Los escritos de la Sra. Eddy son una constante fuente de fortaleza y una guía para mí. Han sido la base para la curación en muchas oportunidades.
Mis primeras curaciones en la Ciencia Cristiana fueron de dolores de cabeza, resfríos, catarros, afección a la bebida y a fumar. En este último caso, un día me di cuenta de que no había fumado un solo cigarrillo en todo el día y que el deseo de fumar había desaparecido. He perdido el temor de manejar un vehículo, al comprender que Dios es la única causa, que gobierna todo efecto, y esto nos protege de los accidentes; el amor al prójimo puede entenderse como la ley universal de la carretera, en constante operación. La Sra. Eddy dice en la página 113 de Ciencia y Salud: “La parte vital, el corazón y el alma de la Ciencia Cristiana, es el Amor”. Ha sido una alegría aprender que aun los himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana son oraciones sanadoras.
Nuestros hijos por lo general han estado libres de accidentes y de las tal llamadas enfermedades de la infancia. Cuando alguna enfermedad apareció, fue leve, y era sanada cuando perdíamos el temor. En una ocasión en que nuestro hijito tenía fiebre y se sentía mal, la fiebre desapareció instantáneamente cuando recurrí a Dios, sabiendo que Él llenaba todo el espacio con Su perfección y que no había otra mente que expresara imperfección.
En una época en que temía estar sola y sentía que mi vida carecía de dirección, sufría de lo que me parecía ser cáncer en la piel. Antes de comenzar a estudiar Ciencia Cristiana fui operada de esta condición. Desde que había aprendido a conocer a Dios, mi temor a esta enfermedad iba desapareciendo. Reconocí que la base de la enfermedad en mi caso era el temor. Cuando las verdades de la Ciencia Cristiana reemplazaron mi sentido de alarma, la condición desapareció en cuatro días. Estoy agradecida de poder decir que cuando pedí tratamiento a una practicista de la Ciencia Cristiana, sané de una condición del riñón que me había molestado por más de un año. También me abandonó el sentido de separación de Dios. Leemos en Ciencia y Salud (pág. 162): “El efecto de esta Ciencia es incitar la mente humana a un cambio de base, sobre la cual puede ceder a la armonía de la Mente divina”.
Una mañana de Navidad nuestra hijita salió a dar un paseo en su bicicleta. Algunos vecinos estaban jugando fútbol enfrente de nuestra casa. Uno de ellos al retroceder para agarrar la pelota, chocó con ella haciéndola caer. Se golpeó la cabeza contra el pavimento y entró en la casa llorando. Era necesario cambiar el cuadro que yo veía. Comencé por perdonar a mis vecinos, sabiendo que Dios no permitiría, no podía permitir, que nada de Su creación fuese dañado. Debido a que la niña mostraba señales de concusión llamé a una practicista para que la tratara, y ella me aseguró que ni la Mente ni su idea jamás podían caerse. Dejamos a la niña a solas para que se durmiera. Aunque estuvo inconsciente y delirando el resto del día, permanecimos calmados y pudimos tranquilizar a nuestros vecinos que venían a decirnos cuánto lo sentían. Al atardecer busqué unas publicaciones que aún no había leído; le di el Christian Science Sentinel a mi esposo y yo tomé un ejemplar del The Christian Science Journal. Mi esposo leyó un testimonio que trataba sobre una curación de un caso similar al de nuestra hija, y yo un artículo sobre Mente. Esto me ayudó a darme cuenta de que, lo que yo evidenciaba como daño, era falso, lo opuesto a la armonía y perfección de la idea de Dios; lo cual yo sabía que era la niña.
Esa noche pensé en todas las verdades que había estado meditando durante el día. Una vocecita me llamó de la habitación contigua. Entré y vi a nuestra hijita sentada y hablando coherentemente. Me regocijé al saber el verdadero significado de Navidad, y por el gran regalo dado a la humanidad, el Cristo sanador, que llena toda necesidad humana en todas las épocas y en toda forma. Estoy agradecida que a pesar de lo difícil que a veces parezca el camino, la Ciencia Cristiana enseña y demuestra que Dios está con nosotros.
La instrucción en clase ha hecho nuevas todas las cosas para mí. Estoy muy agradecida a Dios por Sus fieles servidores, los practicistas de la Ciencia Cristiana, que nos ayudan cuando lo necesitamos, y por el amor de La Iglesia Madre, que abraza al mundo.
Arleta, California, E.U.A.
