El mundo necesita el discipulado de un cristianismo práctico que sane la enfermedad y venza el pecado. La Ciencia Cristiana nos proporciona ese discipulado.
Ser un discípulo de Cristo Jesús es ser su fiel seguidor. Para seguirlo mejor necesitamos tener una mejor comprensión de sus enseñanzas. Su teología estaba basada en el entendimiento espiritualmente científico de la intacta unidad del hombre con Dios, como idea de Dios — su filiación con el Padre. Fue el Cristo, la verdadera idea de Dios, lo que capacitó a Jesús para probar que no tenían validez las supuestas leyes de la negativa mente mortal y de la materia, y para demostrar la supremacía de la ley espiritual de Dios, que sana toda enfermedad de la carne. Es el Cristo, la verdadera idea de Dios, el que nos capacita para ser discípulos en los días presentes.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Jesús dijo: ‘Estas señales acompañarán a los que creyeren: ... sobre los enfermos pondrán las manos, y sanarán.’ ¿Quién le cree? Él se dirigía a sus discípulos, empero no dijo: ‘Estas señales os acompañarán,’ sino les acompañarán —‘a los que creyeren’ en todo tiempo venidero”.Ciencia y Salud, pág. 38;
Todo discípulo se convierte y se vuelve un seguidor, no por nacimiento, posición social o por herencia, sino como resultado de la cultivada comprensión espiritual del ser, que revela que la naturaleza de Dios es Amor y la naturaleza del hombre la autoexpresión del Amor.
El verdadero discipulado da testimonio de Dios, y de que el hombre verdadero es Su idea. Esta identidad verdadera del hombre, que refleja la estabilidad y la sustancia del Alma, jamás está incomodada, agobiada o encadenada por las presiones de la mortalidad. No hay un flujo y reflujo hacia el ser verdadero o del ser verdadero; no hay una caída de la realidad consciente a la irrealidad. El hombre real, apoyado y mantenido por la ley divina de reflexión, manifiesta continuamente al Cristo sanador.
La Sra. Eddy dice en Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos): “Dios es universal; no está confinado a ningún punto determinado, no está definido por dogma alguno, ni es propiedad de ninguna secta. Dios no es más demostrable como Vida, Verdad y Amor divinos para uno que para todos; y Su pueblo son aquellos que Le reflejan — que reflejan el Amor. Por otra parte, este Principio infinito, con su manifestación universal, es todo lo que realmente existe o puede existir; de ahí que Dios sea nuestro Pastor. Él guarda, guía, alimenta y reúne las ovejas de Su dehesa; cuyos oídos están acordes a Su llamado”.Mis., págs. 150–151;
La Ciencia Cristiana presenta una fe práctica y demostrable que capacita a sus estudiantes a emular, en cierta medida, la curación espiritual practicada por Cristo Jesús. La gente, por lo general, acepta la cruz como emblema del cristianismo. Para muchos la cruz es una carga que hay que llevar, que sufrir, pero la Ciencia Cristiana corona a cada cruz con la victoria. En lugar de someterse a la discordia y al desaliento que aparentemente no se pueden superar, uno encuentra una solución positiva. Para cada sentido del mal está la consciencia del bien que asegura la curación. La Ciencia enseña que la cruz es el odio de la mente carnal hacia la Verdad y la resistencia a ella; esto se vence mediante la comprensión espiritual del ser. Cuando se entienden y practican las verdades espirituales del ser, cada cruz es coronada con la curación.
El discipulado es un ministerio sagrado, una actividad disciplinada mediante la cual se purifica nuestro pensamiento. El discipulado enriquece nuestra consciencia con las ideas espirituales de Dios, destruyendo las ilusiones de la superstición, venciendo la sumisión a la discordia, a la oscuridad mental y al ánimo materialista.
A medida que el Cristo, la idea espiritual de filiación, alborea en el pensamiento humano, despierta en nosotros un sincero deseo de ocuparse de lo espiritual en vez de ocuparse de lo mortal. Que la vida está en la materia o que viene de la materia, con supuestos placeres y aflicciones, es un concepto equivocado acerca del ser, concepto que disminuye a medida que la comprensión espiritual alcanza la verdad de que la vida está en Dios y que viene de Dios. A través de la acción del Cristo, las discordias y preocupaciones de la identidad corpórea se someten a la armonía y perfección de la verdadera identidad.
Nuestro sentido del bien, por pequeño que sea al comienzo, se desarrolla y crece cuando nos esforzamos conscientemente por ser buenos y hacer el bien. La vida humana florece en salud y felicidad a medida que se demuestra el verdadero discipulado. Cuando la belleza y la felicidad del ser espiritual se entienden en cierta medida, nos damos cuenta de que necesitamos sistematizar más nuestro pensamiento — dejar que éste sea gobernado por la Ciencia divina — para preservar y mantener la consciencia del bien. Es necesario demostrar en todo momento la espiritualidad si se quiere probar que se es un discípulo eficaz.
Ser discípulo de Cristo Jesús, explica la Ciencia Cristiana, no es la observancia ritualista sino la demostración de nuestra filiación con Dios, aquí y ahora. Jesús confió en las fuerzas espirituales de Dios, la Mente divina, y reconoció la presencia de estas fuerzas cuando y donde las fuerzas destructivas de la mente carnal parecían existir. Al explicar sus obras maravillosas, Jesús dijo: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”. Juan 5:17;
Cada uno de nosotros puede aprovechar las fuerzas espirituales de Dios en la medida en que comprenda y exprese su verdadera naturaleza como hijo de Dios. En la medida en que se reconoce que la naturaleza divina de la Mente es la sustancia de toda identidad verdadera, se supera el falso sentido de personalidad — fuente de muchas de las dificultades de la humanidad — y el discípulo se libera de la enfermedad, el pecado y la discordia.
Jesús destacó que las cualidades de pensamiento semejantes al Cristo, bendicen en gran manera a quienes se identifican con ellas y las admiten. ¡Supo, también, que ser discípulo no es siempre un lecho de rosas! Previno a sus seguidores contra Satanás, el mal y su inherente falacia, y los alertó para que no reaccionaran a la animadversión con resentimiento u odio. Enseño: “El reino de Dios dentro de vosotros está”. Lucas 17:21 (según Versión Moderna);
Todo discípulo necesita estar alerta a las fases de la mente mortal que lo incitan a buscar seguridad, felicidad y bienestar en la materia. La naturaleza humana no se inclina a responder a las exigencias espirituales que deben cumplirse si es que queremos lograr el bien de que somos capaces. La resistencia de la mente mortal contra el ser real estorba los pasos de todo discípulo. Pero podemos, persistentemente, alejarnos de los halagos del sentido material y acercarnos a la verdad espiritual del ser hasta que se entienda y demuestre suficientemente que la consciencia está gobernada por el Espíritu y no por la materia. Se logra el progreso espiritual a medida que la falsa creencia se somete a la comprensión espiritual y se expresa más de la naturaleza de Dios.
La Ciencia Cristiana está restableciendo la práctica espiritual y sanadora del cristianismo primitivo. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, es también la Guía de quienes siguen a Cristo Jesús en este sendero sanador. A medida que persistimos en esta forma verdadera de discipulado, llegamos a ser más sabios, más eficaces, trabajadores verdaderamente dedicados. Venceremos cada vez más los afectos mal encaminados, el ocuparnos de lo material, la obstinación humana, y otras falsedades mortales que desvían del camino de la integridad. Toda tentación de la mente mortal que quisiera que participáramos de su naturaleza en pensamiento y en conducta puede ser resistida, y nuestra espiritualidad quedará preservada, protegida y sostenida. Al demostrar obediencia día a día, el pensamiento humano se disciplina y purifica, y se compenetra más de la naturaleza de Dios, la Mente divina.
En su charla en la Asamblea Anual de 1906, uno de los primeros Presidentes de La Iglesia Madre dijo: “Amigos, nuestro progreso puede ser rápido o lento, pero una cosa es verdadera, será seguro si obedecemos el amoroso consejo de nuestra fiel Guía. El Cristo está aquí, ha venido a la consciencia individual; y el fiel discípulo se regocija en el cumplimiento de la profecía: ‘He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo’ ”. Citado en Mary Baker Eddy, The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 44.
