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Comunión

[Original en portugués]

Del número de julio de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los cultos de Comunión en las filiales de la Iglesia de Cristo, Científico, se realizan dos veces al año (el segundo domingo de enero y de julio). En estos cultos, después de la lectura de la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, el Primer Lector invita a la congregación a arrodillarse en comunión silenciosa. Seguidamente se repite el Padrenuestro en voz alta; luego la congregación se pone de pie y canta el himno “Doxología de comunión”,Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 1; en alabanza y gratitud a Dios. No se utilizan símbolos materiales, excepto el arrodillarse en humildad y reverencia a Cristo.

Es bueno recordar que la comunión con Dios no depende de tiempo o lugar. Él es omnipresente. Fue durante un momento de comunión con Dios que la Sra. Eddy, una fiel seguidora de las enseñanzas de Cristo Jesús, tuvo una curación instantánea de los resultados de un grave accidente. En su obra principal, Ciencia y Salud, dedica un capítulo entero al tema “La Expiación y la Eucaristía”.

Refiriéndose al sacramento de la Eucaristía, dice: “El verdadero significado se pierde espiritualmente, si el sacramento se limita al uso del pan y del vino”.Ciencia y Salud, pág. 32; Más adelante, en el mismo capítulo, explica: “Nuestra Eucaristía es la comunión espiritual con el único Dios. Nuestro pan, ‘que desciende del cielo’, es la Verdad. Nuestra copa es la cruz. Nuestro vino, la inspiración del Amor, la bebida que nuestro Maestro apuró y encomendó a sus seguidores”.ibid., pág. 35;

En el mismo capítulo, tratando el tema de la reconciliación, claramente explica cuál fue la misión del Maestro. Dice: “Jesús ayudó a reconciliar al hombre con Dios dándole al hombre un concepto más acertado del Amor, el Principio divino de las enseñanzas de Jesús, y este concepto más correcto del Amor redime al hombre de la ley de la materia, del pecado y de la muerte por la ley del Espíritu, — la ley del Amor divino”.ibid., pág. 19; Que las enseñanzas de Jesús aún son aplicables hoy y que pueden sanarnos y redimirnos, lo pude comprobar en la siguiente prueba, la cual considero mi momento más hermoso de comunión con Dios:

Era domingo y hora de ir a la iglesia y no me sentía bien. Durante algunos días había estado luchando con un fuerte dolor en la espalda. No había podido hallar alivio ni dormir en mi posición acostumbrada. Estaba indecisa en cuanto a ir a la iglesia o no, por temor a no poder permanecer durante todo el culto. Finalmente decidí ir, pero cuando llegué me senté en un lugar del cual podía salir en cualquier momento sin molestar a otras personas de la congregación.

Comenzó el culto y llegó el momento de la oración silenciosa. Sentí el deseo de orar, y oré con toda la abnegación que me fue posible por el bien de todos, no buscando obtener favores divinos para mí misma.

El culto prosiguió en el orden establecido para las filiales de la Iglesia de Cristo, Científico, y llegó el momento en que el Primer Lector leyó las palabras del segundo himno. Eran las de un poema escrito por la Sra. Eddy, titulado “El Amor”.Himnario, No. 30;

A medida que las palabras eran leídas desde el púlpito, se transformaban para mí en vívidas impresiones de afecto, protección, alegría, paz y unidad. Era como si estuviese asistiendo a un ballet de armonía, ternura y bondad no sólo como espectadora sino como participante.

Al principio me sentí unida a toda la congregación. No eran más amigos, conocidos y extraños. Era como si fuésemos todos uno, en perfecta unidad. Luego una sensación aún más elevada y sublime se apoderó de mi pensamiento. Ese sentido de unidad entre los hombres se transformó en una sensación de comunión con Dios. Sólo hubo una Mente, Dios, y yo no estaba separada de esta Mente. No hubo sensación material, sino sólo la presencia de Dios, el Amor divino, manifestándose, y la idea espiritual, el hombre, en perfecta armonía con la Mente, el Espíritu.

Había tenido un momento de comunión con Dios, y me había sanado. El resentimiento que antes había estado albergando, la incomodidad y el dolor que me habían molestado, desaparecieron completamente.

La manera en que toda esta prueba se desarrolló me trae al pensamiento estas palabras de la Primera Epístola de Juan: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. 1 Juan 4:7, 8.

Fue necesario que primero me reconciliara con mis semejantes. Sólo entonces sentí mi unión con Dios, y esto me trajo la completa curación.

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