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[Original en portugués]

En la época que conocí la Ciencia Cristiana, era yo una persona sumamente...

Del número de mayo de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En la época que conocí la Ciencia Cristiana, era yo una persona sumamente infeliz. Mis hijas se habían casado y vivían muy distante de nuestra casa. Mi esposo, que era auditor bancario, viajaba mucho, y mi padre, que había estado viviendo con nosotros, se había mudado al contraer matrimonio nuevamente. El mundo parecía haber llegado a su fin para mí. La Ciencia Cristiana iluminó mi vida, abriendo delante de mí un amplio horizonte y derribando un gran muro de materialismo.

En cierta ocasión en que viajaba en ómnibus hacia otra ciudad, para ayudar a una de mis hijas que estaba encinta, me senté al lado de una Científica Cristiana. Durante la conversación que mantuvimos, sané de una dolorosa inflamación en la encía causada por un diente fracturado. La Científica Cristiana Comenzó contándome de las maravillosas cosas que la Ciencia Cristiana ha hecho por la humanidad, sanando a los enfermos y solucionando problemas. Me encontraba tan absorta escuchando cómo Cristo Jesús sanaba y en saber que hoy en día se efectúan curaciones espirituales como las que él llevó a cabo, que me olvidé por completo de la encía y del dolor. Cuando descendí del ómnibus al llegar a mi destino, ya no había señales de pedazos de diente en la encía, la cual estaba suave, no me dolía y había sanado completamente.

Esa curación instantánea me conmovió profundamente. Resolví estudiar la Ciencia Cristiana y hacerme miembro de Primera Iglesia de Cristo, Científico, en mi ciudad natal, São Paulo, Brasil. Allí conocí diversos practicistas quienes me hablaron de la Sra. Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana. Desde ese entonces he recibido innumerables beneficios, al igual que mi esposo y mi familia. Después nos mudamos a Rio de Janeiro, donde vivimos actualmente. He sido Segunda Lectora de una iglesia filial de Cristo, Científico, y también he enseñado en la Escuela Dominical.

He aprendido mucho, en particular, a perdonar a aquellos que nos quisieran ofender. Jesús amaba a los pecadores, pero no toleraba el pecado. Cuando Pedro le preguntó (Mateo 18:21, 22) “¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?”, vemos que Jesús le dijo: “No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete”.

Sané de reumatismo cuando la practicista de la Ciencia Cristiana que me estaba ayudando me señaló que yo tenía el hábito de criticar a otros. Dejé de criticar, es decir, de hacer una realidad del mal, y entonces sané.

En otra ocasión sané de una inflamación de una glándula. No podía abrir la boca para comer. Deseché una sospecha que tenía de que no le agradábamos a ciertos familiares nuestros. Al declarar la verdad de que los hijos de Dios son perfectos y reflejan integridad, sané instantáneamente de la inflamación. Más adelante nos enteramos de que la sospecha era infundada.

Nuestra vida radica en Dios, como nos lo dicen las Escrituras (Hechos 17:28): “En él vivimos, y nos movemos, y somos”.

Estoy agradecida a Dios por Cristo Jesús, nuestro gran Maestro, por la Sra. Eddy, y por todos los que han ayudado a sostener la Causa de la Ciencia Cristiana. El estudio de la Ciencia nos da la interpretación espiritual de la Biblia y una comprensión de nuestra relación con Dios como Sus amados hijos.


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