Cuando era niñita, me enviaron por un corto tiempo a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Durante mi niñez estuve consciente de una relación profunda e íntima con mi Padre celestial, y hablaba con Él como con un padre humano, siempre confiada en que Él se me revelaría a Sí mismo a Su modo, y siempre encontré lo que necesitaba para satisfacer las necesidades de mi niñez. Tenía un gran deseo de comprender mejor a Dios, de amar más, y de ver que todos expresaran más amor. Amaba el Nuevo Testamento y a Cristo Jesús y trataba de vivir según sus enseñanzas.
Cuando cerca de los veinte años comencé a trabajar, apenas si sabía cómo hacer frente a la sofisticación con que me encontré. Además, nuestro hogar había estado durante muchos años bajo continua tensión debido a que nuestro padre bebía mucho y se sentía muy desdichado. En esa época él estaba tratando de salir de ese estado con la ayuda de medicinas, y ya no bebía más, pero aún así la situación de nuestro hogar era a menudo desalentadora. Nunca perdí la fe en Dios y siempre tenía pruebas de Su amor y cuidado, y en mi vida no faltaba la alegría. Pero anhelaba ver manifestada en mayor grado la bondad de Dios para todos, y personalmente sentía la necesidad de una comprensión más profunda para enfrentar los problemas de los mayores.
Una noche, luego de orar tan profundamente como sabía, percibí que mi oración había sido respondida, y me sentí muy tranquila. Poco después encontré un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy en nuestra casa. Un amigo se lo había regalado a mi hermana mayor. Comencé de inmediato a leerlo. Lo devoré. Me atraía su lógica, y encontré la respuesta a muchos de mis interrogantes. Inmediatamente empecé a deshacerme de algunos temores que había tenido. Comencé a sentir una paz y libertad maravillosas, y ahora sé que el poder regenerador de la Verdad empezó a cambiar mi pensamiento de inmediato.
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