La crucifixión y resurrección de Cristo Jesús ofrecen a los cristianos una lección muy significativa que debemos aprender — nos enseñan a ser hombres y mujeres de visión.
Es evidente que Jesús era un hombre de incomparable visión. A lo largo de toda su carrera terrenal vio más allá de las superficiales circunstancias humanas. Donde otros veían al enfermo, al pecador, al empobrecido, al muerto, Cristo Jesús tenía la visión espiritual para ver lo bueno, lo completo, lo perfecto. Y su clara visión prevaleció sobre los oscuros puntos de vista de los demás. Su modo de enfrentar cada desafío no se caracterizaba por hacer hincapié en lo discordante, sino por penetrar la niebla de la creencia mortal — viendo directamente a través de ella el genuino hecho espiritual.
Jesús no sólo vio venir la crucifixión, sino también profetizó la resurrección. Dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Juan 2:19; Su capacidad para ver más allá de las restrictivas condiciones humanas tenía el efecto de destruir esas falsas y limitadoras creencias. Así como al lavar lo sucio de una ventana se aclara el panorama, también la naturaleza purificante de la visión pura revela aquello que está más allá del sentido material.
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