Hace algunos años, después de sufrir un accidente, cuando parecía que no podía estudiar, recordé las curaciones que había experimentado previamente en la Ciencia Cristiana. Recordé que cuando Cristo Jesús sanó a diez leprosos, sólo uno volvió para glorificar a Dios y me di cuenta de que verdaderamente he sido muy bendecido. Esto me ayudó a recuperarme del accidente.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “La esclavitud del hombre a los más implacables amos — la pasión, el egoísmo, la envidia, el odio y la venganza — sólo se vence mediante una lucha enorme” (pág. 407). La Ciencia Cristiana me ha enseñado a reemplazar el odio con la bondad.
Mis dos hermanas fallecieron antes de que yo naciera. La conducta de mi padre había contribuido al prematuro fallecimiento de ellas. Era un alcohólico y jugador. Fui alejado de mi hogar cuando tenía cinco años y pude ir al colegio. Había gran escasez. Yo sentía gran temor cuando niño, y hasta que sané con la Ciencia Cristiana, odiaba a mi padre. Luego era tímido, lleno de autocompasión, y me sentía desdichado con la compañía de otros niños. Después de dejar el colegio a los doce años, fui a una iglesia protestante durante unos pocos meses, pero nada me ayudó permanentemente.
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