Nuestro pensamiento debe purificarse y regenerarse en gran manera antes de que uno pueda ceder a la divina inspiración de la curación espiritual. Debemos escudriñar profundamente las verdades espirituales del ser que se enseñan en la Ciencia Cristiana en lugar de aceptar los falsos testimonios de los sentidos materiales que contradicen estas verdades. La aplicación y demostración prácticas en la vida diaria de las verdades que declaramos son un requisito para la curación.
La Ciencia Cristiana no es una curación por la Verdad que sustituye a las píldoras; no usamos medicina mental para curar una materia enferma. No podemos, por esto mismo, llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana y pedirle que nos administre una dosis para una situación material o que ore a fin de que obtengamos un mejor estado físico. Pero la mente mortal utiliza a veces este sutil argumento para crear una falsa impresión de la Ciencia Cristiana, impresión que la mente mortal trata de propagar, aun entre algunos de los adherentes a esta verdad. El Científico Cristiano genuino no toma la verdad como si fuera un calmante para las dificultades materiales.
Juan, en el Apocalipsis, habla del ángel con el librito abierto en su mano. Cuando Juan le dijo que le diese el librito, el ángel le respondió: “Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel”. Apoc. 10:9; El pasaje correlativo en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, dice: “Cuando os acerquéis más y más a este Principio divino, cuando comáis el cuerpo divino de este Principio, — participando así de la naturaleza, o sea los elementos primarios, de la Verdad y el Amor,— no os sorprendáis ni os enojéis porque tengáis que participar de la copa de cicuta y comer las hierbas amargas”.Ciencia y Salud, pág. 559;
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