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“Las fuertes cuerdas de la demostración científica”

Del número de marzo de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“Pocos creen que la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) contiene infinitamente más de lo que ha sido demostrado, o que la altitud de sus proposiciones más elevadas no se ha alcanzado todavía”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 146; Éstas son palabras de Mary Baker Eddy. Ella sabía, mediante revelación y demostración, que hasta el último argumento de que hay vida en la materia tiene que ceder finalmente al hecho de que la Vida es Espíritu, totalmente independiente de la materia para su continuidad y manifestación.

El mundo está hambriento de aquello que el materialismo no puede dar. A medida que la humanidad despierta a comprender la necesidad que tiene de contar con un punto de vista más espiritual, y a percibir las ricas bendiciones que fluyen de la espiritualidad, habrá un influjo tal hacia la Ciencia Cristiana como hasta ahora no se ha conocido. Esto significa que cada Científico Cristiano, cada seguidor del Maestro, Cristo Jesús, tiene trabajo que hacer, una tarea que cumplir. ¿Y por dónde comenzamos? Por nosotros mismos, por supuesto. La Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, dice: “Aún se necesitan las fuertes cuerdas de la demostración científica, tal como Jesús las torció y manejó, para purificar los templos de su vano tráfico en el culto mundano y hacerlos dignas moradas del Altísimo”.Ciencia y Salud, pág. 142; Necesitamos purificar nuestra propia consciencia de la sutil confianza en la materia que nos tienta a todos.

La subyugación de la fe en la materia es la inmolación propia, y esta inmolación es lo único que nos permite purificar el templo y depositar nuestra ofrenda sobre el altar. A veces superficialmente pensamos: “La Ciencia Cristiana requiere que yo deje todos mis temores, mi voluntad humana y mis placenteras concesiones favoritas sobre el altar”. Creemos que éste es el sacrificio que debemos hacer para obtener comprensión espiritual. Mas éste no es el sacrificio requerido. La fe en la materia debe desaparecer para que podamos poner al ser perfecto, al cordero sin mancha, sobre el altar. A los israelitas de antaño no se les permitía deshacerse de sus viejas ovejas decrépitas poniéndolas sobre el altar. ¡De ninguna manera! Tenían que ofrecer el cordero sin mancha, el más perfecto, el más valioso del rebaño. Del mismo modo, nuestra inmolación propia requiere que demostremos nuestra verdadera identidad, la naturaleza y belleza espirituales de nuestro ser, nuestra pureza e integridad. Nada menos es aceptable al Padre. Esta demostración involucra vencer totalmente el falso sentido del ser. Todas las creencias de nacimiento, muerte, sensualidad, temor, voluntad humana, enfermedad, pecado — todo lo que no es espiritual — deben ceder al Cristo. Tiene que haber una renuncia total a este falso sentido, una entrega total, para que el hombre creado por Dios pueda aparecer.

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