En 1971 estaba considerando la posibilidad de terminar con mi vida, ya que no veía ninguna razón buena para vivir. Desde niño siempre había ansiado saber las respuestas a los aparentes misterios de la vida. ¿Dónde estaba Dios? ¿Cuál era el propósito de vivir? ¿Por qué algunas personas son felices y otras están sumidas en la miseria física y mental?
Estudié sicología para conocer la base del mal humano. Pero esta búsqueda no me satisfizo. Leí filosofía, existencialismo, los escritos de Descartes, la filosofía de Pascal y la religión de San Agustín. Estudié por un año en la Orden Rosacruz. Pero nada de esto me dio la respuesta al origen y destino del hombre. Entré un día en la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana local y el bibliotecario me prestó el libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy. No hubo en mi pensamiento ni una duda de que este libro tenía la verdad; no dudé de la lógica de lo que estaba leyendo. Ciencia y Salud fue como agua para un sediento. Decidí desde la primera lectura continuar en este camino y hacerme miembro de la iglesia que promovía una verdad tan hermosa.
Pasé tres años en el Ejército y tuve la oportunidad de poner en práctica lo que sabía de la Ciencia Cristiana. Durante el entrenamiento básico, después de dos semanas de marchar, correr y permanecer de pie por horas, se me hinchó uno de los pies y el tobillo. La hinchazón era de tal magnitud que me vi obligado a usar muletas para caminar. Los médicos me dieron unas semanas para que me curara, de lo contrario, me darían de baja del Ejército. Decidí llamar al ministro de la Ciencia Cristiana para las Fuerzas Armadas y le pedí que me ayudara por medio de la oración.
El ministro fue muy amable conmigo. Al llamarlo todos los días para informarle de mi progreso, me reconfortaba con palabras sobre la verdad de Dios y el hombre a Su semejanza. Se comunicó con el comandante de la compañía, el que me dio permiso para visitar la ciudad los domingos por la mañana para ir a la iglesia. Estas visitas me bendijeron y aceleraron la curación. A las dos semanas sané. La hinchazón bajó y el pie y el tobillo ya no me dolían para caminar.
Lo maravilloso de esta curación es el hecho de que yo continué con los ejercicios físicos diariamente y que no se repitió esta dolencia. Caminábamos por los montes, marchábamos decenas de millas diariamente, y algunas de las actividades incluían correr. Yo sentía una gran fuerza, el Amor divino, que me sostenía y guardaba. De ahí en adelante todo fue armonioso y un éxito para mí. Me gradué del entrenamiento básico y también de un curso de administración de personal, todo exitosamente, gracias a la Ciencia Cristiana.
Un año después, tuve una curación de una mano y de una muñeca dislocada. Jugando de manos con un amigo, me caí y me lastimé la mano. Esa noche no pude dormir debido al dolor. Al otro día llamé a un practicista. El dolor en la mano mermó. Esa noche dormí muy bien, y en tres días pude usar la mano normalmente. He tenido otras curaciones, especialmente de dificultades en relaciones personales, que han sido el resultado de la comprensión científica de que el hombre es naturalmente bueno como hijo de Dios.
Sólo pido ser más humilde y receptivo cada día para ser digno de compartir esta verdad con otros.
San Juan, Puerto Rico
