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La meditación y la práctica cristiana

Del número de abril de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Mantenga su pensamiento de acuerdo con la ley divina del bien y póngala en práctica día y noche y entonces sentirá el poder de la ley divina operando en su vida”. Puede decirse que ésta es en esencia la forma de orar eficazmente para vencer las limitaciones y frustraciones mortales — el método que el Salmista recomendó a sus contemporáneos, siglos antes de la era cristiana.

En su forma poética de expresarse, cantó: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche”. Salmo 1:1, 2; Y en diversos salmos se alaba el concepto de meditar sobre la ley de Dios y Sus magníficas obras por medio de la oración, para así lograr una vida útil, pacífica y progresiva.

Años más tarde, Cristo Jesús específicamente instruyó a sus discípulos sobre cómo orar por medio de la comunión con el Padre universal, el Espíritu infinito. Les enseñó que la oración ideal no consiste solamente en reconocer periódicamente la omnipresencia y omnipotencia de Dios, sino en permanecer en ese estado de consciencia. Y demostró mediante su triunfante vida y las obras sanadoras que realizó en los demás que esta forma de comunión con el creador divino es supremamente eficaz para resolver problemas humanos de toda índole.

Hoy en día, se le está dando publicidad a varios sistemas de meditación y control de pensamiento como medios para vencer ansiedades y tensiones, y para aumentar nuestra capacidad para ser felices y saludables a pesar de los problemas mundanos y de las presiones. Principalmente, la pretensión de estos sistemas modernos es la de obtener un estado de profundo relajamiento mental que traiga, como consecuencia, el correspondiente alivio fisiológico. Los métodos difieren; algunos de ellos aparecen bajo el título de control de pensamiento en lugar de una religión. Pero, aun cuando se haga uso de los ritos religiosos, lo que se busca es lograr una experiencia mística individual por medio de la disciplina ascética en vez de elevar la consciencia humana en general para discernir la presencia, aquí y ahora, de lo que es espiritualmente verdadero.

Estos sistemas no tienen ni la autoridad ni el poder del método que, por ejemplo, enseñó Pablo en su epístola a los cristianos en Filipos. “Por lo demás, hermanos,” dijo, “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad”. Él les enseñó a llenar su consciencia con el bien, a usar la habilidad que tenían para pensar, y a usar lo que reconocían como verdadero para bendecir al mundo. Es importante que Pablo termina diciendo: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”. Filip. 4:8, 9;

Podemos ver que hay relación entre estas enseñanzas de Pablo y el consejo que más recientemente la Sra. Eddy da a sus seguidores: “Queridos Científicos Cristianos: Tened vuestra mente tan llena de Verdad y de Amor, que ni el pecado, ni la enfermedad, ni la muerte puedan entrar en ella. Es evidente que no se puede añadir nada a la mente que está llena. No hay puerta por la cual pueda entrar el mal, ni espacio que pueda ocupar en una mente llena de bondad”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 210; Cuando seguimos este consejo, cumplimos con el consejo de Pablo —“orad sin cesar” 1 Tesal. 5:17;— y el resultado es la afluencia de poder espiritual, que viene acompañado de obras sanadoras.

La Ciencia Cristiana enseña la integridad y perfección eternas y espirituales del hombre como linaje de Dios. Sostiene que como la consciencia del hombre, quien es la idea de la Mente divina, es el reflejo de lo divino, está invariablemente llena de imágenes de bondad y de amor. Y declara que la solución de los problemas de la humanidad radica en demostrar la integridad de la verdadera consciencia. Para poder hacer esto, es menester que hagamos diariamente el esfuerzo por mantener nuestra mente llena de pensamientos que sean espiritualmente buenos, como lo es invariablemente la consciencia verdadera, y de ese modo demostrar progresivamente nuestra naturaleza verdadera, perfecta y pura como ideas de Dios.

La Ciencia Cristiana exige lealtad a Dios, el Espíritu divino, de todo corazón, alma y mente. Insiste en que la visión abstracta no es suficiente. En cada paso del camino de la vida cada individuo debe llevar a la práctica esa visión y establecer las armonías que ella incluye en lugar de las discordancias del sentido material.

Luego de haber compartido con Jesús en el monte de la transfiguración la revelación del ser eterno, es muy posible que los discípulos hayan deseado quedarse en ese lugar solitario, lejos de la presiones y de la hostilidad del mundo. Pero Jesús les pidió que fueran hacia las multitudes y pusieran en práctica, mediante su propia experiencia, la visión que tenían del ser espiritual. La Sra. Eddy escribe: “La unidad científica que existe entre Dios y el hombre tiene que demostrarse en la práctica de la vida, y la voluntad de Dios tiene que hacerse universalmente”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 202.

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