En el Nuevo Testamento se hacen muchas alusiones al Espíritu Santo, el Espíritu divino. Esto implica un desarrollo de la espiritualidad que llegó al pensamiento humano con la vida y enseñanzas de Cristo Jesús. El espíritu y el poder del Cristo se manifestaron más vivamente mediante el Maestro que mediante los patriarcas y profetas de los tiempos del Antiguo Testamento. La iluminación del Cristo, la divina idea de Dios, purificó y sanó a multitudes por medio de Jesús. Esta iluminación trajo el consuelo del amor de Dios a la humanidad sufriente. Actuó tanto con ternura como con poder. Destruyó la cizaña de la falsa mentalidad, la mente carnal. Reveló la presencia y eternidad de Dios como Amor.
En la víspera de su crucifixión Jesús dijo a sus discípulos, a quienes iba a confiar su amada misión: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad”. Juan 14:16, 17; Luego se refirió al Consolador como el Espíritu Santo que habría de enseñar a los hombres todas las cosas. En otras palabras, una revelación posterior del Cristo, la Verdad, estaba destinada a venir al mundo. En el día de Pentecostés la iluminación del Espíritu Santo fue tan brillante que apareció a los apóstoles como lenguas de fuego. Hoy la iluminación espiritual acompaña la revelación de la Ciencia Cristiana, y aquellos que están preparados para recibirla sienten el poder transformador del Espíritu Santo.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, ilumina el significado del término Espíritu Santo al decir en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Jesús demostró el Cristo; probó que el Cristo es la divina idea de Dios — el Espíritu Santo o Consolador, que revela el Principio divino, el Amor, y conduce a toda la verdad”.Ciencia y Salud, pág. 332; Aquí notamos nuevamente la idea de desarrollo en relación con el Espíritu Santo. Y esta explicación nos lleva naturalmente a esta definición dada en el Glosario de Ciencia y Salud: “Espíritu Santo. La Ciencia divina; el desarrollo de la Vida, la Verdad y el Amor eternos”.ibid., pág. 588;
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