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Liberándonos de la ley ilegal

Del número de abril de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Idealmente hablando nos gusta pensar de la ley como un poder que refleja orden y justicia. Pero, ¿qué decir si alguna ley parece tener un efecto contrario? Por supuesto que es posible que deseemos trabajar humanamente para cambiar o mejorar tal ley de la manera más sabia y práctica, o al menos es posible que tratemos de evitar contender con ella. Pero supongamos que tales esfuerzos fracasen. Consideremos entonces algunos de los factores espirituales que vienen en nuestra ayuda.

En la Biblia abundan historias de aquellos que se liberaron de leyes tiránicas de enfermedad, pecado, accidente, escasez, encarcelación, odio, temor, mal funcionamiento o funcionamiento paralizado. En la literatura del Antiguo Testamento, Job finalmente se liberó de sus muchos sufrimientos, y la salud y la prosperidad le fueron restauradas. Él había aprendido que Dios “todo lo [puede]”. Job 42:2; Daniel, a pesar de que fue sentenciado por el injusto decreto del Rey Darío, queda ileso en el foso de los leones. En los tiempos del Nuevo Testamento, Pablo y Silas cantan alabanzas a Dios a medianoche y las puertas de la prisión les son abiertas; al día siguiente son liberados.

Y cuántas veces Cristo Jesús, el Hijo de Dios, liberó a los humanos de condiciones que limitaban y debilitaban y parecían operar con fuerza de ley. Pensemos en las leyes de la química que fueron puestas de lado cuando convirtió el agua en vino en las bodas de Caná. Leyes de economía, leyes de oferta y demanda, fueron superadas cuando obtuvo de la boca del pez su dinero para el impuesto o cuando alimentó a las multitudes con unos pocos panes y peces. Leyes médicas y de salud, leyes de herencia y de pecado, leyes físicas de tiempo y espacio, no fueron obstáculo para nuestro Mostrador del camino.

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