Si se piensa en la última década, claramente se ve el énfasis que algunos individuos han puesto en actos de índole radical. Secuestros de aviones, raptos, bombardeos, y aun asesinatos, han sido usados como instrumentos para atraer la atención nacional o internacional. Algunos de estos actos son casos evidentes de hombres y mujeres que se sienten impelidos a tomar medidas extremas para promover una causa que consideran justa.
En agudo contraste, la Sra. Eddy, una clase diferente de radical, pudo escribir: “Sed moderados en pensamiento, palabra y obra. La mansedumbre y la templanza son joyas del Amor, engarzadas en sabiduría. Refrenad el celo inmoderado. ‘Aprended a trabajar y esperar’ ”.Retrospección e Introspección, pág. 79;
Un acto muy común de radicalismo, usado una y otra vez en todo el mundo, ha sido el de secuestrar a personas para usarlas como rehenes. Supongamos a un grupo de radicales tan conmovidos por la pobreza, y aun por el hambre de la gente, que tomen rehenes y exijan del público alimentos para los necesitados. Aun si miles de personas hambrientas pudieran obtener libremente comida, cada una, básicamente, seguiría sin ser alimentada. Y a la larga esos radicales tal vez encontrarían que muy poco se obtuvo para su causa.
La tendencia parece clara. Cuando la injusticia y la iniquidad parecen existir, hay quienes están prontos a buscar soluciones mediante un radicalismo violento. No ven otra alternativa. Pero, ¿hay alguna? ¿Es posible fomentar en el pensamiento humano un radicalismo que aliente en uno una fuerza espiritualmente moderadora y sanadora en lugar de un enfrentamiento, polarización, y a veces violencia destructiva? ¿Hay un radicalismo que traiga no solamente moderación sino, lo más importante, que expulse de la vida humana las injusticias?
Cristo Jesús ofreció esta alternativa. El alimentar compasivamente a cinco mil personas fue un acto profundamente radical. Es obvio que al recurrir a Dios con calma y gratitud para prepararse para esta bendición, Jesús indicó una forma de pensamiento y acción radicalmente distinta. Y, sin embargo, el poder de este enfoque produjo una solución benévola y sanadora para la necesidad humana. El acto de Jesús fue radical, pero también satisfactorio y efectivo.
Tal vez haya quienes se burlen ante la sugerencia de que hoy en día la humanidad pueda llevar a la práctica, con resultados que inevitablemente traen curación, esa clase de pensamiento radical que fuera tan natural para Jesús. Sin embargo, hay muchos que están demostrando esta posibilidad presente. Y también han logrado la profunda convicción de que las verdades que Jesús enseñó son aplicables y apropiadas para las necesidades genuinas de cualquier individuo o grupo; ya se trate de liberación de la opresión, del hambre, de la ignorancia o de cualquier otra forma de limitación material.
La advertencia de Pablo: “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres” Filip 4:5; señala hacia el radicalismo verdaderamente eficaz. El radicalismo que la Ciencia Cristiana enseña y practica trae a las frustraciones humanas profundamente arraigadas una influencia divinamente apaciguadora y enaltecedora que verdaderamente sana. Revela una presencia que libera a los hombres de las injustas condiciones del materialismo.
Jesús sabía que la vida es, fundamental y eternamente, espiritual en vez de material. Por eso reconoció que cualquier necesidad es, en realidad, la de despertar espiritualmente en lugar de la de obtener más cosas o de mejorar condiciones materiales. Esta premisa básica es radicalmente distinta a los sistemas por lo regular aceptados para hacer frente a las necesidades humanas.
Jesús adoró al Espíritu como su único Dios. Más aún, rehusó reverenciar o someterse a las limitaciones de un falso dios — el materialismo. Alimentó a la consciencia hambrienta con un penetrante reconocimiento de que la existencia verdadera del hombre es espiritualmente íntegra y completa. El despertar espiritual que experimentaron los corazones receptivos de hecho cambió las condiciones humanas. En donde parecía triunfar la enfermedad, la salud prevalecía. Donde se experimentaba escasez, aparecía la abundancia.
Cuando las condiciones materiales parecen ser injustas, carentes de equidad y equivocadas, podemos seguir el ejemplo de Cristo Jesús. Podemos recurrir en oración al Espíritu infinito y siempre presente, y reconocer agradecidos la perfección total y presente del Amor divino. Podemos afirmar mentalmente que no hay ni el más mínimo elemento de realidad, poder, lugar o sustancia en lo que sea injusto. Podemos superar el sentido material y limitado de temor y desesperación y obtener cierto grado de percepción e iluminación espirituales que dan una vislumbre de la presencia de la perfección.
“¿Ha alimentado esta visión a las multitudes? ¿Ha dado a la gente libertad? ¿Ha eliminado la ignorancia?” puede uno preguntarse. Jesús demostró para todas las épocas que la curación es inevitable cuando se entiende y acepta humildemente la totalidad de Dios. Paso a paso, quienes buscan y obtienen firmemente este reconocimiento, obtienen evidencias de que es efectivo.
Este enfoque espiritualmente orientado — que conscientemente se dirige hacia la realidad de Dios y Su bondad siempre presente en vez de reaccionar ante las erradas y superficiales circunstancias humanas — por cierto que proporciona cierta medida de libertad individual, pero también prepara el camino para que la humanidad reciba mayores bendiciones.
Jesús comprendió cabalmente la bondad infinita de Dios. A medida que el pensamiento humano admite que lo que Jesús sabía era verdad y acepta las bendiciones que esto trae, las frustraciones de la creencia mortal se disolverán. La injusticia dará lugar a la justicia, la discordancia a la armonía. Las limitaciones de toda clase cederán al poder liberador del Cristo, la Verdad.
La humanidad aprenderá que el verdadero poder y su aplicación a los problemas humanos no está en la fuerza de voluntad sino en la fortaleza de esa espiritualidad radical que no sólo proporciona una cualidad moderada y mesurada en las acciones humanas, sino también curación genuina. Hoy en día muchos están comprobando estas palabras de la Sra. Eddy: “La mansedumbre, moderando el deseo humano, inspira sabiduría y logra el poder divino”.Miscellaneous Writings, pág. 360. 147
