En 1898 la gran física francesa Marie Curie inventó la palabra “radioactividad”. Es muy interesante que el mismo año la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, redactó los veintiséis temas que comprenden las Lecciones Bíblicas En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana; que los Científicos Cristianos estudian diariamente y que se leen semanalmente en las iglesias de la Ciencia Cristiana en todo el mundo. Uno de estos temas es: “¿Evolucionó el universo, incluso el hombre, mediante fuerza atómica?”
¡Qué extraño y extraordinario debe haber parecido esto hace ochenta años! Pasaron trece años antes de que Lord Rutherford, el físico neozelandés, quien trabajaba principalmente en Manchester, Inglaterra, estableciera por primera vez la naturaleza nuclear del átomo. Y hubieron de pasar cuarenta y siete años antes de que la bomba atómica fuese arrojada sobre Hiroshima, Japón. Pero había presciencia e inspiración en la elección de la Sra. Eddy de la fuerza atómica como una de las Lecciones Bíblicas semanales: en los años intermedios la humanidad ha llegado a vivir bajo la amenaza de la proliferación atómica o nuclear.
La respuesta a la pregunta planteada en el título de esta singular Lección-Sermón es un rotundo no. Se explica mediante una siempre nueva y variante selección de lecturas de la Biblia y del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy, que comprenden el sermón de esa semana en particular. La base para ese no es la enseñanza inequívoca de la Ciencia Cristiana de que Dios, el Espíritu, es infinito, omnipotente, y omnipresente y que, por consiguiente, no hay realidad en lo opuesto al Espíritu, la materia. Y el átomo es sólo una fase de la materia.
La Sra. Eddy escribe en una de sus obras más cortas, La Unidad del Bien: “Una molécula, como materia, no está formada por el Espíritu; puesto que el Espíritu es consciencia espiritual únicamente. De manera que esta consciencia espiritual no puede formar nada que sea desemejante a sí misma, al Espíritu, y el Espíritu es el único creador. El átomo material es una falsedad delineada por la consciencia, que sólo puede acumular otras pruebas de consciencia y de vida, agregando una mentira a otra mentira. A este proceso lo llama atracción material y le confiere la doble facultad de creador y creación”.Unidad, págs. 35–36;
Como tantas invenciones humanas o adelantos materiales, el descubrimiento y desarrollo del poder nuclear parecieran traer consigo tanto una bendición como una maldición. La bendición en este caso es una fuente más de energía en un mundo hambriento de energía. La maldición es la amenaza a la vida humana — hasta a la supervivencia de la civilización que conocemos. Hay una legítima preocupación por la creciente facilidad con que un individuo o grupo de individuos irresponsables pueda apoderarse de la suficiente materia prima nuclear, tal como el plutonio, para fabricar una bomba.
¿Cómo puede controlarse esto eficazmente? De hecho, el control adecuado será tan seguro como lo sea nuestro entendimiento de Dios, la Mente divina. La Mente gobierna y dirige su creación en perfecto orden.
A medida que este hecho se comprenda y aprecie, encontraremos medios mejores de alentar y apoyar los esfuerzos gubernamentales de negociar tratados internacionales con el fin de controlar y reducir al mínimo los peligros. Dentro de cada país se desarrollarán las adecuadas reglamentaciones para cubrir la operación más segura posible de las plantas nucleares e industrias relacionadas con esto. Estos métodos de control son tan naturales y adecuados como son las leyes de tránsito en las carreteras para mantener el máximo de seguridad.
Los Científicos Cristianos pueden y deben enfrentar metafísicamente el desafío, la amenaza y el peligro aparentes. No deben sentirse temerosos. Pueden recordar que la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Se necesita valor para declarar la verdad; porque mientras más levante su voz la Verdad, más alto gritará el error, hasta que su sonido inarticulado sea acallado para siempre en el olvido”.Ciencia y Salud, pág. 97; La amenaza nuclear es sólo el esfuerzo más reciente del error, de la materia, para contrarrestar y silenciar el renovado toque de clarín de la supremacía del Espíritu, de la omnipotencia y omnipresencia de Dios infinito, que ha venido a esta época mediante la Ciencia Cristiana.
Dios es omnipotente, y por lo tanto, el átomo no tiene poder legítimo — a pesar de la evidencia material de que ha desencadenado un poder más asombroso que ningún otro que jamás haya conocido la humanidad. Dios es omnipresente, y por lo tanto no hay lugar ni oportunidad para la proliferación de armamento atómico en Su reino. No nos falta poder para enfrentar las amenazas nucleares. Tanto la Biblia como el libro de texto de la Ciencia Cristiana nos aseguran que la identidad espiritual del hombre es su verdadera y única identidad. Que él fue creado a imagen y semejanza de Dios. El hombre, como reflejo de Dios, ha tenido dominio desde el comienzo — y no puede perderlo.
Por cierto, en lugar de sentirnos atemorizados, podemos estar tranquilos aun en medio del disturbio y la agitación mientras continúa la supuesta batalla entre el Espíritu y la materia. El Espíritu ya es el vencedor. En realidad, su reino tiene oposición.
Fue el conocimiento de esto que permitió a Cristo Jesús calmar tal fenómeno físico destructivo como la violenta tormenta en el Mar de Galilea, que tanto alarmó a sus discípulos. Fue este mismo conocimiento que le permitió proyectar hacia el futuro desde hace siglos las palabras de aliento y confianza que todos debiéramos recordar al vernos tentados a flaquear frente a las amenazas nucleares: “Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas que a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca”. Lucas 21:25–28.