La demostración de la Ciencia del Cristo requiere más que mera fe porque esta Ciencia está basada en un Principio fijo, Dios perfecto. Necesita que se la comprenda.
Para comprender la Ciencia de la Vida eterna, el Espíritu, como la enseñó y demostró Cristo Jesús, debemos estudiar la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.
La Ciencia Cristiana no es meramente curación por fe, sino la aplicación del Principio divino del ser del hombre en los asuntos humanos. Para demostrar la Ciencia no es suficiente estar familiarizado con la letra, aunque bajo ciertas circunstancias esto puede alentar a los enfermos y aumentar su fe.
¿Cómo se puede lograr la comprensión necesaria? La Sra. Eddy dice: “Estúdiese a fondo la letra, embebiendo el espíritu. Adhiérase al Principio divino de la Ciencia Cristiana y acátense los mandatos de Dios, morando firmemente en la sabiduría, la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 495;
¿Cómo es esto posible? Negando la realidad de la mente falsa o mortal, y despojándola de su aparente actividad por medio de la verdad de que sólo hay una Mente verdadera, Dios, la cual el hombre refleja. Entonces nuestra visión del universo, incluyendo el hombre, comienza a cambiar de una base material ilusoria a una base espiritual, la cual constituye la única realidad genuina.
Mediante la Ciencia Cristiana aprendemos acerca de la naturaleza enteramente espiritual de Dios y de Su semejanza, el hombre. Este reconocimiento nos llega en la medida en que abandonamos la creencia de que la materia es real y aceptamos la narración verdadera de la creación como perfecta y establecida por siempre, expresada en el primer capítulo del Génesis.
Solamente el Espíritu, la Mente, es inteligencia. No puede ser identificado con la materia no inteligente denominada cerebro, ni salir ni entrar en ella. Ciencia y Salud declara: “El sentido corporal defrauda y miente; viola todos los mandamientos del Decálogo Mosaico para satisfacer sus propias exigencias”. Y más adelante continúa: “¿Cómo puede el hombre, reflejando a Dios, depender de medios materiales para saber, oír y ver?” ibid., pág. 489; En el grado en que somos receptivos a la Mente divina, Dios, la verdad inunda nuestra consciencia sin la intervención de la hipotética actividad de una consciencia mortal o carnal. Cuando percibimos la total irrealidad de la mente mortal, la creencia en una mente separada de Dios que pretende gobernar toda actividad del cuerpo, reconocemos nuestra habilidad para dirigir nuestro pensamiento y dejar que sólo la Mente divina nos gobierne.
Descubrimos, además, que la voluntad humana es un malhechor, y que cuando es subordinada a la perfecta voluntad de Dios, pensamientos puros y sanadores de Dios, el bien, inundan nuestra consciencia. La actividad de la Verdad en la consciencia humana no tiene nada que ver con el cerebro o con la fuerza de voluntad. Es, por el contrario, la actividad natural del Cristo, la divina manifestación de Dios, que trae al pensamiento la luz sanadora de la Verdad.
Podemos rechazar resueltamente el concepto mítico adámico de que el hombre es un ser físico, y volvernos hacia el Espíritu, Dios, y hacia el hombre como Su reflejo espiritual. De esta manera podemos sobreponernos a la aparente actividad del mal — el temor, el odio, la ignorancia y la sensualidad — y anularla.
Me cercioré de esta verdad cuando una anciana, desahuciada por el médico que la atendía, se recuperó por medio de tratamiento en la Ciencia Cristiana, o sea, mediante la oración científica. Tenía dificultad para respirar, sangraba profusamente, y parecía haber llegado al fin de sus fuerzas. El médico dijo que no sobreviviría la noche. El Científico Cristiano que se hallaba presente pidió a todos que abandonasen la habitación. Luego se volvió a Dios en oración y comunión con Él, dejando que su consciencia fuera inundada con la verdad sanadora. Después de un rato la paciente se durmió y respiraba normalmente. A la mañana siguiente cuando despertó, estaba sana.
Leemos en Proverbios: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. Prov. 3:5, 6; Cuando tratamos de seguir el ejemplo del Maestro y usamos las verdades reveladas en los escritos de la Sra. Eddy para la curación del pecado y la enfermedad, nos damos cuenta progresivamente del hecho científico de que sólo la Mente divina gobierna al hombre y lo mantiene en perfecta armonía.
La Sra. Eddy dice: “Cuando el mecanismo de la mente humana ceda a la Mente divina, el egoísmo y el pecado, la enfermedad y la muerte perderán su punto de apoyo”.Ciencia y Salud, pág. 176. El hombre vive en Dios, la Mente divina. Cuando la supuesta actividad de la mente mortal es silenciada, podemos discernir más claramente la identidad pura e inmortal del hombre, y sentir la actividad espiritual que constituye la base de la salud y la alegría.
