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Hace muchos años, al comienzo de este siglo, mis padres conocieron...

Del número de octubre de 1979 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace muchos años, al comienzo de este siglo, mis padres conocieron la Ciencia Cristiana. Los médicos le habían dicho a mi mamá que no podría sobrevivir la grave condición asmática de la que estaba padeciendo. Mi papá, desesperado, la llevó a Atlantic City, Nueva Jersey, porque los especialistas de esa época dictaminaron que el aire allí era más fácil de respirar y que podría contribuir a aliviar el dolor.

En el hotel, una pareja de activos y dedicados Científicos Cristianos, que estaba de vacaciones, ocupó la habitación adyacente. Las dos parejas pronto se hicieron amigas. Ante la evidente necesidad de mi mamá, estos nuevos amigos le ofrecieron la bendita liberación que es la Ciencia Cristiana. Empezaron leyéndole en voz alta Ciencia y Salud por la Sra. Eddy mientras se soleaban en la rambla durante las tardes. Pronto mi mamá quiso tener un ejemplar de este libro, y lo tuvo; mi papá le leía, a menudo, hasta tarde en la noche. En una ocasión, durante el tercer mes de su estadía, mi mamá tiró los quince o más diversos medicamentos que estaba tomando, incluso la morfina, y los dejó para siempre. Además de haberse curado del asma, sanó del vicio de la morfina. Mis padres se convirtieron en fieles y consagrados Científicos Cristianos. Tomaron instrucción en clase y por muchos años trabajaron activamente en la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, local.

Durante mucho tiempo padecí de la misma enfermedad, el asma, que había atormentado a mi mamá. Esto no me permitía llevar una vida totalmente normal. Si bien pude hacer la mayoría de las cosas que debía hacer mientras fui estudiante, y después tuve una activa vida en los negocios, tenía lapsos que me mantenían inactivo por cortos períodos. En cada recaída oraba para comprender mi verdadera relación espiritual con Dios como Su imagen perfecta, y a los pocos días volvía a mi trabajo, sintiéndome fuerte y sano, pero todavía temiendo la enfermedad.

Estos lapsos continuaron por años, variando en intensidad, hasta que finalmente tuve que enfrentar el problema con absoluta devoción. Mi esposa y yo teníamos que hacer un viaje muy necesario cuando de pronto sufrí otro ataque, más fuerte que nunca. Durante toda la noche las cosas fueron de mal en peor. Varias veces en el transcurso de la noche, mi esposa se vio forzada a llamar a la practicista de la Ciencia Cristiana que me estaba dando tratamiento. Ella nos alentó y nos tranquilizó afirmando que todo estaba bien a pesar de las apariencias en contra. El apoyo que me prestaron mi esposa, mi hija y esta fiel amiga fue lo que me sostuvo esa larga noche, ya que no podía orar eficazmente por mí mismo.

A la mañana siguiente, debido a que el propósito eran tan necesario, decidí realizar el viaje. Mi hija me ayudó a bajar las escaleras y a entrar en el automóvil que me estaba esperando. Reconociendo agradecidamente que un amoroso Padre-Madre Dios no exige un castigo por hacer lo correcto en el momento oportuno, finalmente emprendimos nuestro viaje. Estudié y oré constantemente toda la mañana mientras mi esposa manejaba. A mediodía paramos para almorzar y pude comer un sandwich pequeño que me trajeron al automóvil. Y para las tres de la tarde pude caminar alrededor del automóvil, sentarme al volante y manejar las restantes dos horas hasta que llegamos a nuestro destino. Fue un viaje feliz y exitoso.

Esa noche, en el motel, mi esposa y yo nos regocijamos muchísimo por mi liberación y curación completa, porque esta vez el temor también había sido erradicado. Nunca más volví a tener ninguno de los síntomas del asma.

Hay algo que es importante destacar en esta historia. Tenía que escribir un ensayo sobre “Vida” para la reunión anual de mi asociación. Lo había pospuesto por falta de inspiración, si bien había estado pensando y orando mucho sobre el tema. Pero esa noche cuando estábamos en el motel, se me reveló todo el mensaje tan claramente que pude sentarme a escribir el ensayo y terminarlo.

Mi esposa y mi hija siempre han estado dispuestas a apoyarme firme y amorosamente a través de muchos momentos difíciles, por lo que estoy muy agradecido.

La instrucción en clase, mis amigos, los practicistas, y la alegría de servir en una iglesia filial en distintas capacidades, son algunas de las muchas razones por las que todos los días agradezco a Dios por esta maravillosa Ciencia del ser.


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