Cuando Cristo Jesús puso a prueba la confianza de sus discípulos en el poder de Dios para proveer todo lo necesario para alimentar a una multitud, la respuesta de los discípulos destacó el cuadro de carencia y subestimación de lo que tenían a mano: “Cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?” dijo uno de ellos.
Con su clara percepción de que la sustancia es enteramente espiritual, Jesús demostró la abundancia inagotable que proviene del Amor divino. “Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían”. Juan 6:9, 11; Cerca de cinco mil personas comieron tanto como quisieron, luego se llenaron doce cestas con los panes que sobraron.
Ni por un momento Jesús aceptó la limitación que representaban los cinco panes y los dos peces. Con la seguridad sublime de que el Amor divino que lo incluye todo es adecuado para responder a cualquier necesidad, Jesús dio gracias por la provisión con que contaban, la que luego se comprobó ser más que suficiente. Los discípulos buscaban una solución fuera de aquello con que contaban, como lo atestigua la recomendación que hicieron y que se describe en otro de los Evangelios: “Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan”. Marcos 6:36; Pero Jesús, mediante su reconocimiento de los recursos infalibles siempre presentes del Amor divino para responder a todas las necesidades humanas, puso de manifiesto la abundante provisión que yace al alcance de todos.
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