Cuando era niñita, me enviaron por un corto tiempo a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Durante mi niñez estuve consciente de una relación profunda e íntima con mi Padre celestial, y hablaba con Él como con un padre humano, siempre confiada en que Él se me revelaría a Sí mismo a Su modo, y siempre encontré lo que necesitaba para satisfacer las necesidades de mi niñez. Tenía un gran deseo de comprender mejor a Dios, de amar más, y de ver que todos expresaran más amor. Amaba el Nuevo Testamento y a Cristo Jesús y trataba de vivir según sus enseñanzas.
Cuando cerca de los veinte años comencé a trabajar, apenas si sabía cómo hacer frente a la sofisticación con que me encontré. Además, nuestro hogar había estado durante muchos años bajo continua tensión debido a que nuestro padre bebía mucho y se sentía muy desdichado. En esa época él estaba tratando de salir de ese estado con la ayuda de medicinas, y ya no bebía más, pero aún así la situación de nuestro hogar era a menudo desalentadora. Nunca perdí la fe en Dios y siempre tenía pruebas de Su amor y cuidado, y en mi vida no faltaba la alegría. Pero anhelaba ver manifestada en mayor grado la bondad de Dios para todos, y personalmente sentía la necesidad de una comprensión más profunda para enfrentar los problemas de los mayores.
Una noche, luego de orar tan profundamente como sabía, percibí que mi oración había sido respondida, y me sentí muy tranquila. Poco después encontré un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy en nuestra casa. Un amigo se lo había regalado a mi hermana mayor. Comencé de inmediato a leerlo. Lo devoré. Me atraía su lógica, y encontré la respuesta a muchos de mis interrogantes. Inmediatamente empecé a deshacerme de algunos temores que había tenido. Comencé a sentir una paz y libertad maravillosas, y ahora sé que el poder regenerador de la Verdad empezó a cambiar mi pensamiento de inmediato.
Luego de haber estado leyendo durante algunos meses, pensé que podría probar esto cuando me apareció una erupción facial de aspecto sumamente desagradable. Seguí leyendo el libro, pero como no veía mejoras y me sentía preocupada fui a ver a un médico. Me dio un ungüento, diciéndome seriamente que no podía garantizar la curación. Me puse el ungüento durante algún tiempo, seguía leyendo, pero la enfermedad no se curaba.
Un día decidí deshacerme del ungüento y apoyarme completamente en Dios. En la página 261 de Ciencia y Salud leemos: “Tornad vuestra mirada del cuerpo hacia la Verdad y el Amor, el Principio de toda felicidad, armonía e inmortalidad. Mantened vuestro pensamiento firmemente en lo imperecedero, lo bueno y lo verdadero, y traeréis éstos a vuestra experiencia en la medida que ocupen vuestros pensamientos”. Comprendí que debía vigilar mis pensamientos y no la condición física. Cuando hice esto, advertí que cada vez que me irritaba aparecía nuevamente la erupción en mi cara. Esto ocurría a menudo, pues tenía un compañero de trabajo que me irritaba bastante.
Si ésa era la razón, me propuse hallar la solución con amor, practicando el cristianismo puro. Comencé a sustituir los pensamientos desamorosos con pensamientos llenos de amor y me resistí a reaccionar por las cosas que se decían o hacían para molestarme. Me ocupé tanto en hacer esto que apenas le prestaba ya atención a la erupción. No sé en qué momento la condición física desapareció completamente, pero un día, cierto tiempo después, me di cuenta de que la curación era completa cuando una amiga se admiró de la belleza de mi cutis. Las relaciones discordantes mejoraron a medida que mi pensamiento mejoró y, finalmente, perseverando y creciendo en comprensión, la curación de toda esta situación fue completa. Cada paso para resolver esta relación discordante por medio de la oración probó que cuando confiamos en Dios para solucionar las dificultades, todos son bendecidos.
Mi padre me preguntó si creía que la Ciencia lo ayudaría. Le aseguré que sí. Comenzó a estudiar, y al cabo de cierto tiempo perdió todo deseo de fumar y beber. Siempre había tratado de ser un buen padre, y con esta ayuda se volvió menos severo y criticón, más fuerte y estable, y sus relaciones con la familia se hicieron más armoniosas. Compró toda la literatura sobre Ciencia Cristiana disponible y dedicó todo su tiempo libre a estudiar. El sentido de extrema limitación y carencia que había prevalecido en el hogar a través de los años comenzó a ceder, y toda la familia adquirió gradualmente un sentido más pleno de vida. Me siento muy contenta de que mi hermana menor sea ahora estudiante de esta religión.
Poco a poco me he ido sintiendo menos tímida y temerosa. Sané de pesar y de muchos problemas físicos, y he sido guiada y protegida. El entendimiento que he obtenido me ha ayudado mucho en mi trabajo, trayéndome mucha satisfacción y alegría.
Christ Church, Barbados, Indias Occidentales
