Cierta mañana, una practicista de la Ciencia Cristiana recibió un mensaje de alguien que, aparentemente, había sido seriamente herido por una máquina muy pesada que cayó sobre él. El vecino que transmitió el mensaje dijo que el hombre había podido liberarse del peso pero estaba en el suelo en un estado semiconsciente.
Inmediatamente, la practicista percibió que la vida, fortaleza y libertad del hombre espiritual y verdadero, nunca proceden de la materia y, por consiguiente, jamás pueden estar en peligro o ser destruidas por la materia. Envió al paciente un mensaje consolador, y luego abrió Ciencia y Salud, donde leyó las palabras de la Sra. Eddy: “Jesús probó que la Vida es Dios, reapareciendo después de la crucifixión, en concordancia estricta con su declaración científica: ‘Destruid este templo [el cuerpo], y Yo [el Espíritu] en tres días lo levantaré.’ Es como si hubiera dicho: El Yo — la Vida, la sustancia y la inteligencia del universo — no está en la materia para ser destruido”.Ciencia y Salud, pág. 27; Cuando finalizó de leer la última cláusula, ella alegremente declaró: “Eso es”.
Pocos minutos más tarde, la persona implicada en el accidente telefoneó para informar que al instante de haberse efectuado el primer llamado, él recobró totalmente el conocimiento e inmediatamente se sintió muy fortalecido. Poco después le fue posible caminar hacia su automóvil y conducir hasta su casa, donde descansó por un rato. Más tarde durante el día, regresó al trabajo donde se mantuvo tan activo y alerta como de costumbre.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!