Nuestro pensamiento debe purificarse y regenerarse en gran manera antes de que uno pueda ceder a la divina inspiración de la curación espiritual. Debemos escudriñar profundamente las verdades espirituales del ser que se enseñan en la Ciencia Cristiana en lugar de aceptar los falsos testimonios de los sentidos materiales que contradicen estas verdades.
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