Desearía expresar mi profunda gratitud a Dios por la Ciencia Cristiana.
Dice la Biblia (Salmo 61:4): “Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre; estaré seguro bajo la cubierta de tus alas”. La seguridad que se encuentra “bajo la cubierta de tus alas” se ha manifestado en varias oportunidades en mi vida. Una de ellas fue a los pocos meses de estar viviendo en un nuevo departamento. Cierto día fuimos alertados de que debíamos abandonar el edificio porque se había producido fuego en el sótano. Naturalmente, recibí un gran impacto, pero inmediatamente mi pensamiento se tornó al Padre, afirmando Su poder y Su presencia. Al cerrar la puerta percibí que mi Padre cuidaría y protegería mi hogar y todo el edificio. Comprendí que vivimos en Él como parte de Su creación.
Salimos entre el humo irritante sin dificultad. Estábamos en el octavo piso. Continué afirmando que Dios es Todo. La evacuación del edificio fue silenciosa y ordenada, sin pánico. Mientras los bomberos efectuaban su trabajo pensé en la ocasión en que Elías, en la narración bíblica, huyó a Horeb (1 Reyes 19:12): “Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego”. Al poco rato el fuego fue circunscrito y a las pocas horas pudimos regresar a nuestros departamentos. Al abrir la puerta cuál no sería nuestra emoción y gratitud al ver que ni un poco de humo había penetrado en la casa, y asimismo el edificio no sufrió deterioros de importancia.
Hace poco sufrí una caída y sentí un fuerte dolor en una mano ya que se había doblado por completo. Cuando me levanté exclamé: “Soy perfecta”, sabiendo que la idea de Dios es siempre espiritual y perfecta. Al transcurrir las horas la mano parecía fea e hinchada, al punto que no podía mover los dedos. Mantuve los pensamientos de la verdad acerca de Dios: que como Su reflejo e idea, yo estaba intacta. El siguiente pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy me ayudó a ver la irrealidad del error (pág. 423): “La osificación, o cualquier otra condición anormal o desarreglo del cuerpo, es tan directamente la acción de la mente mortal como lo es la demencia o locura. Los huesos sólo tienen la sustancia del pensamiento que los forma”. Permanecí siempre llena de gozo y de gratitud, sabiendo que ninguna condición humana podía minar mi ser perfecto. Seguí orando, rechazando toda clase de sugestiones de la mente mortal, tales como que pudiera tener una quebradura o torcedura. El segundo día el aspecto de la mano era casi normal, sólo con una leve hinchazón y el dolor había mermado mucho. Puedo decir con inmensa gratitud que ya al tercer día la mano estaba completamente sana. Soy organista de una iglesia filial y, siendo el día miércoles, debía tocar, lo que hice con toda normalidad.
Estoy verdaderamente agradecida por todas las bendiciones recibidas, por mi afiliación a La Iglesia Madre y a una iglesia filial. También estoy agradecida por la alegría de asistir anualmente a mi Asociación de estudiantes de la Ciencia Cristiana, y por tener la oportunidad de servir a Dios.
Buenos Aires, Argentina