La oración generalmente es una experiencia muy apacible, muy tranquila y enaltecedora, en la cual no se hace hincapié sobre el cuerpo material. El tratamiento eficaz, por medio de la oración, nace de una más profunda comprensión de la espiritualidad pura del hombre y de su relación con Dios, el Alma. El estar cada vez más consciente de que Dios es el Alma infinita y siempre presente tiene consecuencias importantes en el tratamiento por la Ciencia Cristiana.
El estar unido al Alma es estar conscientemente en paz. El sosiego y la tranquilidad son concomitantes de la totalidad del Alma. Dentro de esta atmósfera mental, el reconocimiento de la realidad viene al pensamiento sin esfuerzo, y el efecto es la curación. La discordia es esencialmente el clamor del sentido material. Siendo así, la quietud del Alma inevitablemente sana.
Porque el Alma imparte la percepción del cielo mismo, la armonía perfecta empieza a penetrar aquella vida que está siendo despertada por el Alma. Podemos empezar a experimentar una sensación plena de seguridad. Una sosegada y serena obediencia a Dios. Una serena confianza en Su bondad.
Inspiración, novedad y originalidad emanan del Alma. Ideas santas son provistas abundantemente dentro de la verdadera consciencia. El Alma es Espíritu. Y el Espíritu es simbolizado por fortaleza y poder. La dulzura inspirada por el Alma es un poder supremo en el tratamiento por la Ciencia Cristiana.
Algunas veces, sin embargo, el paciente debe ser sacudido firmemente para sacarlo de un estupor mesmérico. El poder del Espíritu, propiamente expresado en un caso tal, puede ser un choque decisivo para las creencias mortales de discordia.
Tal choque es muy diferente del de su falsificación — los esfuerzos materialmente basados que son empleados algunas veces en tratamientos médicos. La práctica médica de producir un choque por medio de electricidad, o medicamentos, para resucitar un cuerpo medio muerto o la administración de la terapéutica por medio de choques para ciertas enfermedades mentales sería completamente ajeno para quienes desean que todas sus necesidades de salud sean atendidas por medios espirituales solamente.
Si bien el médico que recurre a remedios materiales puede pensar que es necesario producir un choque en el cuerpo, el sanador metafísico reconoce que la necesidad genuina puede consistir, en un momento dado, en producir un choque en la mente mortal — es decir, en la creencia de que hay mente en la materia.
La Sra. Eddy escribe: “La electricidad es el excedente violento de la materialidad, que falsifica la verdadera esencia de la espiritualidad o verdad, — siendo la gran diferencia que la electricidad no es inteligente, mientras que la verdad espiritual es Mente”.Ciencia y Salud, pág. 293; El médico que usa remedios materiales, y que cree que la vida está en la materia y procede de ella, considera natural el intento de administrar un excedente violento de esa llamada sustancia, a ciertas partes del cuerpo como remedio curativo. Mas la verdadera necesidad del paciente es ser bendecido por el poder inteligente del Espíritu. Y esa bendición, comunicada a veces vigorosamente, sí produce un choque en la atrincherada creencia mortal.
Bajo el encabezamiento marginal “Despertad al paciente” encontramos la descripción que da la Sra. Eddy a tal procedimiento: “Si se hace necesario sacudir la mente mortal para romper su sueño de sufrimiento, decidle con vehemencia a vuestro paciente que tiene que despertar. Desviad su atención del falso testimonio de los sentidos hacia las realidades armoniosas del Alma y del ser inmortal”. Y la descripción continúa más adelante: “En el caso de que sacudáis de este modo la mente mortal con el objeto de librarla de sus falsas creencias, haced saber después al paciente vuestro motivo para esta sacudida, explicándole que su fin era facilitar el restablecimiento”.ibid., págs. 420–21;
Como con cualquier elemento en el tratamiento por la Ciencia Cristiana, la honradez nos exigiría actuar, no artificialmente, sino gracias a una convicción inspirada por Dios y profundamente arraigada. Si tal acción poco común llegara a ser apropiada, será el motivo puro del Amor divino el que nos impulsará a llevarla a cabo. Entonces será la Palabra de Dios, hablada y escuchada, la que despertará al paciente y no un determinado esfuerzo personal.
El ministerio sanador de Cristo Jesús estaba profundamente caracterizado por su gran amor para con Dios y el hombre. Sus actividades inspiradas por el Alma manifestaron eficazmente la tierna presencia del Cristo una y otra vez. Con todo, se dieron casos específicos en los cuales Jesús refutó profunda y enérgicamente el mal o exigió con firmeza al individuo que se deshiciera de sus ataduras. Un claro ejemplo en el cual podría decirse que Jesús despertó el pensamiento del paciente mediante una vigorosa llamada a acción fue la resurrección de Lázaro de entre los muertos. Ante todo, Jesús dio gracias a Dios. La Biblia relata: “Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lazaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas... Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir”. Juan 11:43, 44;
La desatadura del pensamiento del paciente de las ilusiones de la muerte no pertenece exclusivamente a la era cristiana temprana. La Sra. Eddy fue llamada una noche en busca de ayuda después de que tres de los miembros del personal de su casa no pudieron revivir a Calvin Frye, un leal trabajador que aparentemente había muerto. Uno de los allí presentes asienta: “La Sra. Eddy, que ya había cumplido los ochenta y siete años, ordenó al Sr. Frye, con voz de autoridad, que se levantara, que despertara de su falso sueño. Al comienzo no halló respuesta, pero esto no la desalentó. Redobló sus esfuerzos y a gran voz le ordenó que despertara”. Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1966), pág. 58. En pocos instantes el Sr. Frye se movió, y después caminó a su cuarto, durmió durante toda la noche y estaba trabajando activamente al día siguiente, totalmente sanado.
El Científico Cristiano no hace uso de la materia o de declaraciones huecas para producir un choque en el cuerpo, pero sí se dirige — algunas veces audiblemente, algunas veces en silencio, pero siempre con autoridad y decisivamente — a la mente mortal. Cuando es necesario, denuncia vigorosamente la mentira específica y contraria al hombre perfecto creado por Dios y exige convincentemente al paciente que responda a la única fuente del ser — la Vida eterna.