Cuando se necesita construir una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, se “edifica” primeramente en el pensamiento de sus miembros — se edifica con ideas correctas (las cosas que no se ven)— y entonces se edifica materialmente, viniendo así a ser un símbolo visible (las cosas que se ven), de las ideas.
Podemos pensar de tal iglesia como construida por las demostraciones de cada miembro — demostraciones de la Ciencia Cristiana en la curación de la enfermedad, del pecado, de la escasez y de las discordancias, así como también demostraciones de un amor más grande para Dios y para el hombre. Estas demostraciones nos hacen expresar más paciencia en nuestras relaciones con nuestro prójimo, más virtudes cristianas, manifestadas en bondad invariable, unidad de esperanzas y aspiraciones, una mayor cooperación y un amor más abnegado. Éstas son las evidencias del poder sanador siempre presente del Cristo, la Verdad.
Hay pasos que tomar para que esta iglesia se evidencie en toda plenitud. El primero, y uno que es continuo, es la oración — afirmando, sin reservas de ninguna naturaleza, el Cristo real y eterno, la Verdad, que triunfa sobre la adversidad, la limitación y la duda y destruye la apatía de la manera de pensar materialista que se opone a todo desarrollo espiritual. Por más difícil e imposible que parezca ser una situación, podemos saber que el Espíritu es el único diseñador, el verdadero arquitecto, que dirije los deseos inexpresados y los encauza en la dirección justa, para que se pueda realizar todo propósito correcto, expresando la infinita sustancia del Espíritu.
Otra necesidad es la de inspiración. Ella nos ayuda a cultivar cualidades a la semejanza del Cristo, tales como sabiduría, ternura, perseverancia, valor, confianza en el amor de Dios. Estas cualidades demuestran que nuestra consciencia está abierta al bien y cerrada al error, abierta a todo lo que es espiritual y eterno y cerrada a todo lo que es egoísta.
Por medio de la inspiración obtenemos la comprensión de que Dios, la Mente divina, está siempre presente, la única inteligencia verdadera. Debido a que la Mente lo sabe todo, no hay un lugar donde no haya suficiente inteligencia o donde no esté siempre disponible. Los miembros de una iglesia — todos aquellos que están progresando en la comprensión de lo que es Dios y Su creación — pueden demostrar el infinito alcance de la inteligencia de la Mente. La idea correcta que se necesite, la actividad adecuada que se requiera, el proceder exacto a seguir, siempre pueden hallarse. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: “La Ciencia Cristiana revela de modo incontrovertible que la Mente es Todo-en-todo, que las únicas realidades son la Mente y la idea divinas”.Ciencia y Salud, pág. 109;
Otro paso más adelante es la acción, es decir, poner en práctica nuestra oración e inspiración. Podemos emular al Apóstol Santiago, que dijo: “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. Sant. 2:18;
La vida de Cristo Jesús fue un ejemplo magnífico de actividad correcta. Aun a los doce años se ocupaba de los negocios de su Padre celestial, como él lo dijo. Durante sus tres años de vida pública, dio pruebas constantes de la acción ininterrumpida de la Vida, curando enfermos y resucitando muertos. Finalmente, con su resurrección demostró en el más alto grado la omniacción de la Vida. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe: “Jesús probó que la Vida es Dios, reapareciendo después de la crucifixión en concordancia estricta con su declaración científica: 'Destruid este templo [el cuerpo], y Yo [el Espíritu] en tres días lo levantaré.' Es como si hubiera dicho: El Yo — la Vida, la sustancia y la inteligencia del universo — no está en la materia para ser destruido”.Ciencia y Salud, pág. 27.
La omniacción divina del Amor es la fuente inagotable de recursos para toda necesidad humana. El Amor es la provisión ilimitada, la abundancia, la verdadera sustancia. El Amor es el proveedor imparcial y desinteresado que bendice a uno y a todos. El Amor es la Vida y la Verdad infinitas. El Amor no tiene barreras. No sabe de intereses mezquinos ni de justificación propia. Glorificamos y amamos a Dios al amar a nuestros semejantes, viendo la verdad de que todo el ser es tan perfecto y puro como el Amor lo creó. Podemos dejar que el Amor divino llene nuestros corazones con la verdadera hermandad, bondad, compasion, humildad y pureza, y con un inagotable caudal de gratitud a Dios.
El Amor es el verdadero capital que aumenta a medida que se utiliza. Una clara percepción de la afluencia del Amor destruye los falsos conceptos de restricción y limitación y corrige la búsqueda infructuosa de soluciones humanas. En el reino de Dios no existe el fracaso. En el reino de Dios siempre existe la abundancia del Amor; por lo tanto, todo lo que necesitamos está siempre al alcance. A medida que nos vamos percatando del hecho de que el Amor divino gobierna la idea espiritual de Iglesia, nuestras filiales prosperarán, porque Dios es el único poder.
