo, que Dios creó al hombre a Su imagen (ver Génesis 1:27). Cristo Jesús definió a Dios como Espíritu (ver Juan 4:24). El hombre como imagen y semejanza de Dios, como Su reflejo, debe por lo tanto ser espiritual. En consecuencia, ninguna de las falsas creencias que se suponen ligadas a la humanidad — hambre, necesidad, acciones pecaminosas, falta de carácter, sufrimiento, enfermedad — pueden tener relación alguna con este reflejo espiritual.
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