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Progreso mediante revelación

Del número de mayo de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Está usted sediento de progreso? Ciertamente nada hay que sea de mayor interés para el mundo, nada de lo que tenga más necesidad. Partiendo de la base de vida en la materia, no hay progreso verdadero; la experiencia humana nos lo muestra. Lo que hoy se considera progreso en la medicina, en los inventos, en la industria y en el arte, a menudo se descarta mañana como desprovisto de valor, inexacto, falso, o pasado de moda. Y el resultado es temor, caos, confusión. Nada que esté basado en premisas materiales es seguro o estable. Solamente el Principio es fundamento — en el gobierno, en la política, o en la vida diaria, y este Principio es divino, no humano. Desde tiempo inmemorable este Principio divino ha brillado en la experiencia humana dondequiera que el pensamiento humano se ha tornado hacia el Espíritu.

Moisés vio este Principio y dio los Diez Mandamientos, que hoy forman el código moral y la base de la sociedad humana. Cristo Jesús encarnó de tal modo la verdadera idea de Dios que para todas las épocas por venir él es el Mostrador del camino. Pablo dijo: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. 1 Cor. 3:11; El fundamento de todo progreso verdadero es la espiritualidad.

Hoy en día la revelación de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) está espiritualizando el pensamiento humano, elevando sus motivos, propósitos y búsquedas, y mostrando al mundo lo que el progreso realmente es, dónde está, y qué requiere.

El Maestro, Cristo Jesús, ejemplificó el súmmum del verdadero progreso. Fue el hombre de más éxito que haya pisado la tierra, y el más científico. Venció la enfermedad, el pecado y la muerte, y probó que la demostración de la Vida eterna está a nuestro alcance aquí y ahora. ¡Y así y todo, le prometió a sus seguidores que ellos podrían hacer obras aún mayores! Jesús fue el Modelo. Le mostró a la humanidad el camino, pero no hizo por nosotros nuestro trabajo individual. ¿No serán estas obras mayores la multiplicación, por parte de sus seguidores, de su grandiosa demostración a medida que ellos, uno tras otro, tomen la cruz y progresivamente emulen su ejemplo?

El progreso exige poderosa espiritualización del pensamiento: purificación propia; ceder a Dios, el bien; nacer de nuevo. La materialidad tiene que ceder a la espiritualidad, la física a la metafísica, el sentido al Alma.

¿Cómo este Metafísico por excelencia cumplió su cometido? La Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, nos lo dice: “Él penetraba por debajo de la superficie material de las cosas y encontraba la causa espiritual”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 313; El poder que demostraba y la ley que utilizaba no eran sobrenaturales ni un don especial. Profetas y videntes espirituales antes que él se valieron de la misma ley y, en notable medida, utilizaron el mismo poder.

El mundo no reconoció la supremacía del Espíritu en el tiempo de Jesús. Ni tampoco la reconoce ahora. Sin embargo, la supremacía del Espíritu es la única base para el progreso. De ahí la resistencia que enfrenta la Ciencia Cristiana. La levadura de la Verdad está produciendo una catálisis cada vez mayor a medida que el pensamiento humano va cediendo lentamente a la Verdad. La resistencia de la mente mortal y la catálisis del pensamiento humano no son cosas para temer o indignarse. Mas bien son causa de regocijo, pues demuestran que la Verdad está operando y que la mente mortal está sintiendo su presencia.

La Ciencia Cristiana nos está suministrando la llave del verdadero progreso, pero tenemos que usar esta llave para encontrar los tesoros. ¿Dónde los encontramos? En la Biblia, en Ciencia y Salud y en los otros escritos de la Sra. Eddy. En estos libros se encuentra la revelación pura. No hay ninguna otra puerta, ningún otro camino. Y este camino no es aburrido, laborioso o redundante. Es desafiador, novedoso, irresistible.

El mundo está buscando el gran elemento de reforma por medios materiales, en doctrinas hechas por los hombres y en organizaciones humanas. Pero no está allí. Lo humano yerra debido a su misma naturaleza, pero la Ciencia que Jesús enseñó y vivió, y mediante la cual sanaba, es divina y no yerra.

Consideremos la máquina computadora, por ejemplo. Actúa más rápidamente que la mente humana. Pero puede funcionar mal o ser usada deshonestamente. No es más infalible que la mente humana que la opera. Y las mismas soluciones que esta computadora se supone que provea pueden generar problemas aún mayores que los primeros. Y así es en todo. La mente mortal nunca va más allá de sí misma. De ahí la falibilidad de sus remedios.

¡Cuán diferente fue con el Maestro! Penetrando por debajo de la superficie de la materia, encontraba las respuestas en el Espíritu. Tal vez la computadora hubiera podido calcular en un instante la cantidad de alimento necesario para dar de comer a los cinco mil, mas ¡ningún mecanismo u origen material habría podido producirlo espontáneamente! La inventiva humana ingenia medidas de seguridad, pero no puede prevenir los accidentes; las teorías humanas inventan drogas y leyes de salud, pero no acaban con el pecado, la enfermedad y la muerte. ¿Por qué? Porque las respuestas no están en la materia, en métodos y sistemas humanos, sino en la Mente. No están en nada más.

¿Deben entonces ser repudiados los inventos humanos? De ninguna manera. Pero preguntémonos de dónde realmente procede el poder que acaba con las limitaciones humanas.

Desde el descubrimiento hecho por la Sra. Eddy de que la Mente es Dios y, por consiguiente, que la Mente es infinita, el mundo ha experimentado una era de desarrollo sin precedentes. ¿No es esto indicación de que lo que aparece como invención humana y progreso humano no se origina realmente en la llamada mente humana, sino que es evidencia de que la Mente divina única está rompiendo las limitaciones que la humanidad se ha impuesto a sí misma? El sentido humano interpreta mal esto al considerarlo como meros logros humanos, sujetos a las incertidumbres y limitaciones de la mente humana, cuando en realidad todo progreso es espiritual, emana de la única Mente, Dios. En la proporción en que el desarrollo de la humanidad se vea bajo esta luz, las invenciones humanas se convertirán en vehículos para llevar a cabo el bien solamente; será imposible usarlas erróneamente o maliciosamente.

¿Dónde, entonces, debemos buscar el progreso, el Principio divino de la curación, el crecimiento irreprimible del movimiento de la Ciencia Cristiana, el establecimiento del reino de Dios en la tierra? El elemento vital de reforma no reside en la sabiduría humana ni en las organizaciones materiales. Sólo el gran Científico por excelencia encontró la respuesta. El Espíritu era para él el poder que anima la reforma; re-forma, aquello que literalmente se forma de nuevo — que da nueva forma a todo aspecto de la experiencia humana y eleva el sentido humano de vida, de la materia a la Mente, del sentido al Alma, y de lo limitado y finito a lo ilimitado e infinito.

Al penetrar la superficie material el Maestro expuso, como nunca antes se había hecho, las sutilezas de la mente mortal, sus escondidos abismos de maldad, y la naturaleza mental de todas las cosas. Su método de curación fue la Mente eliminando el error mental, no la Mente restaurando un elemento material. El mundo interpretó mal su método, pero éste fue siempre el de la Mente penetrando hasta la raíz del error; la Mente destruyendo las falsas creencias. ¿De qué otro modo podría haber sido restaurada instantáneamente la mano seca, limpiada la lepra, y recuperada la visión de los ojos sin vista?

El progreso humano alcanzará la Ciencia perfecta de la curación cuando se aprenda que el ser es espiritual en toda su manifestación y acción, aquí y ahora.

El esfuerzo humano para conseguir que las cosas se hagan y para lograr reformas, se dirige hacia el sistema de organización material — reuniendo personas, llevando a la práctica opiniones humanas, usando medios humanos, haciendo leyes humanas, desde juntas escolares a iglesias, desde hospitales a prisiones, desde sociedades filantrópicas hasta las Naciones Unidas, y aún más. Pero lo humano nunca va más allá de lo humano. Por lo tanto nunca encuentra la respuesta final. La escasez, la enfermedad, el pecado y la muerte todavía persisten. La solución no se encuentra en formas y medios humanos, sino en la comprensión espiritual y en el desarrollo espiritual.

Entonces, ¿qué vamos a hacer con las organizaciones? Las necesitamos; es una manera de trabajar unidos para que las cosas se hagan. No podríamos deshacernos de ellas de golpe, más de lo que podríamos deshacernos del cuerpo físico. No podemos destruirlas. La Ciencia Cristiana no destruye las instituciones humanas de iglesia y matrimonio, de filantropía y justicia. Por el contrario, las fortalece y enaltece al revelar que el bien, dondequiera que se encuentre, es el reflejo de Dios. Ni desarrollo espiritual ni progreso se obtienen rechazando las instituciones humanas apropiadas; el desarrollo y el progreso se obtienen trabajando dentro de ellas a fin de que expresen más amor desinteresado, más pureza, honestidad, devoción; más consagración a Dios, el bien. Las instituciones humanas a menudo proveen las experiencias mismas que nos inspiran a expresar mayor consagración espiritual a Dios. Si participamos en ellas con pureza, honradez y amor desinteresado, ellas promueven nuestro desarrollo espiritual porque nos obligan a ahondar más en la naturaleza de Dios para resolver los problemas que las instituciones humanas presentan.

La Sra. Eddy no inventó la frase “magnetismo animal”; éste es el término que ella usa para describir todo error. El magnetismo animal alega atraer todo hacia lo “animal”, que es la creencia de que la vida, la sustancia y la inteligencia están en la materia, y, por lo tanto, que Dios no es Todo. La Ciencia divina rompe el asidero de esta perniciosa atracción mesmérica, y establece para siempre la certeza de que la humanidad emergerá finalmente a la luz y la libertad.

La demostración del verdadero progreso requiere que se libre una gran batalla, que se gane una victoria. Otros antes que nosotros la han librado. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, la libró. Sus palabras a uno de sus primeros alumnos son también para nosotros ahora: “Mi querido alumno: Es gran mérito ser hallado digno de sufrir por Cristo, la Verdad. Pablo dijo: ‘Si sufrimos, también reinaremos con él’. Reine usted, entonces, mi amado en el Señor”.

Luego concluye: “El error no tiene poder sino para destruirse a sí mismo. No puede dañarlo; no puede detener las eternas corrientes de la Verdad”.Escritos Misceláneos, pág. 157;

En la Ciencia, razón y revelación coinciden. Donde la mente mortal ve sólo materia, la Ciencia comienza con el Espíritu y ve ideas de la Mente en vez de objetos materiales, personas o cosas. Así se reconoce que la vida diaria es un estado subjetivo, el desarrollo armonioso de la Mente, el que toma lugar dentro de la Mente, y no una experiencia discordante de la materia. Y cada día ya no se vuelve un esfuerzo por cambiar o restaurar las cosas o condiciones materiales, sino que es un revestirse hora tras hora de la Mente de Cristo. Esta Mente no sabe de escasez, de discordancia, o de temor; ni de pecado, enfermedad, o muerte.

Mediante la espiritualización del pensamiento, reflejaremos progresivamente el dominio de la Mente divina. En lugar de creer que alguna condición humana tiene que pasar por algún tedioso proceso curativo, demostraremos científicamente que solamente lo que la Mente sabe y es, está presente o es verdadero. Lo que realmente importa es la afirmación instantánea de la verdad y el rechazo instantáneo del error. Todo caso debe abordarse desde la base de que Dios es la única Mente y que la Mente solamente conoce su propia armonía. Entonces, cuanto más desconcertante y agresivo sea el error, tanto menos nos engañará, hasta que desaparezca en la nada.

La Ciencia Cristiana demuestra la coincidencia de lo humano y lo divino. A medida que esta Ciencia se va viviendo y amando más universalmente, la experiencia de los humanos se vuelve más bella, su amor más puro, su salud mejor; su honradez será entonces intachable y sus capacidades se ampliarán hasta que al fin lo humano se rinda completamente a lo divino y la armonía espiritual reine.

Con la claridad que procede de la revelación, la Sra. Eddy define el progreso. Su sermón La idea que los hombres tienen acerca de Dios lo comienza diciendo: “Cada paso de progreso es un paso más espiritual. El gran elemento de la reforma no nace de la sabiduría humana; su vida no deriva de las organizaciones humanas; más bien es el desmoronamiento de elementos materiales que se van apartando de la razón; la traslación de la ley a su lenguaje original, — la Mente, y la unidad final entre el hombre y Dios”.La idea que los hombres tienen acerca de Dios, pág. 1.

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