Presento este testimonio con sincera gratitud por las maravillosas curaciones que he tenido en la Ciencia Cristiana. Me gustaría expresar gratitud especial por Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Este libro elucida maravillosamente las reglas presentadas en las Sagradas Escrituras y que sirven de guía a nuestro camino por la vida; en particular, arroja luz sobre la senda que nuestro Señor y Salvador, Cristo Jesús, recorrió para que pudiéramos seguirlo.
Antes de que la Ciencia Cristiana viniera de nuevo a mí, yo era un hombre muy enfermo. A menudo sufría de problemas cardíacos, así como también de las caderas y de la próstata. Después de haber sido operado de cálculos en el riñón, quedé en una condición lamentable. Los médicos no podían ayudarme. Fue entonces que recordé lo que me había dicho mi padre cuando yo era joven; mi padre era un Científico Cristiano por convicción, y sus palabras fueron: “No tienes que temer”. Si bien no comprendí su significado inmediatamente, estas palabras se quedaron conmigo. Recurrí a un practicista de la Ciencia Cristiana, cuyo apoyo y reprensiones bondadosas me despertaron a mi verdadera identidad espiritual como hijo de Dios. Estoy muy agradecido.
Leemos en la Biblia (1 Juan 4:16): “Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”.
En Ciencia y Salud la Sra. Eddy hace el siguiente comentario sobre éste y el versículo 18 (pág. 410): “Cada prueba de nuestra fe en Dios nos hace más fuertes. Mientras más difícil parezca la condición material que haya que vencer por el Espíritu, más fuerte debería ser nuestra fe y más puro nuestro amor. El Apóstol Juan dice: ‘No hay temor en el Amor, sino que el Amor perfecto echa fuera el temor;... el que teme, no ha sido hecho perfecto en el Amor.’ He aquí una proclamación concreta e inspirada de la Ciencia Cristiana”.
Al cambiar mi manera de pensar, volví al camino correcto. Comprendí lo equivocado que había sido mi estilo de vida anterior y mi manera de pensar. Al reverenciar la gloria de nuestro Dios, me volví más humilde y agradecido, y por ende, una persona mejor — alguien a quien Dios había llamado para una misión más elevada para que se probara a sí mismo de que era digno. Por lo tanto, un síntoma tras otro de esta enfermedad fue desapareciendo, y recobré la salud que Dios concede.
En la actualidad soy feliz por ser miembro de La Iglesia Madre y de un grupo de Científicos Cristianos. Al mismo tiempo, me gustaría expresar mi gratitud por haber tomado instrucción en clase de la Ciencia Cristiana. Esta enseñanza me ha permitido apreciar mejor el cargo de Primer Lector, que me fue confiado. “Alabad a Jehová, porque él es bueno; porque para siempre es su misericordia” (Salmo 106:1).
Marne, República Federal de Alemania
Me alegra verificar el testimonio de mi marido con un corazón agradecido, y dar gracias por las muchas bendiciones que hemos tenido en otros aspectos por medio de la Ciencia Cristiana.