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Hace muchos años que deseaba escribir sobre una maravillosa curación...

Del número de mayo de 1978 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace muchos años que deseaba escribir sobre una maravillosa curación que mi esposa y yo tuvimos con nuestro primer hijo. Unas seis semanas después de haber nacido nuestra hija, el médico que la atendía le comunicó a mi esposa que la niña tenía una pierna dos centímetros y medio más corta que la otra. Recomendó que se le colocara un tirante ortopédico inmediatamente, pero que no creía que la pierna llegaría a ser completamente normal. Dijo que probablemente la niña siempre cojearía. Mi esposa y yo éramos estudiantes de Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) y teníamos un sincerco deseo de confiar enteramente en Dios para la curación. Un aparato ortopédico no sólo sería incómodo para la niña, sino que sentíamos que la curación se produciría sin este medio si nos volvíamos enteramente a Dios.

Solicitamos la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana para que apoyara nuestras oraciones para nuestra hija. Trabajamos juntos para ver la perfección de la niña como la verdadera semejanza espiritual de Dios. Razonamos de que esta semejanza no podía incluir imperfección de ninguna clase.

Pasaron dos años sin que se produjera la curación. Mi esposa y yo continuamos orando diariamente para nuestra hija como se nos enseña en la Ciencia Cristiana. Durante este tiempo, tuvimos que afrontar dudas y desaliento. Cuando la niña estuvo en edad de caminar, lo hizo con una marcada cojera. Ante el cuadro material de un impedimento físico que no cedía nos preguntábamos a veces si habríamos procedido bien. También incurrimos en dura e inútil autocondenación por no haber logrado esta demostración. Nos preguntábamos por qué no se habría manifestado la curación ya que éramos Científicos Cristianos concienzudos y estábamos aplicando como se nos había enseñado las leyes espirituales de curación, que se especifican en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy.

Un día, durante una conversación con la practicista, se nos hizo ver que lo que necesitábamos era dejar de mirar la evidencia material que parecía tan real, y ver los hechos espirituales que siempre habían sido la verdad respecto a la situación de la niña. La practicista manifestó que por cuanto esta niñita en realidad había sido creada a imagen de Dios, lo que estábamos mirando y llamando una criatura renga era una ilusión de los sentidos materiales, que debía ser negada y reemplazada con las verdades espirtuales del ser. Y que si nos aferrábamos a esta verdad firmemente, la curación tenía que manifestarse.

De regreso a casa después de la entrevista con la practicista mi esposa y yo nos pusimos de acuerdo en que desde ese momento cada vez que miráramos a la niña o pensáramos en ella lo haríamos negando la evidencia material y mirando a su verdadera identidad espiritual. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy escribe (pág. 495): “Cuando la ilusión de la enfermedad o del pecado os tiente, aferraos firmemente a Dios y Su idea. No permitáis que nada sino Su semejanza more en vuestro pensamiento”. Más adelante agrega: “Dejad que la Ciencia Cristiana en vez de los sentidos corporales, apoye vuestro entendimiento del ser, y este entendimiento substituirá el error con la Verdad, reemplazará la mortalidad con la inmortalidad, y acallará la discordancia con la armonía”.

Recuerdo muy claramente cuando entramos en nuestra casa y vimos cojear a la niña cuando vino a recibirnos, que mi esposa y yo dijimos inmediatamente: “Ésta es la hija perfecta de Dios, y aceptaremos sólo la evidencia de las verdades espirituales de que el hombre es armonioso ahora — perfecto y completo”. Sabíamos que allí mismo donde la ilusión de los sentidos materiales trataba de decirnos que había una criatura cojeando, una criatura que no había sanado, ahí mismo la verdad espiritual de Dios era que la niña ya era perfecta. Nos regocijamos con esta verdad espiritual acerca de nuestra hija.

Varios meses después mi esposa estaba en la playa con algunos amigos y sus niños, cuando vio a nuestra hijita correr por la playa con los demás niños sin cojear. La niña sanó completa y permanentemente. Esta curación sucedió hace más de veinte años, pero nuestra gratitud por la Ciencia Cristiana y esta maravillosa curación ha seguido creciendo en nuestro corazón a través de los años.

Al mirar en retrospección esta curación, he llegado a comprender cuán importante y básico es en la curación el aceptar sólo lo que es espiritualmente real, y rechazar todo lo demás como una mentira. Me ha ayudado mucho el estudiar y meditar lo que escribe la Sra. Eddy sobre estas dos palabras: “aceptar” y “rechazar”, y especialmente lo que dice sobre esto en Ciencia y Salud (pág. 357): “Sostenemos la Verdad, no aceptando mentiras, sino rechazándolas”.

Nunca podré estar lo suficientemente agradecido por la Ciencia Cristiana, por Cristo Jesús, cuyo método de curación inspira el nuestro, por la Sra. Eddy, por haber tomado instrucción en clase, por ser miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial, por la oportunidad de servir como Lector, y por el apoyo que he recibido a través de los años de otros Científicos Cristianos que me han ayudado espiritualmente en el camino.


El testimonio dado por mi padre es verídico. Nunca podré expresar suficiente gratitud a la Ciencia Cristiana por esta hermosa curación que tuve cuando niña. Mi familia y yo hemos tenido innumerables curaciones por medio de la Ciencia Cristiana, incluyendo la de encontrar empleo, sanar relaciones discordantes y enfermedades físicas, y la restauración a su sitio de huesos fracturados, todo mediante la oración.

Estoy muy agradecida por haber tomado clase de instrucción, y por esta maravillosa Ciencia que sana en cualquier situación.


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