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Comiendo “las hierbas amargas”

Del número de abril de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestro pensamiento debe purificarse y regenerarse en gran manera antes de que uno pueda ceder a la divina inspiración de la curación espiritual. Debemos escudriñar profundamente las verdades espirituales del ser que se enseñan en la Ciencia Cristiana en lugar de aceptar los falsos testimonios de los sentidos materiales que contradicen estas verdades. La aplicación y demostración prácticas en la vida diaria de las verdades que declaramos son un requisito para la curación.

La Ciencia Cristiana no es una curación por la Verdad que sustituye a las píldoras; no usamos medicina mental para curar una materia enferma. No podemos, por esto mismo, llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana y pedirle que nos administre una dosis para una situación material o que ore a fin de que obtengamos un mejor estado físico. Pero la mente mortal utiliza a veces este sutil argumento para crear una falsa impresión de la Ciencia Cristiana, impresión que la mente mortal trata de propagar, aun entre algunos de los adherentes a esta verdad. El Científico Cristiano genuino no toma la verdad como si fuera un calmante para las dificultades materiales.

Juan, en el Apocalipsis, habla del ángel con el librito abierto en su mano. Cuando Juan le dijo que le diese el librito, el ángel le respondió: “Toma, y cómelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel”. Apoc. 10:9; El pasaje correlativo en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, dice: “Cuando os acerquéis más y más a este Principio divino, cuando comáis el cuerpo divino de este Principio, — participando así de la naturaleza, o sea los elementos primarios, de la Verdad y el Amor,— no os sorprendáis ni os enojéis porque tengáis que participar de la copa de cicuta y comer las hierbas amargas”.Ciencia y Salud, pág. 559;

Muchos que hoy estudian Ciencia Cristiana están viendo la necesidad de enfrentar más a fondo el desafío que les presenta este pasaje del Apocalipsis de San Juan. No importa si hemos sido estudiantes devotos por muchos años o si somos nuevos estudiantes, pues las fuerzas del mal igualmente desafían nuestro derecho y habilidad de mantenernos firmes en lo que hemos leído y demostrado.

El hecho de que siempre hayamos respondido con prontitud al tratamiento de la Ciencia Cristiana, no es criterio para juzgar la curación. Muchas veces la curación es tan espontánea que casi no nos damos cuenta de lo que ha ocurrido. Y si examinamos nuestro pensamiento, algunas veces nos daremos cuenta de que no ha habido una gran regeneración espiritual. Es cierto que tal vez hayamos tenido éxito en restablecer la comodidad en la materia, pero, quizás eso era todo lo que en realidad buscábamos.

Entonces un día nos encontramos ante un problema que no cede con prontitud a la aplicación de la Ciencia. Acaso hasta pidamos ayuda a un practicista, pero obteniendo poco o ningún resultado. ¿Qué, pues? ¿Significa esto que la Ciencia Cristiana no da resultado o que es imperfecta? ¡Ciertamente que no! La Sra. Eddy se refiere a la Ciencia en estas palabras en el libro de texto: “La palabra Ciencia, propiamente entendida, se refiere únicamente a las leyes de Dios y a Su gobierno del universo, incluso el hombre”.ibid., pág. 128; ¿Podemos decir o pensar honestamente que las leyes de Dios son inadecuadas o punitivas? ¿No será que de alguna manera hemos fracasado en vivir en obediencia a esas leyes y, por lo tanto, perdido su protección?

¿No es acaso el pensamiento temeroso o no regenerado la causa profunda de la demora en la curación? ¿Qué otra cosa puede ser? Simplemente no hemos cedido a la verdad de que el amor de Dios por el hombre es suficiente para mantenerlo en armonía eterna.

Una vez, una estudiante de esta Ciencia manifestaba todos los síntomas de cáncer en el pecho, y sintió un miedo atroz. Hasta que este enemigo presentó su testimonio acusador, no se dio cuenta de que por muchos años las revistas, los diarios y la televisión, habían ido edificando, por medio de la falsa propaganda, los cimientos de esa situación. El magnetismo animal, o mente maligna, no eliminado, había preparado una astuta trampa y esta estudiante se encontró fuertemente atrapada en ella. El primer pensamiento presuntuoso que acompañó al diagnóstico de la mente mortal fue que ya era demasiado tarde para resistir y que moriría.

Esta estudiante estuvo a punto de aceptar esta mentira de inevitabilidad, que suele llamarse incurabilidad. Pero la Ciencia de la Verdad inmortal — la ley de Dios que obra en la consciencia individual — estaba presente para poner en fuga ese error. Prohibió la aceptación de esa pretensión y exigió que se levantara en la fuerza de su filiación inmortal para reclamar su dominio. La estudiante perseveró, aferrándose a las verdades espirituales, hasta que una noche sintió una fuerte exigencia de elegir bando, y comprendió que de encontrarse en medio de una batalla no se quedaría entre dos fuegos, sino que elegiría uno de los dos bandos y aprovecharía la protección que esa elección le daría. Cualquiera, indudablemente elegiría el bando ganador. Recurriendo sin reservas a Dios, convino en encarar el problema aquí, y no en el más allá, como la tentación se lo había estado proponiendo.

Esta curación requirió mucha abnegación, regeneración de pensamiento y crecimiento en gracia. Aunque le llevó tres meses romper la opresión de la mentira de la existencia material y reemplazar el deterioro del pensamiento falso y material con las sustanciales y firmes realidades de la Verdad inmortal, la dificultad fue completamente vencida por la Ciencia Cristiana. Esta curación fue especialmente interesante porque la evidencia que testificaba de deterioro de la materia, parecía aumentar en lugar de disminuir, hasta el momento en que ella reconoció la perfección divina. La curación se produjo repentinamente. Colmó todo el ser de la estudiante y se sintió en gran manera alentada. También es interesante señalar que cuando reconoció la curación no se le ocurrió observar la materia para ver si coincidía con su nueva comprensión acerca de la salud. Ella solamente supo y dio gracias a Dios. Una semana más tarde se le ocurrió verificar si todavía había evidencia de tumores y, por supuesto, que no. No había sido otra cosa que miedo solidificado.

Dios es la Verdad, sin imperfección, sin mezcla ni limitación. Para ser semejantes a Dios, también debemos adherirnos estrictamente, sin mezcla alguna, al Principio divino y sus leyes. La Sra. Eddy dice: “La ley divina de la curación se oscurece y se anula, cuando se pesa lo humano en una misma balanza con lo divino, o se limita en cualquier dirección del pensamiento la omnipresencia y omnipotencia de Dios”.ibid., pág. 445;

Si creemos que la materia tiene poder para curar, nos engañamos. Una mentira muy sutil del error es que la Ciencia Cristiana es lo más grande de este mundo, pero que, por el momento. Dios nos ha dado un método secundario, la medicina material, para curar a aquellos que no tienen fe suficiente. Antes de que la Ciencia Cristiana pueda realmente adelantar en su segundo siglo con poder para cumplir la profecía de la Sra. Eddy, esta mentira debe ser dominada por todo Científico Cristiano individualmente en su propia consciencia. Limitamos nuestra demostración en la medida en que permitimos que la creencia en otro poder se oponga a la omnipotencia de la curación por la Verdad.

Otra creencia que a veces se asocia con la demora en la curación es la renuencia a aceptar el “ahora” de la existencia inmortal y, por ende, la renuencia a abandonar la falsedad de una muerte segura. Comenzar nuestra demostración sobre la base de que el problema es físico y orar para restaurar la perfección a la materia es rechazar la base misma de la curación metafísica.

Nos asombraríamos si supiéramos cuán exigente es la sugestión de que hay que restablecer la comodidad en la materia o corregir su función. Sentimos que tenemos derecho a estas condiciones y nos aferramos tenazmente a la justicia de esos resultados. Sin embargo, simultáneamente afirmamos nuestro estado completamente espiritual como hijos de Dios. ¿No podemos ver acaso que una afirmación neutraliza a la otra? No podemos abogar en pro de la espiritualidad y declarar la totalidad y unidad de Dios, y luego negarlo todo buscando un mejoramiento físico. La curación es una actividad puramente mental y comienza y termina como una rehabilitación mental, aunque se manifieste en el cuerpo humano.

El deseo de ver y comprender la sustancia enteramente espiritual del hombre a la semejanza de Dios y la unidad inseparable del hombre con su origen, debe pesar sobre todo lo demás, y, entonces, la balanza se inclinará hacia el lado del bien. Como el pensamiento y el cuerpo existen en unidad, el resultado inevitable será evidente a todos.

Por lo tanto, cuando la curación parezca demorarse, dejemos de lado al hombre viejo y revistámonos del hombre nuevo nacido del Espíritu. Entonces la Palabra será “dulce como la miel”, la regeneración espiritual será el premio de la demostración y las palabras de Cristo Jesús sonarán a los oídos de los fieles de hoy: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados”. Lucas 6:20, 21.

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