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Culto racional

[Original en portugués]

Del número de abril de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un amigo me contó que en cierta ocasión, antes de partir hacia Inglaterra, depositó cierta suma de dinero en una filial de un banco inglés para que la transfirieran a Londres. Al llegar a Londres, fue con su hijo de ocho años a retirar cierta suma de dinero de este banco, y luego fue con el niño a hacer varias compras.

Cuando regresaron a su casa, el niño le dijo: “¡Esto es fabuloso, papito! Cuando necesitamos dinero, todo lo que tenemos que hacer es ir a un banco y pedirle dinero al hombre en la ventanilla, y él nos lo da en seguida”.

El padre le explicó que antes de retirar el dinero del banco era necesario depositarlo primero, para guardarlo seguro, y después poder retirarlo a medida que lo necesitaran; pero también aprovechó la oportunidad para enseñarle al niño una lección espiritual muy valiosa. Le dijo: “Esto es lo que sucede cuando reconocemos que Dios es la fuente de nuestra provisión y lo expresamos a Él cada día por medio de nuestras buenas obras”. Le mostró al niño que no necesitamos proveer el amor de Dios, como hacemos con el dinero en el banco, porque Su amor hacia nosotros está siempre presente, pleno y desbordante. Podemos “retirar” de él y compartirlo por medio de nuestro amor y bondad hacia los demás. “Podemos estar seguros de que Dios nos oye y nos responde cada vez que recurrimos a Él”, le dijo, “y siempre debemos estar agradecidos por el bien que recibimos”.

A medida que pensé en esto, vi más claramente el significado del mensaje de Pablo a los cristianos en Roma: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional”. Rom. 12:1; El verdadero culto, entonces, es reflejar el bien y el amor de Dios en todo lo que pensamos y hacemos. Esto está de acuerdo con la enseñanza de Cristo Jesús de que Dios es nuestro Padre; por lo tanto somos espirituales e inmortales, no materiales y mortales.

¿Qué es lo que nos hace venerar a Dios razonable y racionalmente? Dios, como lo señaló Pablo a los atenienses, no mora en templos hechos por manos humanas. Él es el Espíritu omnipresente, la Vida divina, y nos da vida, aliento y todo lo demás que sea bueno. Realmente, como dice Pablo: “En él vivimos, y nos movemos, y somos”. Ver Hechos 17:24, 25, 28;

Puesto que Dios es Todo-en-todo, como la Biblia y la Ciencia Cristiana enseñan, sin Él no existiríamos, no estaríamos conscientes de nuestra existencia, no tendríamos la facultad de la inteligencia o la habilidad de razonar. Puesto que Dios todo lo sabe y es todo sabiduría, Él es la Mente divina. Su ser armonioso y eterno se refleja en todo el universo. Él es el creador y el preservador del hombre creado a Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre — el único y verdadero hombre — es la idea espiritual e inmortal de la Mente infinita.

Entonces, ¿qué podemos pensar de los mortales imperfectos? La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “Un pecador mortal no es el hombre de Dios. Los mortales son las falsificaciones de los inmortales”.Ciencia y Salud, págs. 475–476; La falsificación o impostura no es el hombre verdadero, que es mantenido por el Principio divino. Es la creencia falsa de que el hombre es material y mortal.

Por otro lado, el hombre inmortal — el único hombre verdadero, el hombre que en realidad somos — es espiritual y eterno. La Sra. Eddy habla así de él: “El hombre es idea, la imagen del Amor; no es corpóreo”. Y además lo describe como “la identidad consciente del ser tal como ésta se revela en la Ciencia, en la cual el hombre es el reflejo de Dios, o la Mente, y por tanto es eterno”.ibid., pág. 475; De esto se deduce que el hombre inmortal refleja las ideas indestructibles, perfectas y verdaderas de la Mente.

Cuando Pablo recomienda que presentemos nuestros cuerpos “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios”, él se refiere a algo más que nuestro cuerpo físico. Para presentar nuestros cuerpos como un sacrificio vivo necesitamos vencer y eliminar toda tendencia errónea: el odio, la venganza, la resistencia a la Verdad, la rebeldía contra el Principio, la sumisión a la idolatría, la infidelidad al Amor divino, etc. — todo esto contrario a Dios y a Sus leyes. Si en nuestros esfuerzos diarios estamos realmente venciendo estos conspiradores contra nuestra espiritualidad, éste es nuestro servicio razonable, nuestro culto racional.

Los Científicos Cristianos encuentran que el estudio diario de la Lección-Sermón, que aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, les da la inspiración que necesitan para resolver sus problemas humanos y los ayuda a mantener el estado de pensamiento espiritual que Cristo Jesús reflejó cuando vivió entre los hombres. A medida que crecen en comprensión espiritual se regocijan al ver manifestada la verdad de este hermoso pasaje de las Escrituras: “La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto”. Prov. 4:18.

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