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No tema a su cónyuge

Del número de julio de 1977 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Sra. Eddy consideró el matrimonio un tema tan vital que le dedicó un capítulo entero en Ciencia y Salud. Aunque el mensaje de este capítulo tiene un significado de amplio alcance, esté uno casado o no, ella da consejos específicos aquí a los compañeros unidos en matrimonio — consejos tanto sabios como prácticos, guiando el pensamiento suavemente en direcciones más puras, más espirituales. Ella trata con profunda atención puntos que se relacionan especialmente con las necesidades e intereses individuales tanto del esposo como de la esposa. Reconociendo la individualidad dentro de la unidad del matrimonio escribe: “Cumpliendo las demandas diferentes de sus esferas unidas, sus simpatías debieran mezclarse en dulce confianza y alegría, cada compañero sosteniendo al otro, — santificando así la unión de intereses y afectos, en la cual el corazón encuentra paz y hogar”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 59; Ésta es ciertamente una meta ideal.

Es posible que surjan problemas cuando nos dejamos llevar a la deriva, esperando que nuestro compañero satisfaga los anhelos de nuestra vida, nos dé seguridad, se encargue de los ingresos y de nuestro bienestar.

Ver en un esposo cualidades tales como valor, fortaleza, vitalidad; o ver en una esposa amor, pureza y belleza, es algo que nos hace felices. Pero creer que esas cualidades del Cristo se originan en una personalidad humana nos hace limitar o perder de vista esas cualidades. Esperar de un mortal lo que en realidad nos es dado por el Amor inmortal, el Principio divino, oscurece los hechos espirituales y puede ocasionar temor — temor de que esas apreciadas cualidades puedan disminuir o hasta desaparecer. El bien que fluye de Dios nunca desaparece. Es eternamente continuo, constante y abundante.

En realidad, el bien nunca viene de la persona. La realización que satisface y la entereza siempre vienen de Dios. Una esposa o un esposo puede regocijarse y estar agradecido porque Dios ha hecho a cada uno de Sus hijos libre de toda fase del mal. Aun cuando se sienta impulsado a temer uno de los cónyuges, puede negarse a sentirse abrumado o deprimido por un falso concepto personal acerca del hombre perfecto que Dios creó. Necesitamos sinceramente amar la verdad acerca del hijo de Dios.

Pero ¿qué hacer si se presenta una situación en el matrimonio en que uno de los cónyuges tema al otro? Tal vez una esposa caiga en la actitud tradicional de que, por timidez, esconda sus pensamientos y prácticas religiosas o no se sienta apta para cooperar al tomar decisiones. Tal vez el esposo sienta las presiones y los temores de tratar de conseguir los ingresos adecuados. En una situación grave, uno de los cónyuges puede temer las consecuencias del problema de alcoholismo que pueda tener su compañero en el matrimonio. El abuso físico o la negligencia puede ser la consecuencia para la esposa. El abuso mental o la negligencia puede ser el resultado para el esposo.

Hay una solución sanadora a disposición del compañero que tiene temor. “Pero, espere”, puede usted decir, “la solución sanadora debe ser de mi cónyuge. Es la culpa de él (o de ella). Después de todo, es por mi cónyuge que yo tengo temor”. ¿Es realmente cuestión de culpa? ¿No es más bien cuestión de ver quién está dispuesto a expresar una mayor receptividad espiritual — dispuesto a escuchar claramente a Dios — para discernir Su presencia y poder, para que ceda el problema?

El temor no es realmente el resultado de lo que el esposo o esposa esté haciendo o pensando. Tal temor es sencillamente evidencia de una sutil suposción de que el bien se origina en un mortal y que depende de él. Es una preocupación de que el bien sea negado. Podemos estar profundamente agradecidos de que jamás está uno desamparado por lo que pueda considerarse el fracaso de otro de expresar la más alta potencialidad en su vida. La esposa (o esposo) que tiene un claro entendimiento de los hechos espirituales, recurre de todo corazón a Dios y lo ve a Él como el verdadero origen de toda justa, pura, buena cualidad.

La Ciencia Cristiana le dice al esposo o a la esposa en tal caso: Nunca hay que intimidarse por las acciones del cónyuge. Más bien, hay que ver al compañero como amado de Dios. Las cualidades espirituales que originalmente usted percibía en el compañero, todavía están allí para ser amadas. ¿Y, hay acaso quien pueda estar en mejor posición para reconocer y apreciar esas cualidades?

La Biblia revela que “en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor”. 1 Juan 4:18; Ahora y aquí el Amor es el único poder — la única presencia. El Amor es el compañero completo y perfecto. El ceder a esta verdad bendice y eleva un matrimonio. Trae armonía, respeto y paz a las relaciones.

Por supuesto que está muy bien no tener temor en el matrimonio y prosperar sobre una base sólida. Aun el más oscuro elemento del miedo necesita ser eliminado, y puede hacerse. La Sra. Eddy nos proporciona algunos términos muy significativos en su definición de “temor”. Dice así: “Calor; inflamación; ansiedad; ignorancia; error; deseo; cautela”.Ciencia y Salud, pág. 586. A la luz de tal definición, ¿cuántos de nosotros estamos totalmente libres de temor? ¿Nunca nos enfrascamos en una discusión acalorada, o una que inflame las emociones humanas? La compasión y la comprensión alivian tal temor. ¿Nunca abrigamos un fuerte deseo de que nuestro esposo o esposa se rinda a nuestra voluntad personal? El reconocer que la voluntad de Dios inevitablemente se hace, pone término a tal deseo, con sus dudas e incertidumbres. A cualquiera de los esposos que hable y actúe con seguridad y equilibrio basados espiritualmente, les trae una respuesta mucho más positiva de lo que haría una actitud resguardada y cautelosa.

Es supremamente natural amar lo que Dios revela de Sí mismo. Estemos agradecidos que Él se revela a Sí mismo permanentemente, y no temporalmente. Con ternura y no con brusquedad. Con pureza y no con vulgaridad. Mediante cualidades espirituales individuales, y no por medio de personalidad humana. La revelación que Dios hace espiritualmente de Sí mismo hace prosperar a los compañeros en el matrimonio que aman lo que están comenzando a aprender, no sólo acerca de su propia naturaleza verdadera sino también acerca de la verdadera naturaleza del otro.

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