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LA CONTINUIDAD DE LA BIBLIA

[Serie de artículos que indica cómo se ha revelado progresivamente el Cristo, la Verdad, en las Escrituras.]

David el Salmista

Del número de marzo de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El nombre de David está tan estrechamente ligado con el libro de los Salmos que bien podríamos considerar su relación con estos hermosos poemas tan conocidos. En la versión King James de la Biblia, aparecen en prosa; pero muchos de los traductores más recientes los han puesto en forma métrica.

Si bien más de setenta de los ciento cincuenta salmos están descritos como salmos “de David”, especialmente en los encabezamientos que preceden a muchos de los poemas, la frase hebrea le Dawid también puede traducirse literalmente como “para David” o “en honor de David”. Esto sugiere que algunos, por lo menos, no fueron escritos por el mismo David sino dedicados a él. La verdad es que algunos de los salmos presuponen situaciones históricas anteriores a la época de David. Otros, claramente se refieren a acontecimientos que tuvieron lugar mucho después de su época.

El autor de 2 Samuel al relatar “las palabras postreras de David” (23:1), lo describe como “el dulce cantor de Israel” — el poeta más famoso en la historia nacional hebrea. Los rabinos llegaron hasta adjudicarle todos los salmos. Bien puede ser que le debamos a este rey poeta el núcleo de esta inspirada colección de primitivos himnos hebreos. Sin embargo, parece que muchos autores, conocidos o anónimos, han contribuido a esta colección, como sucede con la compilación de himnarios en nuestra propia época, muchos de los cuales todavía hacen uso del Salterio bíblico.

Muchos de estos poemas están relacionados, de acuerdo con los encabezamientos de sus introducciones, con sucesos reales acaecidos a David durante su vida. Éste es el caso del Salmo 3, que se dice fue compuesto por él cuando se vio forzado a huir de su propio hijo, Absalón, quien buscó usurpar el trono de David (ver 2 Samuel 15:14). Aun durante estas dificultades físicas y emocionales, aparentemente, el rey afirmó que “la salvación es de Jehová” (Salmo 3:8). El trasfondo del Salmo 63 es igualmente vívido y se dice que fue escrito cuando David “estaba en el desierto de Judá”, que todavía es, en su mayor parte, una “tierra seca y árida donde no hay aguas” (versículo 1). Y las repetidas liberaciones divinas cuando buscaba escapar de la ira y de los celos de su antecesor Saúl, pueden haberlo inspirado a escribir el Salmo dieciocho.

Otro gran líder que la tradición asocia a la composición del libro de los Salmos, es Moisés, quien vivió varios siglos antes del reinado de David, y se dice que ha contribuido a esta colección con la “Oración de Moisés, varón de Dios”, que se encuentra en el Salmo 90. Incluye esta inspirada afirmación: “Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación”, y el recordatorio que “desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios” (versículos 1 y 2).

Alrededor de una docena de salmos se le atribuyen al levita llamado Asaf o a su familia (Salmos 50 y 73–83), quienes al parecer tenían parte en la música y en el canto del templo. (Ver 1 Crónicas 15:16–19; 25:1–9.)

El Salmo 137 con seguridad data del período de la cautividad de los judíos en Babilonia, durante los siglos seis y cinco A.C., mucho después de la época de David. “¿Cómo cantaremos cántico de Jehová en tierra de extraños?” clamaban los exilados, diciendo que “junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion” (versículos 1 y 4).

Puede que nunca se sepa cuál fue la contribución personal de David a los salmos, pero Cristo Jesús mismo, aclamado frecuentemente como el “Hijo de David” (por ejemplo en Mateo 21:9), no titubeó en citarlos repetidamente. Del mismo modo, nosotros también, como seguidores del Maestro, le debemos mucho al “dulce cantor de Israel”.

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