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El Principio sanador siempre está a mano

Del número de mayo de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Qué alegría es saber que la ley de Dios de la armonía y su regla de aplicación siempre están con nosotros y que son siempre infinitamente poderosas para resolver cualquier problema que se pueda presentar en la experiencia humana! La Sra. Eddy, que descubrió esta ley y la llamó Ciencia Cristiana, declara en su libro Escritos Misceláneos: “No hay duda alguna de que existimos perfectos en Dios, pues las concepciones de la Vida, la Verdad y el Amor tienen que ser perfectas; y mediante esa verdad básica vencemos la enfermedad, el pecado y la muerte”.Esc. Mis., pág. 6;

La Sra. Eddy era una profunda estudiante de la Biblia, y fue su investigación intensa y analítica la que le reveló la Ciencia de Dios y del hombre y la relación inseparable de ellos. Mediante una elevada percepción espiritual vio que Dios no es un ser humano amplificado, con actitudes y motivos mortales, y que el hombre es más que una forma de vida animal. Un concepto más elevado de las Escrituras le reveló la naturaleza de Dios como el bien inteligente, como Espíritu, Mente, Verdad, Vida, Amor, el Ego universal que llena todo el espacio y que incluye dentro de Él a Su perfecto universo de ideas espirituales — siendo el hombre la principal.

La Sra. Eddy también usa la palabra “Principio” para definir a la Deidad. Si bien este término no es usado específicamente en la Biblia como un nombre para Dios, ella percibió que su significado está contenido implícitamente en varias citas. Tiene como propósito impartir el concepto de una Causa Primera que se expresa a sí misma de acuerdo con su propia ley invariable del bien; denota la beneficencia inalterable del Legislador divino.

El Apóstol Santiago percibió algo de esto, pues escribe en su cpístola. “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Sant. 1:17;

En su método sanador, la Ciencia Cristiana razona que un creador perfecto produce sólo perfección. La expresión, o imagen, de Dios debe ser la semejanza de Su naturaleza. La verdadera identidad espiritual del hombre debe expresar la armonía, salud, inteligencia y fortaleza de la Mente divina. Leemos en el libro del Génesis: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Gén. 1:26; Y después se dice que Dios dio señorío al hombre sobre toda la tierra.

Surge entonces la pregunta: ¿Cómo es posible sanar la enfermedad física razonando desde un punto de vista espiritual? Es posible porque la enfermedad no es el fenómeno físico que parece ser. Los Científicos Cristianos han demostrado una y otra vez que toda enfermedad es, en realidad, el resultado de una manera de pensar humana temerosa, ignorante o pecaminosa — una discordancia mental proyectada en el cuerpo. Esta Ciencia enseña que toda la materia con sus efectos es una ilusión mental y mortal, pensamiento proyectado, que fluctúa a la ventura en pro o en contra, de acuerdo con la creencia humana que se tenga de la materia.

Cristo Jesús curó toda clase de enfermedad instantáneamente, resucitó a los muertos, alimentó a la multitud con unos pocos panes y peces, caminó sobre las olas, calmó la tempestad con una palabra — todo ello prueba de su grandiosa comprensión de la irrealidad de la materia y del todo de la Mente divina. Lo que a aquellos que lo rodeaban les parecía ser una sustancia sólida, para él era ilusión insustancial, la cual era ineficaz para oponerse al poder sanador y armonizante del Espíritu siempre presente, o Verdad divina.

De esto podemos ver que a medida que la mente humana se purifica e ilumina con el concepto verdadero de que la vida perfecta y armoniosa del hombre está en Dios, el Principio divino, este estado espiritualizado del pensamiento se manifestará en un cuadro mental mejor — en un concepto más saludable y más fuerte del cuerpo. Debido a su amplia experiencia obtenida al sanarse a sí misma y al sanar a otros, la Sra. Eddy nos dice: “Abrazáis vuestro cuerpo en vuestro pensamiento, y debierais delinear en él pensamientos de salud, no de enfermedad. Debierais eliminar todo pensamiento de enfermedad y de pecado y de otras creencias incluidas en la materia”.Ciencia y Salud, págs. 208–209;

Para hacer esto, necesitamos comprender y afirmar que el Principio divino que nos gobierna es el Amor viviente y consciente, y que nuestra verdadera identidad está abrazada por esta amante inteligencia, por este Ego-Dios, de manera que siempre estamos fuera del alcance de mal. Necesitamos percibir claramente que nada discordante puede entrar en el todo del Ser divino y perturbar nuestra armonía, porque nada hay fuera de la Deidad y nada existe dentro de Él que no sea la expresión de Su propia Vida, sustancia e inteligencia perfectas.

El diccionario Funk & Wagnalls New Standard Dictionary define en parte la palabra “armonía” así: “Totalidad y perfección que resultan de la diversidad en unidad”. Y la Ciencia Cristiana nos enseña que la base misma de la salud y armonía es una comprensión de la unión esencial, o unidad, de toda existencia — que el hombre y toda la creación viven en Dios y son inseparablemente uno con Dios, el Principio divino, como Su idea compuesta.

La Sra. Eddy escribe: “El Principio divino y la idea divina constituyen la armonía espiritual, — los cielos y la eternidad”. Y más adelante continúa: “De ahí la eterna maravilla, — que el espacio infinito está poblado de las ideas de Dios, que Le reflejan en incontables formas espirituales”.ibid., pág. 503;

Jesús vio esta “eterna maravilla” mejor que nadie que jamás haya vivido. Vio a toda la creación viviendo en la presencia circundante del Principio divino, el Amor. Estaba tan supremamente consciente de la presencia sanadora de Dios, que afirmó: “Yo y el Padre uno somos”. Juan 10:30; Y oró para que sus seguidores fueran “perfectos en unidad”, 17:23. para que estuvieran claramente conscientes de que la verdadera identidad de ellos estaba en la única Vida divina y procedía de ella.

Cierta comprensión de esta relación inseparable capacitó a los discípulos de Jesús y a los trabajadores en la Iglesia Cristiana primitiva a curar la enfermedad física y a regenerar vidas llenas de pecado. Y el mismo Principio está en operación hoy en día en el ministerio sanador y regenerador de la Ciencia Cristiana. Sólo necesitamos espiritualizar nuestra perspectiva de acuerdo con la Ciencia y purificar nuestro pensamiento y acción para traer armonía y progreso a nuestra experiencia individual.

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