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[Original en español]

En cierta época mi esposo y yo nos encontramos sin familia, amigos,...

Del número de marzo de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En cierta época mi esposo y yo nos encontramos sin familia, amigos, casa, empleo ni posición. Nos mantenía un fuerte amor a Dios y una creciente confianza en la Ciencia Cristiana, la que recientemente habíamos conocido. Aceptamos estas palabras de la Sra. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 494): “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana”. Estábamos siempre conscientes de la idea de que formábamos una familia, y sentíamos un gran amor por el hijo que venía.

A veces nos sentíamos cansados y agobiados de nuestra búsqueda de empleo. Estábamos leyendo y estudiando la Ciencia Cristiana sin comprenderla. Si bien habíamos tenido buenas demostraciones del poder sanador de la Ciencia Cristiana respecto a la salud, como, por ejemplo, mi excelente salud durante el embarazo, no teníamos tanta confianza respecto a encontrar un empleo. Francamente, nos parecía imposible debido a la situación general del país y por nuestra falta de conocimientos prácticos y de algunos de los requisitos usuales para obtener empleo. Nos parecía que nuestros estudios universitarios eran más bien un impedimento que una ayuda dado al desprestigio que ante algunas personas habían caído los estudiantes. Todos coincidían en que tendríamos que estudiar nuevas cosas, prepararnos con un curso de comercio y dactilografía, o aprender a conducir vehículos. Y aun esto último en nuestra situación parecía algo utópico.

Así fue que nos resolvimos a visitar a una practicista de la Ciencia Cristiana. Ella habló de las cualidades espirituales que nuestro Padre da a cada uno de Sus hijos. Nuestras consultas fueron muy sencillas; poco le explicamos de nuestra angustiosa situación. La practicista nos ayudó a estudiar más profundamente la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Nos enseñó a ser humildes; sea cual fuere el trabajo que hiciéramos, siempre estábamos empleados al servicio de Dios. Luego, a ser agradecidos por lo que ya teníamos. Parte de la respuesta que da la Sra. Eddy a la pregunta “¿Qué es el hombre?”, dice (Ciencia y Salud, pág. 475): “Es la compuesta idea de Dios, incluyendo todas las ideas correctas”. Por último, se nos hizo ver que debíamos reclamar nuestra herencia como hijos de Dios. Así permanecimos pacientes y confiados en el Amor divino.

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