En cierta ocasión estuve enferma y los síntomas parecían ser de tuberculosis. Perdí mucho peso durante esa época. Pensaba que mi carga de trabajo era demasiado pesada y me sentía desdichada. En distintas oportunidades me dieron tratamiento practicistas de la Ciencia Cristiana, por lo cual estoy muy agradecida. Muchos días en que me sentía desalentada recordaba las curaciones maravillosas que había tenido por medio de esta religión al comienzo de mi estudio de Ciencia Cristiana, y siempre encontraba la fuerza para seguir adelante.
Me esforcé por lograr un mayor entendimiento de que no había un estado de enfermedad que debía curarse, sino que los síntomas de enfermedad nunca habían existido en realidad, porque, como enseña la Ciencia Cristiana, el hombre es siempre la idea perfecta de Dios perfecto. Estudié muchos pasajes de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy respecto al hombre, y el siguiente llamó particularmente mi atención (pág. 369): “En la misma proporción en que la materia pierde para el concepto humano toda entidad como hombre, se enseñorea el hombre sobre ella”. Pensaba en este pasaje muchas veces hasta que comprendí claramente que el hombre verdadero — y no hay otro, a pesar de lo que pueda parecer al sentido erróneo — jamás ha sido afectado por una pretensión de enfermedad, ya que mora sano e intacto en Dios. Aprendí a reconocer que yo era ese hombre. Sentí una gran alegría cuando me di cuenta que había sanado. Han pasado muchos años y la curación ha sido permanente.
Gracias a esta experiencia he aprendido a mantenerme más firme en la verdad y a depender más de la Mente divina para expresar las cualidades necesarias en el desenvolvimiento de mi trabajo diario, tales como inteligencia, percepción, paciencia, generosidad, y a abandonar cualidades negativas, tales como un falso sentido de responsabilidad, duda, impaciencia. Comprendí mejor el significado de las palabras de Jesús cuando dijo (Juan 5:19): “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Aprendí a comprender más claramente que Dios se expresa a Sí mismo, que esto se evidencia por reflejo divino y sin ningún esfuerzo, y que ninguna carga le es impuesta al hombre, que es Su reflejo.
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