La salud es una condición de la Mente, no de la materia. Si de acuerdo con el concepto humano vivimos en regiones tropicales o árticas, al nivel del mar o en las montañas, jamás tenemos por qué sufrir de la creencia de que el clima pueda afectarnos la salud. Cualquiera que sea el estado del tiempo — ya sea frío o caluroso, húmedo o seco, refrescado por la brisa o enfriado por ráfagas polares, ello no puede poner en peligro nuestro bienestar. En verdad, el hombre es el hijo de Dios, una idea de la inmutable Mente divina, mantenido invariablemente a Su imagen perfecta. Podemos confiar en que esta comprensión del ser verdadero siempre nos mantendrá activos y en paz, cualquiera que sea el estado atmosférico.
La Biblia nos habla de las bendiciones de la lluvia, atribuyéndola al tierno cuidado de Dios. Se refiere a la gratitud que debemos sentir hacia Él “que prepara la lluvia para la tierra”. Salmo 147:8; Nos dice que aun la nieve y el granizo provienen de Sus “tesoros” Job 38:22; — de Sus tesorerías o almacenes. A medida que aumente nuestra comprensión del amor compasivo de Dios por Su universo, demostraremos que no hay castigo asociado con la caída de humedad en cualquier forma sobre la tierra. Las tormentas dañinas cesarán y la salud de los seres humanos ya no será afectada por cambios de temperatura.
Por supuesto, no se puede decir que Dios produce la lluvia o los copos de nieve materiales. Dios es Espíritu, y todo lo que Él crea es espiritual. Sus hijos e hijas son ideas espirituales, no seres materiales, y existen en la atmósfera de la Mente inmortal, el Amor divino — en el cielo. Como Pablo, el leal seguidor de Cristo Jesús, lo dijera a los atenienses cuando les predicó la verdadera naturaleza de Dios: “En él vivimos, y nos movemos, y somos”. Hechos 17:28;
En el reino de Dios la atmósfera es espiritualmente mental e invariablemente vivificante, apacible y amable. No existen elementos que produzcan enfermedad o causen dolor. La Sra. Eddy da el significado espiritual del término “Reino de los Cielos” como “el reino de la armonía en la Ciencia divina; el dominio de la Mente infalible, eterna y omnipotente; la atmósfera del Espíritu, donde el Alma es suprema”.Ciencia y Salud, pág. 590;
La Ciencia Cristiana nos muestra que éste es el reino y la atmósfera en los que — en nuestro verdadero ser espiritual como hijos de Dios — vivimos y nos movemos perpetuamente y que, en realidad, no existe ningún otro reino ni atmósfera.
La Ciencia Cristiana también enseña que la estructura, sustancia, condiciones, experiencia y atmósfera de la existencia material no es sino creencia mortal. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, nos dice: “En la Ciencia divina, el universo, incluso el hombre, es espiritual, armonioso y eterno. La Ciencia demuestra que lo que se llama materia no es sino el estado subjetivo de lo que la autora llama mente mortal”.ibid., pág. 114; De modo que los mortales determinan lo que experimentan por lo que creen.
Por lo tanto, en el grado en que captamos la realidad del ser verdadero y espiritual, y nos aferramos a la comprensión de que verdaderamente vivimos en el reino totalmente benévolo de la Mente divina, mejoramos nuestra existencia humana. El mundo material — el cual es el estado subjetivo de la mente mortal — adquiere una atmósfera mejor. El clima mejora, y, hasta que se vuelva ideal, la humanidad estará menos afectada por las condiciones del tiempo.
La Sra. Eddy ilustra cuán innecesario le es a la humanidad sufrir por el estado del tiempo, cuando escribe: “La atmósfera húmeda y la nieve helada enrojecían las mejillas rollizas de nuestros antepasados, pero éstos nunca se permitían el lujo de tener los tubos bronquiales inflamados. Estaban tan inocentes como Adam lo estaba, antes de comer del fruto de la falsa sabiduría, respecto a la existencia de tubérculos y tablillas, pulmones y pastillas”.ibid., pág. 175; Y luego continúa citando al poeta inglés Thomas Gray: “ ‘Donde la ignorancia es dicha, es locura ser sabio’ ”.
Una principiante en el estudio de Ciencia Cristiana comprobó esto cuando leyó en la Biblia que Dios “saca de sus tesoros el viento”. Jer. 10:13 (según Versión Moderna). Se sorprendió, pues siempre había considerado al viento como un enemigo, causante de sufrimento. Creía que podía asociar la presentación de dolor físico con el soplar del viento. Había llegado a temer las estaciones y lugares ventosos, pero entonces empezó a comprender que el viento tal vez cumplía un propósito y que ella podía aprender a gustarlo. Se dio cuenta de que cualquier cosa que Dios saca de “sus tesoros” tiene que ser una bendición, no una tribulación. Y que no puede causar daño.
Mediante la Ciencia Cristiana aprendió que el amor de Dios lo abarca todo y mantiene la armonía de Sus hijos. Que jamás puede surgir una condición atmosférica que les cause dolor. Esta comprensión la liberó de la creencia falsa. Y ahora el silbido del viento ya no es para ella un presagio de sufrimiento.
Dios gobierna el universo espiritual y el reino del hombre, y Él le asegura a Su idea una atmósfera espiritual y salud perfecta. El hombre mortal, la falsificación del hombre real, gobierna su propio universo mortal de acuerdo con las creencias que alberga en su consciencia. Por cierto que le es insensato aceptar cualquier teoría concerniente al efecto adverso del estado del tiempo sobre el cuerpo humano. La verdadera sabiduría consiste en saber que Dios gobierna tanto el estado del tiempo como la salud del individuo, de manera que ambos tienen que ser invariablemente “bueno en gran manera”.
