Cuando en mi trabajo me dijeron que ya no me necesitaban más, en un momento en que los empleos parecían no existir, me sentí desorientado, deprimido y temeroso. El panorama se veía, por cierto, muy oscuro. Mis obligaciones para con mi hogar me preocupaban. El éxito y la seguridad aparentaban ser un sueño inalcanzable. Tratar de buscar otro empleo parecía ser como ir en pos de lo imposible, ya que la depresión en mi línea de trabajo era general. La perspectiva de asociarme con dos amigos en un negocio tentativo me parecía imprudente y desprovista de toda posibilidad de éxito.
Como antes había conocido la Ciencia Cristiana y había aprendido algo de sus enseñanzas, recurrí a Dios y oré para tener consuelo y dirección. Casi inmediatamente la oración cambió mi perspectiva mental. El pensamiento de calamidad se desvaneció y pude ver que las circunstancias no eran precisamente una tragedia. Más bien eran una oportunidad para poner en práctica los ideales que desde mis años escolares había abrigado con relación a los negocios.
Un mundo nuevo se abrió ante mí, lleno de genuina esperanza y confianza. Mi gratitud no tuvo límites. Comprendiendo que había sido divinamente guiado, acepté de inmediato la invitación de mis dos amigos de asociarme con ellos. La sabiduría de haberme dejado guiar así fue comprobada irrefutablemente por el éxito final de la empresa — un éxito que fue posible aun en medio de condiciones materiales extremadamente desfavorables y cuando las perspectivas no podían haber sido más desalentadoras.
Verdaderamente, cuando el hombre mortal ha llegado “al extremo de su cuerda” por así decirlo, o al final de los recursos finitos, a menudo ello marca el comienzo de su comunión más íntima y más consciente con Dios. Así ocurrió conmigo. El salmista dice de Dios: “Has cambiado mi lamento en baile; desataste mi cilicio, y me ceñiste de alegría”. Salmo 30:11;
“Pero”, alguien puede decir, “he orado a menudo a Dios para recibir Su ayuda y Su dirección cuando me he encontrado en dificultades, pero no he tenido respuesta”. En tales casos es bueno examinar a fondo la naturaleza de nuestra oración. ¿Es ella parcial y está envuelta en dudas de si Dios contestará? ¿Planeamos sobre cómo Él debiera o podría contestar, o, por el contrario, tenemos la suficiente amplitud de pensamiento para seguir Su dirección aun cuando ésta no parezca estar de acuerdo con nuestras nociones preconcebidas o con la evidencia presentada por las condiciones materiales? ¿Estamos realmente dispuestos a ser guiados por Él en vez de por la voluntad humana?
Volverse a Dios en la forma en que los niños pequeños a menudo se vuelven a sus padres en busca de su afectuosa dirección y cuidado, nos ayuda a comprender la actitud que debe acompañar a nuestra devota oración a Dios. En cada aspecto de nuestro diario vivir la mano guiadora de Dios sólo está esperando que estemos preparados y dispuestos a renunciar a nuestros erróneos conceptos de la vida y ceder a Sus caminos. Los pasos guiados por Dios conducen a un sentido más seguro de la vida, más tranquilo y libre de preocupaciones. No nos dejemos engañar por la creencia mortal de que de nosotros mismos podemos tomar decisiones infalibles. Cristo Jesús, el Mostrador del camino, dijo: “Nada hago por mí mismo”. Juan 8:28;
Las enseñanzas de la Ciencia Cristiana explican que el hombre es la idea, o expresión directa, de Dios, la Mente divina; por lo tanto, en su ser verdadero el hombre es inseparable de la dirección de Dios. El sentido material, por su misma naturaleza, ignorante de este Principio, o poder y presencia directivo y gobernante, trataría siempre de alejar, no de acercar a Dios, al corazón afligido y no iluminado espiritualmente. Individual y colectivamente esta dirección infalible está siempre al alcance para sacar a luz el reino de los cielos aquí y ahora. No hay duda de que siempre “la necesidad del hombre es la oportunidad de Dios”.
Guiados por la voluntad propia en lugar de por el Amor divino, podemos encontrarnos en la oscuridad de la confusión en lugar de en la luz de la gozosa gratitud. Cuando nuestra visión de la vida está en conformidad con la realidad de la Verdad, y no contaminada por los errores vanos y engañosos del pensamiento mortal, la naturalidad de la dirección del Amor se hace más evidente. El pensamiento confuso, que es el resultado del temor y la duda, y de la indecisión con sus malos efectos, dejará de ser un obstáculo. Cuando el pensamiento está guiado divinamente, se evita el tener que comenzar de nuevo o el caer en vanas lamentaciones.
Puesto que el hombre es inseparable de Dios, la Mente divina, como Su directa expresión o idea (causa perfecta y efecto perfecto, como lo dice la Biblia y lo explican las enseñanzas de la Ciencia Cristiana), la discordancia de cualquier clase es una indicación segura de que esa relación armoniosa no se ha mantenido en el pensamiento.
¡Cuán lógico y natural es volverse devotamente a la Mente divina para ser guiados! Un componente esencial de esta clase de oración — en verdad de toda oración — es la humildad. Esta cualidad brilló naturalmente a través de la vida y obras de Cristo Jesús. Su clara comprensión de la relación del hombre con Dios la sacó a luz.
Cada problema que enfrenta la humanidad tiene su aparente base en la conclusión equivocada, o falsa creencia, de que el hombre es una entidad que existe aparte de Dios. Cuando esta falsedad se corrige mediante instrucción e iluminación espirituales y uno es gobernado y guiado por Dios, uno está en la ruta que conduce hacia una vida libre de toda desarmonía. No importa cuál sea la naturaleza del problema — ya sea desempleo, enfermedad, carencia, soledad o cualquier otra discordancia — esta Ciencia, comprendida y aplicada, nos conducirá al remedio perfecto y permanente: la Verdad.
Cuando se dice que la discordancia o la falta de armonía de cualquier clase es el resultado del concepto equivocado que uno abriga acerca de la vida, tal explicación le parece increíble al pensamiento que no ha sido tocado por la inspiración espiritual. Sin embargo, comprender en cierta medida a Dios y Su perfecta creación y dejarse gobernar y guiar de acuerdo con esta comprensión, eliminará las dudas con respecto a la veracidad de esta declaración. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “En realidad el hombre goza de gobierno propio sólo cuando es dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos”.Ciencia y Salud, pág. 106;
La dirección infalible de Dios está aquí para que la aceptemos. Con nuestra mirada mental puesta en la dirección correcta, podemos someter nuestra vida al designio de Dios. El resultado será liberación progresiva del mal y de la discordancia. Aceptar la afectuosa invitación del cristiano por excelencia es verdadera sabiduría: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”. Mateo 11:28, 29.