Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Aun cuando conocía la Ciencia Cristiana por algunos años, no fue hasta...

Del número de febrero de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Aun cuando conocía la Ciencia Cristiana por algunos años, no fue hasta 1944 que realmente me dediqué a estudiar esta Ciencia. Desde entonces he tenido hermosas curaciones mediante mi confianza en Dios; algunas instantáneas, otras con el fiel trabajo de algún practicista de la Ciencia Cristiana, y otras después de un largo período de oración y estudio.

Hace algunos años, una excrecencia comenzó a crecerme en una rodilla y una hinchazón dolorosa me apareció detrás de la rodilla, lo que me hacía difícil caminar. Un familiar, que no está interesado en la Ciencia Cristiana, vio mi condición un día y se alarmó tanto que, sin yo saberlo, llamó a un médico para que fuera a mi casa. Yo no vi al médico, pero esta acción y preocupación de mi familiar me hizo ver que la curación debía realizarse rápidamente y mediante la Ciencia.

Al siguiente fin de semana asistí a la reunión anual de una asociación de estudiantes de la Ciencia Cristiana. Durante ese día esuchamos cómo una practicista sanó a su hermana de un tumor al invertir en su oración todo aspecto aflictivo que había formado parte de la experiencia de su hermana, reemplazándolo con la realidad espiritual que ella sabía existe en la Ciencia divina.

Sentí fuertemente que éste era un mensaje de Dios para mí, y a la noche siguiente me di un tratamiento de manera similar. A la mañana siguiente la excrecencia se había reducido a la mitad de su tamaño. Repetí el tratamiento en la tarde siguiente, y en la mañana la excrecencia y la hinchazón habían desaparecido completamente, y la rodilla ha permanecido normal. Simultáneamente, una pesadez y depresión que había sentido fueron completamente reemplazadas por una alegría y felicidad duraderas.

En otra ocasión un fuerte viento cerró de golpe la puerta de mi automóvil y me atrapó uno de los dedos. Pasaron algunos segundos antes de que pudiera sacarlo, luego el dedo se veía aplastado y me dolía intensamente. Lo envolví en un pañuelo. Yo tenía que hacer un viaje de importancia y pensé: “Esta curación tiene que realizarse inmediatamente”.

Pensé en lo que Cristo Jesús dijo con referencia al término “dedo”, según leemos en Lucas (11:20): “Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”. En esta ocasión el “dedo de Dios” significó para mí el más leve toque. Me di cuenta de que el más leve toque de la verdad del ser espiritual era capaz de sanar esta condición. Pensé por algunos momentos en la primera parte de esta declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud (pág. 449): “Un grano de Ciencia Cristiana hace maravillas por los mortales, tan omnipotente es la Verdad, pero hay que asimilar más de la Ciencia Cristiana para perseverar en el bien hacer”.

Entonces hice partir el motor y el pañuelo se cayó. El dedo estaba tan completamente bien que no habría podido decir por la apariencia cuál había sido el dedo lastimado.

En numerosas ocasiones he experimentado la tierna protección y guía de Dios. También, durante una hermosa visita que hice a La Iglesia Madre en 1952, fui sanada de un temor extremo a conocer extraños. El amor y la hospitalidad que encontré durante mi estada en Boston, cumplieron las palabras de Jesús (Mateo 25:35): “Fui forastero, y me recogisteis”. Progresé mucho debido a esta visita.

Estoy muy agradecida a Dios por todos los aspectos de este movimiento de alcance mundial y por la Sra. Eddy, a quien Dios reveló la Ciencia Cristiana, que ha resultado en grandes bendiciones para la humanidad.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / febrero de 1978

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.