Para algunas personas, el cambiarse de casa es una rutina anual o tal vez más frecuente. Hasta parece una manera normal de vivir para las personas cuyos intereses de negocios y profesiones requieren constantes cambios. Lo ven como un mal necesario y trabajan para aminorar el trastorno que esto trae a su vida.
El mudarse de casa no debe incomodar ni dañar a nadie. Una mujer madura y bien centrada, quien ahora es una Científica Cristiana, admitió haberse cambiado de casa con tanta frecuencia durante su niñez, que asistió a dieciocho escuelas. Y hace hincapié en que no le hizo ningún daño. Pensando sobre ello ahora, a la luz de lo que la Ciencia Cristiana le ha enseñado respecto a hogar, dice que ha comprendido que cambiarse de casa no es idéntico a cambiarse de hogar. “El hogar no es un lugar sino un poder”, Irving C. Tomlinson, Twelve Years with Mary Baker Eddy (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1966), pág. 156; se dice que expresó una vez la Sra. Eddy. Es obvio, entonces, que nuestro gozo del poder del hogar no se altera al cambiarse de ubicación material.
El hogar no es un edificio material, sino una idea espiritual dada por Dios. Esta idea es heredada por cada hijo individual de Dios y se expresa ahora en un estado de consciencia resplandeciente con esas cualidades espirituales que nosotros asociamos con hogar y que hacen que la vida sea una bendición — paz, seguridad, amor, gozo, compañía y muchas más.
Hogar como una idea del Amor divino inherente a toda consciencia verdadera, actúa como una perpetua, poderosa y alentadora influencia en la vida de todos los que están espiritualmente iluminados y saben que lo poseen. Cuando usted ha discernido y reconocido su posesión permanente de esta idea espiritual, el hogar, nunca tendrá dificultad en encontrar un lugar para vivir — una morada adecuada para expresarlo. Ese sentido espiritual de hogar está con usted en cualquier lugar del mundo a donde usted vaya, y cuando esto se reconozca se manifestará dondequiera que usted esté.
Cristo Jesús dio un buen ejemplo, en su vida, de la eterna presencia de la idea espiritual de hogar. Los Evangelios dicen que él no tenía residencia material permanente. Una vez dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza”. Mateo 8:20; Sin embargo, él no actuaba como si no tuviera hogar. Cuando dos de los discípulos de Juan el Bautista le preguntaron: “Rabí... ¿dónde moras?”, Jesús les respondió: “Venid y ved”. Juan 1:38, 39; Ellos obedecieron, y al menos uno de los dos — Andrés, hermano de Simón Pedro — parecía estar tan satisfecho con el concepto de hogar que Jesús tenía, que anduvo con él en los años subsiguientes, viajando por todo el país, compartiendo su consciencia espiritual de hogar.
La Sra. Eddy comenta acerca de la maravillosa habilidad del Maestro para transformar cualquier lugar donde él estuviera en un lugar santo de refugio para él y para sus discípulos. Ella escribe: “Cuando él estaba con ellos, una barca de pesca se volvía un santuario, y la soledad se poblaba de santos mensajes del Padre de Todo”.Retrospección e Introspección, pág. 91;
Para el Maestro, trasladarse era sencillo. Sus posesiones materiales eran pocas, aunque él siempre tenía a mano todo lo que necesitaba. Hoy en día la lista de cosas que hay que hacer para trasladarse parecen tremendas. Encontrar una casa, llamar a la agencia de mudanzas, empacar, informar a parientes y amigos, avisar a la compañía de teléfonos, cambiar la entrega del periódico, encontrar nuevas escuelas para los niños, etc. Sin embargo, todo puede realizarse felizmente cuando la ley de Dios de la armonía, la cual gobierna todo el universo del Espíritu, es reconocida como siempre operante aquí y ahora en relación con la vida de hogar de cada individuo.
Esta ley de la armonía gobierna cada aspecto del reino de Dios, el reino de la verdadera consciencia impartida por la Mente divina. Cuando reconocemos este hecho y lo afirmamos como declara el Apóstol Pablo: “En él vivimos, y nos movemos, y somos”, Hechos 17:28; vemos que los acontecimientos de nuestra experiencia humana toman su lugar fácil y armoniosamente.
La Sra. Eddy aboga por sus seguidores para que demuestren tranquilidad y estabilidad, y dice: “La mejor clase espiritual del método cristiano para elevar el pensamiento humano e impartir la Verdad divina, es potencia estacionaria, quietud, y fuerza; y cuando este ideal espiritual es hecho nuestro, se vuelve el modelo para la acción humana”.Ret., pág. 93;
Pero si nuestros deberes humanos requieren cambios — aun el constante cambio — de nuestro lugar de residencia, cada vez que tengamos que enfrentar el desafío de mudarnos puede ser una oportunidad para ascender en nuestro entendimiento y demostración del verdadero hogar —“una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos”. 2 Cor. 5:1; Al liberarnos del sentido abrumador asociado con las posesiones y ubicación materiales, podemos ganar progresivamente el gozo del verdadero entendimiento de que el hogar es el cielo.
Refiriéndose a la victoria del verdadero entendimiento espiritual de la Vida sobre el falso sentido de la vida material, la Sra. Eddy escribe: “La disciplina de la carne tiene por objeto hacernos volver, cual fatigados viajeros, al hogar del Amor”.Escritos Misceláneos, pág. 84. Ciertamente, entonces, podemos enfrentar con valor cada desafío de mudanza. Emprendida con juicio, la experiencia de cambiarnos de casa puede ser una oportunidad para alcanzar un entendimiento y demostración más elevados de la estabilidad y presencia de nuestro permanente y espiritual “hogar del Amor”.