He sido estudiante de Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) durante cuatro años. Estoy muy agradecido de ser miembro de La Iglesia Madre en Boston, Massachusetts, y de Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Accra, Ghana.
Un día de abril de 1977, compré un libro titulado A Child's Life of Mary Baker Eddy por Ella H. Hay. El libro era sumamente interesante e inspirador. En esa época estaba de licencia en mi empleo y le dediqué principal atención. El día que terminé de leerlo me sentí completamente convencido de que estaba listo para sanar a quien se cruzara en mi camino.
Estando sentado en mi silla, me sentí impulsado por el Cristo a salir a la calle, no sabía para qué. Obedeciendo este impulso, salí y caminé unos cuantos metros desde el vestíbulo y encontré a un niño de unos cinco o seis años de edad. Cuando sentí el impulso de hablarle me di cuenta de que era mudo.
Con confianza me acerqué a los padres del niño, pidiéndoles permiso para sanarlo por medio de la oración en Ciencia Cristiana. Me contestaron que ya habían agotado todos sus recursos para sanar al niño. Puesto que su confianza en los medicamentos, el fetichismo y el espiritismo habían fracasado me permitieron que tomara el caso sólo voluntariamente.
Al alejarme de los padres y de su hijo, acepté el hecho de que las leyes de Dios están siempre en operación, reconocí la totalidad de Dios, Su omnipresencia y omnipotencia, y vi únicamente la perfección espiritual.
En el libro del Génesis leemos: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:31). Aquí se infiere que Dios es la única fuente verdadera de todo el bien. El mal no puede proceder del bien — siendo el bien y el mal contrarios y antagónicos — así como en las ciencias naturales el ave no puede ser el producto de la bestia. Confié firmemente en esta declaración, sabiendo que ningún mal podía proceder del Padre-Madre Dios del todo amable. Entonces, ¿quién es o dónde está la fuente de la mudez, puesto que el mal no existe de por sí?
Alrededor de tres meses más tarde, venía yo caminando detrás del niño, y oí que hablaba con sus amigos, contento, claramente y sin titubeos. Me sentí tan feliz de ver al niño bien que pronuncié una corta oración en alabanza a Dios.
Los padres no vinieron a decirme de la curación hasta que los llamé y la confirmaron. Esta actitud no me molestó, al recordar que nuestro Señor y Maestro, Cristo Jesús, sanó a diez leprosos, y sólo uno regresó a mostrar su gratitud (ver Lucas 17:11–19). En total, el tratamiento me llevó tres meses para sanar al niño de su mudezNota de los Redactores: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana tiene en sus archivos una conversación grabada entre el niño y el testificante. La voz del niño es clara y sana. En la grabación la madre confirma la curación. En pocas palabras, ésta es una transcripción no elaborada que describe lo que la madre del niño que era mudo dijo: Su ocupación principal ha sido la venta de pescado. Su esposo es pescador. El niño había sido mudo desde su nacimiento. Después de haber confiado en todos los medios posibles para sanarlo, el niño seguía mudo, hasta que el Científico Cristiano ofreció ayudarlo mediante la oración científica. Ella está muy agradecida a Dios porque ahora su hijo puede hablar perfectamente..
Estoy muy agradecido por la instrucción en clase de Ciencia Cristiana, y por los grandes beneficios y las bendiciones de que goza la humanidad gracias a la Ciencia Cristiana.
Poco después de esta demostración, la cual ocurrió antes que yo tomara instrucción en clase, pude sanar a mi abuela, que tiene entre ochenta y noventa años de edad. Estaba completamente ciega. Puse en práctica la inspiración y comprensión que había obtenido en la clase. Tanto los medicamentos como otros medios de curación habían fracasado con mi abuela, antes que la Ciencia Cristiana viniera en su ayuda. La base de mi oración fue que el hombre es el reflejo de Dios, que todo lo ve. Pasé mucho tiempo estudiando hasta comprender su pleno significado.
Accra, Ghana