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El valor del desarrollo intelectual

Del número de marzo de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Pensamientos — miles de pensamientos! Estos pensamientos fluyen por la mente humana todo el día en una corriente constante. Estamos completamente conscientes de muchos de ellos, pero de otros no lo estamos.

¿Es eso todo lo que implica el pensar? No. Podemos elegir la clase de pensamientos que deseamos abrigar. Aun cuando hay momentos en que parece difícil escoger, tenemos este poder. Podemos decidir si albergamos pensamientos buenos o malos.

Podemos aceptar los pensamientos espirituales y buenos que provienen de la Mente divina y rechazar los pervertidos que son el producto de la mente mortal. Y puesto que nuestros pensamientos determinan nuestra experiencia humana externa, pensar es la actividad más importante que realizamos. Si somos inteligentes, aprenderemos a realizarla de la mejor manera posible.

Aquí es donde la educación puede ayudarnos.

El verdadero propósito de la educación no es el de simplemente acumular hechos. En su sentido más elevado nos enseña a pensar de una manera exacta, inteligente, expansiva, constructiva, creativa, perfecta, abundante, progresiva y armoniosa. La educación nos mueve a disciplinar el pensamiento, a saber elegir, a razonar, a observar objetivamente y a encontrar soluciones. Puede tener el efecto de sacar a relucir en nosotros cualidades e ideas de la divinidad que son la sustancia real de nuestro ser verdadero como hijos de Dios. Como la manifestación de la Mente infinita, de la Vida, Verdad y Amor divinos, reflejamos las cualidades de inteligencia y sabiduría de acuerdo con la ley divina, y sólo tenemos que comprenderlas y expresarlas para recibir sus beneficios en nuestra vida.

La verdadera educación nos conduce a desarrollar un carácter más firme y un intelecto más elevado. Nos puede ayudar a entender el verdadero significado de la Vida eterna y, al hacerlo, hallar que la existencia humana tiene más sentido y es más productiva. Nos permite estar en paz con nosotros mismos y con los demás, y contribuir al bienestar y al progreso del mundo aumentando las reservas que tiene la humanidad de conocimientos útiles, y hallando soluciones a sus problemas apremiantes.

Los hijos y las hijas de Dios, el Principio divino, están continua y perfectamente conscientes y son inteligentes. Son sanos y fuertes en el Espíritu. Manifiestan lozanía, vitalidad y el poder para reproducir las características de la Mente infinita en la multiplicación de ideas espirituales, puras y útiles. De acuerdo con la ley divina los hijos de Dios son prolíficos en inspiración y utilidad. La Sra. Eddy dice: “El Amor divino bendice sus propias ideas, y hace que se multipliquen, — que manifiesten Su poder”.Ciencia y Salud, pág. 517;

La Sra. Eddy misma, durante su niñez y juventud, sintió un gran deseo de conocimiento y absorbía todo ávidamente. Estudió mucho por su propia cuenta porque sus oportunidades de desarrollo intelectual por las vías de la educación formal se vieron limitadas debido a su mala salud. Sus asignaturas favoritas eran la ciencia natural, la lógica y la ética, y aprendió lo que le enseñó su hermano, que era abogado, así como también de sus maestros. Más adelante, aunque se convirtió en una gran guía espiritual y escribió libros, predicó, y enseñó la Ciencia del cristianismo como le fue dada por medio de la revelación divina, nunca dejó de apreciar los descubrimientos y logros intelectuales de otros pensadores. Continuó apreciando lo que ya sabía y añadiendo a ese conocimiento, y valoraba la erudición dondequiera la encontraba. Habló del bien que podemos lograr del estudio sistemático y del ejercicio de la razón, y demostró su respeto por los pensadores de todas las épocas y culturas al citar a muchos de ellos.

Cuando se construyó el Edificio Original de La Iglesia Madre en Boston, los niños de las Escuelas Dominicales de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) de distintas localidades formaron una sociedad que se llamó “Busy Bees” (Abejas laboriosas). Ganaban dinero para el fondo de edificación y, después, para comprar flores para la habitación dispuesta para la Sra. Eddy en el edificio de la iglesia. Pero la Sra. Eddy pidió que se descontinuara esta actividad y que los niños guardaran el dinero que ganaran y lo usaran para su propio desarrollo intelectual. Ella dijo: “Lo van a necesitar para sus enseñanzas académicas, para su propia educación, o, si fuere necesario, para ayudar a sus padres, hermanos o hermanas”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 217;

En Ciencia y Salud ella promueve el desarrollo académico. Escribe: “Todo lo que depare la semblanza de una idea gobernada por su Principio provee alimento al pensamiento. Por medio de la astronomía, la historia natural, la química, la música y las matemáticas, el pensamiento se remonta naturalmente del efecto a la causa... La observación, la invención, el estudio y el pensamiento original son expansivos y deberían promover el desarrollo de la mente mortal fuera de sí misma, fuera de todo lo que es mortal”.Ciencia y Salud, pág. 195;

Esta clase de desarrollo intelectual es una buena preparación para la práctica de la curación cristiana. Cristo Jesús era un estudiante profundo de la ley hebrea y durante su ministerio usó su conocimiento con tan buenos efectos que la Biblia dice: “Se maravillaban los judíos”. Juan 7:15; El de él no era la clase de conocimiento intelectual que tanto él repudiaba en los escribas y fariseos. Ellos tenían mucha instrucción académica y hacían alarde de su saber religioso al ensanchar sus filacterias y al sentarse en los lugares más importantes en las sinagogas. Pero su erudición no produjo resultados. Exponiendo su esterilidad e hipocresía, Jesús observó: “Dicen, y no hacen.” Mateo 23:3;

La educación que nos beneficia no consiste meramente en acumular conocimientos materialistas. Desarrolla y hace que usemos cualidades de pensamiento que derivan de Dios, la Mente y el Espíritu divinos. Podemos poner a prueba un programa de estudios preguntándonos: “¿Está fortaleciendo mi habilidad para razonar de causa a efecto? ¿Aumenta mis poderes de observación, invención y aplicación? ¿Estimula el pensamiento original?” Si la respuesta es afirmativa, ese curso de estudios se merece nuestros mejores esfuerzos.

El hombre sabio en la Biblia dice: “Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia”. Prov. 4:7. Estas cualidades de inteligencia provienen de Dios, la Mente divina. No se adquieren en las escuelas. Pero si nuestros estudios académicos están correctamente planeados y los seguimos fielmente, pueden ayudar a desarrollar sabiduría en nuestra vida.

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