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Conocí la Ciencia Cristiana cuando era niña, y desde entonces he tenido...

Del número de febrero de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conocí la Ciencia Cristiana cuando era niña, y desde entonces he tenido muchas pruebas maravillosas de su poder sanador. Las enfermedades comúnmente relacionadas con la niñez fueron sanadas rápidamente. A éstas le siguieron curaciones de gripe, de torceduras de tobillos, de fractura de un hueso, y de muchas otras condiciones físicas.

Quisiera mencionar una curación que tuve muchos años, cuando vivía en Centroamérica con unos queridos amigos. En esa época no había filiales de la Iglesia de Cristo, Científico, ni practicistas de la Ciencia Cristiana en ese país. Habiendo enfermado de malaria y con una fiebre muy alta le pedí a una amiga, que también era estudiante de Ciencia Cristiana (en esa época, la única que había en el país), que orara por mí. En ningún momento tomé medicamento alguno. Al cabo de dos semanas había sanado completamente por medio de la oración en la Ciencia Cristiana. Y puedo decir con gratitud, que jamás he vuelto a padecer de esta enfermedad. La curación fue permanente.

También he tenido hermosas demostraciones de la abundante provisión de Dios, aun en tiempos de dura necesidad; conseguí una casa en Alemania después de la guerra, cuando la vivienda escaseaba. Encontré un buen trabajo, cuando era difícil obtener empleo, y verdaderamente puedo decir con el Salmista (Salmo 23:5): “Mi copa está rebosando”.

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