Quisiera expresar mi gratitud por Cristo Jesús, el Mostrador del camino, por la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) y por Mary Baker Eddy. Mi primera experiencia en esta Ciencia sanadora fue una por la cual siempre estaré agradecido, gracias al interés compasivo que me demostraron bondadosos Científicos Cristianos.
Había sufrido lo que fue diagnosticado como una fractura de compresión de la espina dorsal, cuando fui arrojado al suelo desde cierta altura mientras un amigo y yo estábamos cortando grandes palmas de cocos. Como resultado, usaba un soporte ortopédico en la espalda que cubría desde la pelvis hasta el pecho. Se me dijo que tendría que usarlo por lo menos durante dos meses. En esa época, el problema físico parecía pequeño comparado con el sufrimiento mental y el corazón destrozado que había estado sobrellevando por muchos años.
Dos semanas después de abandonar el hospital vi a una amiga que me habló de la Ciencia Cristiana y de cómo ésta había ayudado a muchas personas en desgracia y necesidad. Escuché atentamente. Me dio un Christian Science Sentinel que leí, disfruté y guardé. Unos días después ella me dio una lista de practicistas de la Ciencia Cristiana. Elegí uno y solicité una entrevista. Al entrar en la casa del practicista, sentí una cálida sensación de paz y bienestar como jamás había sentido antes. Esta persona pasó varias horas hablándome de la Ciencia Cristiana y de su Descubridora y Fundadora, la Sra. Eddy. Mientras escuchaba, estaba tranquilo y aliviado. Cuando salí sentí que me sonreía con todo mi ser.
Me regalaron un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy. Era mi compañero constante. Lo leía en todo momento que tenía oportunidad o cuando necesitaba consuelo. Hasta ese momento en mi vida nunca haba leído mucho aparte de los periódicos. ¡El libro Ciencia y Salud me atraía tanto! Sentía que las ideas que expresaba eran enteramente ciertas. Aunque no entendía muchas de ellas en ese momento, sentía la presencia sanadora de Dios en el mensaje.
Pronto comencé a leer como nunca lo había hecho, disfrutándolo todo de gran manera. Mi salud mejoró, mi concepto de las cosas no era tan sombrío y las nubes de dolor y autocompasión comenzaron a desvanecerse, dejando entrar la luz del Amor. Tuve una vislumbre del significado de lo que la Sra. Eddy dice (ibid., pág. 449): “Un grano de Ciencia Cristiana hace maravillas por los mortales, tan omnipotente es la Verdad, pero hay que asimilar más de la Ciencia Cristiana para perseverar en el bien hacer”.
Comencé a asistir a las reuniones de testimonios de los miércoles y a los cultos religiosos de los domingos en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Los miembros eran genuinamente bondadosos y amistosos. Por primera vez en la vida me sentí verdaderamente agradecido. Recuerdo haber leído en la página 406 de Ciencia y Salud lo que la Sra. Eddy dice sobre los apetitos depravados. En ese momento estaba tan agradecido y seguro de la presencia del Amor divino que dejé de fumar, tomar bebidas alcohólicas, tomar medicina, tomar té y café, y utilizar lenguaje obsceno. Sentí que no había perdido ni abandonado nada. Poco después, reconociendo a Dios como mi Médico y que podía confiar en Él, tiré el soporte ortopédico y me sentí seguro. Había leído en la Biblia (Salmo 91:2): “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré”. En esa ocasión fui bendecido con otra curación de una enfermedad crónica que me había mantenido bajo tratamiento médico frecuente durante cuatro años.
Poco después de estas maravillosas curaciones, tomé uno de los más duros trabajos que jamás había tenido, uno que requería que trabajase a la intemperie manejando una gran máquina y levantando pesadas piedras diariamente. Me regocijé al leer en Ciencia y Salud (pág. 183): “La obediencia a la Verdad le da al hombre poder y fortaleza”.
Todas estas curaciones se produjeron aproximadamente un mes después de yo haber conocido la Ciencia Cristiana. El trabajo lo inicié dos meses después.
Por estas curaciones y la sabiduría y dirección traídas a la humanidad por nuestro Maestro, Cristo Jesús, y por la Sra. Eddy, la autora de Ciencia y Salud, el libro que explica el ejemplo del Maestro, estoy sumamente agradecido.
Boston, Massachusetts, E.U.A.