[Este artículo sobre la Escuela Dominical aparece en inglés en el The Christian Science Journal de esta misma fecha.]
La invitación a enseñar en la Escuela Dominical es un llamado para que hagamos uso excelente de nuestro entendimiento espiritual. Esto es todo. ¿Podemos contestar afirmativamente a este llamado? Por cierto que sí. Cada uno de nosotros puede aprender a demostrar todo el poder, discernimiento y sabiduría de la Mente divina, el origen verdadero del hombre. Todos podemos confiar en Dios para proporcionar la guía necesaria en cada etapa del camino.
En otras palabras, la inteligencia empleada al servicio de la enseñanza de las verdades espirituales tiene su origen en Dios y no proviene de nosotros personalmente. El hombre refleja esta inteligencia, y al comprender esto podemos desarrollar las aptitudes que necesitamos en el desempeño de la enseñanza en la Escuela Dominical. Entonces, si el sentido mortal nos insinúa: “Pero si jamás has enseñado nada, ni siquiera has sido alumno de la Escuela Dominical”, ¿cuál es la respuesta? Pues, ésta en las palabras de la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, págs. 518–519): “Nada es nuevo para el Espíritu. Nada puede ser novedad para la Mente eterna, autora de todas las cosas, la que desde toda eternidad conoce Sus propias ideas”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!