La tentación de hablar acerca de las imperfecciones de nuestro prójimo nos es común a todos. Aunque sabemos los males que acarrean las habladurías y calumnias, no siempre resistimos la tentación de entregarnos a ellas. Debemos vigilar cuidadosamente las palabras con que expresamos nuestro pensamiento cuando afectan las relaciones entre personas. Cristo Jesús advirtió a sus seguidores contra el mal de hablar demasiado. ¿Acaso no estamos todos familiarizados con sus palabras: “Sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”? Mateo 5:37;
¿Por qué es que tan a menudo abogamos en favor del error, cuando las Escrituras nos advierten: “De toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio”? 12:36;
La Ciencia Cristiana presenta a la humanidad un método infalible de protección contra el mal de hablar irreflexivamente o de vicio. Este método se basa en una comprensión de Dios y del hombre como el Principio divino e idea perfectos. La totalidad de Dios, el bien, establece la nada de todo lo que es desemejante a Dios, desemejante al bien. La forma de protegernos contra la tentación de juzgar o condenar a nuestro prójimo es, por consiguiente, el resultado inevitable de comprender espiritualmente la perfección del hombre como la semejanza de Dios y de darnos cuenta de la naturaleza impersonal del mal, de todo lo que pretende oponerse o contradecir el hecho espiritual de la totalidad y bondad de Dios.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!