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Identificando el pronombre personal

Del número de febrero de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Muchas declaraciones de las obras de Mary Baker Eddy son tan cautivantes, incisivas y penetrantes — tan contrarias a las opiniones humanas comúnmente aceptadas — que nos hacen detenernos a reflexionar cuando las encontramos. Pero en todas ellas reina una luminosa atmósfera de amor. Vemos que la Sra. Eddy está constantemente esforzándose por ayudar al lector a percibir la verdadera identidad espiritual del hombre y a rechazar, desde este punto de vista más elevado, la creencia material limitada que es causa de enfermedad, según la cual el hombre es sólo un animal con una mente o ego propios, distintos de Dios, el Espíritu infinito, la Mente — o Ego — única y universal.

En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras la Sra. Eddy formula esta declaración breve y tajante, pero muy importante: “El Yo es el Espíritu”.Ciencia y Salud, pág. 249; ¡Reflexionemos! No se trata de un pequeño “yo” llamado usted, ni de un espíritu o mente diminutos llamados “mi”, sino como lo da a entender la Biblia, se trata de un único Espíritu infinito, un único e ilimitado Ego, consciente de sí mismo, en quien vivimos y que nos imparte toda la vida, inteligencia y acción que poseemos.

Entonces, en realidad, el único que puede identificarse como “Yo” es el Principio creador e inteligente del universo. Nuestro verdadero ser espiritual está genuinamente consciente de sí mismo porque individualiza la inteligencia de la Mente que lo es Todo, el único Ego. El hombre puede decir “yo” sólo porque refleja el conocimiento que Dios tiene de Sí mismo.

Esto nos hace ver que el hombre real posee identidad eterna, pero que esta identidad nada tiene que ver con el pequeño ego mortal que parece pensar, hablar y sentir por medio de una mente centrada en el cerebro. Este concepto del hombre es la ilusión de la personalidad humana que, disfrazada, pretende estar consciente de sí misma. Es el hombre que la mente mortal ha soñado, el espejismo mediante el cual el magnetismo animal quisiera que fuésemos esclavos de la enfermedad, la muerte y el pecado.

Este falso sentido del ser es lo que promueve el uso descuidado del pronombre personal. Por ello, debemos estar alerta y ser cuidadosos al usar la palabra “yo”. Así, nunca podrán engañarnos las sugestiones satánicas: “Yo estoy cansado, enfermo o deprimido”, si comprendemos que el único Yo soy es el Principio que vivifica nuestro ser. A decir verdad, lo único que está realmente consciente o activo, lo único que ocurre en el lugar mismo en que estamos, es la Mente sola y única que expresa su propia fuerza, bondad, paz y armonía. Y como reflejos individuales de este Ego divino todos manifestamos estas cualidades concordantes.

La Sra. Eddy dice: “El entendimiento de que el Ego es la Mente, y que sólo hay una Mente o inteligencia, comienza inmediatamente a destruir los errores del sentido mortal y a proveer la verdad del sentido inmortal. Este entendimiento armoniza el cuerpo; hace que los nervios, los huesos, el cerebro etc. sean siervos en lugar de amos. Si el hombre es gobernado por la ley de la Mente divina, su cuerpo está en sumisión a la Vida, la Verdad y el Amor eternos”.ibid., pág. 216;

Cristo Jesús probó esto mejor que nadie. Estaba tan consciente de su ser verdadero, el Cristo, tan claramente comprendía que la única Mente era el propio “Yo” de su ser, que le dijo a Felipe: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Juan 14:9;

Este conocimiento era el fundamento de las poderosas obras de Jesús. Al silenciar la altivez y la obstinación en sí mismo, Jesús liberó su pensamiento de la opacidad del egotismo. Esto le permitió ver el reflejo del gran Yo soy en todos los que vinieron a él en procura de curación. Le permitió penetrar la niebla de la creencia mortal y percibir las cualidades del Cristo inherentes a todos los hijos de Dios. Jesús sabía que el hombre nunca es Dios pero que la Mente del hombre es Dios y, como reflejo de la Mente, cada individuo expresa la inteligencia, salud, fuerza — la capacidad infinita — de la naturaleza divina.

¡De qué manera tan radical cambia nuestra demostración de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) cuando, como Jesús, nos vemos a sí mismos y a los demás desde el punto de vista correcto! La mente mortal no puede corregir sus propios errores. Por lo tanto, para encontrar la armonía y el progreso que buscamos debemos abandonar un sentido material y personal de la mente y de la vida y reconocer humildemente que Dios es lo que siempre ha sido, lo que ahora es y lo que siempre será — la sustancia, Vida e inteligencia de nuestro ser. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, hace hincapié en esta vital necesidad en todas sus obras, y en Ciencia y Salud pregunta con conmovedora paciencia: “¿Cuándo entenderán las generaciones al Ego, comprendiendo que no hay más que un solo Dios, una sola Mente o inteligencia?” Ciencia y Salud, pág. 204;

Sentir y saber que somos en Dios, pensando desde el punto de vista del Ego creador como el todo de nuestro ser, nos ayuda a elevar nuestro pensamiento por encima del egoísmo y la sensualidad. Nos impele a elevarnos progresivamente por encima del materialismo en todas las facetas de nuestra vida. ¡Y cuán importante es que comencemos desde este punto de vista científico, por pequeña que sea ahora nuestra comprensión o demostración !

Cuando humildemente reconocemos quien es, en realidad, el “Yo” de nuestro ser, nunca tratamos de personalizar una actuación competente. Si tratamos de inflar el ego humano estamos, en efecto, separándonos de la única y singular fuente de inteligencia y capacidad genuinas. La vanidad, el engreimiento y el egotismo tienden a acentuar la creencia en una mente separada de Dios y, por lo tanto, oscurecen nuestro sentido de unidad con el Ego verdadero, la Mente divina.

Una persona egotista da a veces la impresión de confianza y serenidad; sin embargo, es una impresión falsa, una mera apariencia que suele ocultar un latente sentido de insuficiencia. Por otra parte, el camino de la humildad es el sendero seguro y cierto que lleva a un genuino dominio de sí mismo y a una callada confianza. Al silenciarse el sentido falso y personal del “yo”, el ser genuino se manifiesta más y estamos más conscientes de nuestra unidad con la habilidad y capacidad de la única Mente.

Pablo tuvo que aprender la importancia de obrar desde este punto de vista más elevado. En lugar de confiar en un sentido humano y limitado de inteligencia y capacidad, Pablo dijo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filip. 4:13. Mediante su comprensión del Cristo — de su ser espiritual real y la unidad de éste con Dios — Pablo recibió la fortaleza e inspiración para realizar sus obras monumentales.

Es posible que muchas veces en sus viajes misioneros, Pablo haya sentido la tentación de poner fin a sus trabajos y abandonar la obra. El causante de la tentación, un sentido mortal del ego, probablemente le habló a él, como parece hablarnos a muchos de nosotros, vinculando la pequeña palabra “yo” con la fatiga y el desaliento. Sin embargo, el apóstol no escuchó estas sugestiones. Pablo usó correctamente el pronombre personal al afirmar: “Todo lo puedo [yo] en Cristo”.

Dios es el conocedor, el hacedor y el sanador en todos los casos; en la medida en que dominamos el sentido personal — la afirmación de este falso sentido del “yo”— experimentamos la paz que eleva, sana y alivia, la paz del único e infinito Yo soy, el Amor divino. Al captar el significado más profundo del pronombre personal, vemos desaparecer las limitaciones y sentimos la plenitud y satisfacción que sólo provienen del sentido espiritual.

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