Cada uno de nosotros posee un potencial para expresar ilimitadamente la Vida infinita. Este potencial parece estar oculto a nuestros ojos por la falsa creencia de que el ser es materia. Y la mente de esta creencia, la mente mortal, divide a su creación viviente en dos géneros, femenino y masculino, que dependen del sexo para la reproducción y continuidad de la vida.
Mas lo que vemos en la naturaleza como atracción sexual y reproducción sexual para perpetuar la vida es un concepto invertido y material de las cualidades que siempre están manifestándose y revelándose por sí mismas, cualidades de la única Mente, el Espíritu, Dios. El inspirado escritor del primer capítulo del Génesis percibió la verdadera creación en la cual el hombre y la mujer caracterizan la idea, o linaje, del Espíritu infinito. Él vio al hombre como la creación de Dios, creado “a imagen de Dios...; varón y hembra los creó”. Gén. 1:27; La Ciencia Cristiana nos enseña a mirar en toda circunstancia más allá de lo materialmente natural a la idea espiritual y completa de la Mente divina. Cuando así lo hacemos, discernimos el universo espiritual, donde el Principio divino, el Amor, no la sexualidad, es el Espíritu que motiva, vitaliza y perpetúa la verdadera creación.
En la ilusión de una creación material, el macho de la especie generalmente domina a la hembra. Pero este concepto acerca del hombre es una falsificación — muy mala — de la idea divina. El hombre a imagen de Dios no se divide en sexos. Cada expresión individual del único Espíritu, Dios, refleja la paternidad y maternidad de Dios. La Sra. Eddy escribe: “La cualidad vivificante de la Mente es el Espíritu, y no la materia. El hombre ideal corresponde a la creación, a la inteligencia y a la Verdad. La mujer ideal corresponde a la Vida y al Amor”.Ciencia y Salud, pág. 517;
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