Empieza con la perfección, ahora mismo.
No un día, en el obscuro e incierto futuro.
“Amados, ahora somos hijos de Dios”.
No camines en el desolado sendero de un débil mortal
Que dudando espera volverse inmortal;
Mas cual águila, extiende tus alas con el poder del Espíritu,
Elevándote a la morada natural del ambiente de la Vida.
Hasta el aguilucho, hacia el aire enrarecido debe ascender,
Escoger su libertad, aprender a volar.
Desarrollémonos espiritualmente, del Espíritu crecer debemos.
Rechacemos la materia — ya que, por cierto, futuro no tiene.
Cada intuición espiritual que sientas
Aliméntala y nútrela hasta que dé mucho fruto.
Sé el hombre creado por Dios —
Dí “Abba, Padre”, obra de acuerdo con lo que dices,
Andando dulcemente a la manera del Cristo
Con quieto anhelo despojándote de lo mortal.
El mezquino mí, el egoísta yo,
Retorciéndose cual gusano
Entre los mezquinos escombros de la tierra,
Los cielos jamás alcanzarán. Pero el cielo se extiende
Abriéndole paso al águila, y el inmutable sol
Le señala el camino.
Así, pues, sigue adelante, elévate, amado hijo de Dios.
Cada vez más consciente de tu herencia;
Más firme y confiado en cada meta alcanzada,
Más libre cada vez de toda carga material,
Más fuerte por cada ráfaga de adversidad que te haga frente.
¿Aquí? ¿En el más allá? ¿Quién será el juez
Mientras el paciente corazón adquiere total comprensión
En humilde ascensión?
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